Ante todo, pediros disculpas por haberme atrasado tanto con el capítulo.
Como muchas sabréis, me he presentado a dos concursos, de los cuales he ganado un accésit de uno de ellos. (Para ver la galería de imágenes de la entrega de premios a "Churros con Forma de Corazón" y para leer el relato, pincha aquí). Desde entonces, no se me ha ocurrido nada para continuar escribiendo esta novela, me faltaba inspiración, no sé por qué motivo específico, pero he decidido que ya era hora de continuar, y aquí tenéis el capítulo 41. Gracias por las que habéis estado, por las que estáis y por las que estaréis.
Sólo quiero deciros que, si queréis que deje de avisaros, podéis decímerlo sin problemas, no me enfadaré, ni nada por el estilo. Comprendo que, tras meses, aparte de haberos olvidado de la historia, no la retoméis con tantas ganas como antes. Lo que sí os pediría, es que, por favor, le diérais RT al tweet en el que os aviso.
¡Deseo que os guste mucho!
(¡Por cierto, si tenéis novelas, mandádmelas por twitter y me las leo!)
Capítulo 41: 'Por lo menos, nos tenemos el uno al otro para consolarnos'
Ya ha pasado un año. Las cosas cambian deprisa, ¿quién lo iba a decir? El amor que se prometieron Daniela y David no estaba en su máximo esplendor, por no decir que era nulo. ¿Dónde se había marchado la pasión, el amor, las ganas de ellos juntos como pareja? Se fueron a vivir juntos, pero no se querían tanto como antes.
David tocó la puerta de la habitación de Daniela (sí, dormían en habitaciones separadas).
-Buenos días, Daniela -la saludó-. ¿Vas a desayunar o...?
La chica apartó la mirada del libro y se quitó las gafas de pasta negra. Le miró.
-Sí, ahora voy.
-Si quieres, te puedo preparar algo mientras...
-No, no te molestes, no hace falta -dijo ella levantándose de la cama-. Gracias.
-Está bien -David se quedó en el marco de la puerta mirándola durante unos segundos. La chica, molesta, levantó la mirada-. Bueno... Me voy. Te espero en la cocina.
David se fue a la cocina. ¿Cómo había cambiado tanto su relación en tan poco tiempo? David no habían hecho nada malo durante la gira de su primer disco, pero uno de sus amigos sí. ¿Será porque no se lo contó a Daniela? Es cierto que una de ellas era su mejor amiga, pero el chico rubio también lo era...
-¿Qué te parece éste, Blas? -preguntó Vanessa saliendo de uno de los probadores.
-Estás guapísima -se sonrojó.
-Ay, Blas, ¡eso me lo dices con todos! -protestó ella- ¿Cómo voy a escoger un vestido para vuestro concierto?
-Te lo digo con todos porque estás guapísima con todos; porque eres guapísima.
Vanessa se sonrojó, miró al suelo y sonrió.
-¡Eh, Vane, mira qué gafas de sol más chulas! -exclamó él- ¿Te gustan?
-Sí. ¿A ver?
Vanessa le quitó las gafas de las manos, y miró el precio. Eran veinticinco euros. Se acordó del precio del vestido, que valía otros veinticinco. No tenía suficiente para las dos cosas. Sólo se había traído treinta. Suspiró. Cogió el vestido que se había probado y se lo dio a la muchacha de los probadores.
-¿No te lo vas a llevar? -preguntó él.
-No -dijo ella.
-¿Por qué? Te queda muy bien.
Vanessa se encogió de hombros y fue hacia la caja. No había fila ninguna, por lo que le tocaba a ella pagar. Puso las gafas sobre el mostrador y sacó su monedero.
-¿Qué haces? -preguntó Blas- No, no me las compres.
-Shhh. Calla -le dijo ella.
-Vanessa, que no...
-Gracias por su compra -dijo la muchacha de la caja sonriente.
-Gracias. Adiós.
-No voy a coger las gafas, no las pienso aceptar.
-Vale, no las cojas.
Blas se extrañó.
-Por lo menos, póntelas -dijo su pareja ajustando las gafas sobre las orejas del chico.
-El llegar puntual no es tu principal virtud, ¿eh? -sonrió Sara.
-Buenos días, se dice, ¿no? -sonrió él.
-Sí, sí, buenos días -saludó ella-. Que digo, que el llegar puntual no es tu principal virtud, ¿no? -decía entre risas.
-Ya ves que no -se rascó la cabeza-. No es la primera vez, tendrías que saberlo y haber llegado diez minutos tarde.
-No, si encima es mi culpa -rió ella.
-Bueno, ¿qué tal estás? -preguntó él- Ya sabes, con lo de...
-Ni me lo nombres. No quiero saber nada más de él en mi vida.
-Pero sabes que, en el fondo, te mueres por él -dijo Dani.
-Y tú con ella, ¿qué? ¿Cómo estás?
-¿Con quién? Con nadie, ahora mismo estoy solo.
-Sí, ya, pero me refería que cómo estabas de si estabas mejor desde que...
-Pff. Bueno...
-Por lo menos nos tenemos el uno al otro para consolarnos -dijo Sara sonriendo y cogiéndole la mano a Dani.
-Quién me iba a decir a mí que mi mejor amiga me haría esto...
-En teoría no te ha hecho nada malo. No te ha engañado ni te ha dicho que te quería, pero sin embargo a mí...
Carlos se despertó cerca de las doce del mediodía, con una chica rubia a su lado. Le hizo cosquillas hasta que ella se despertó. Nada más volverse hacia él, Carlos vio su piercing en la nariz, lo que le provocó una sonrisa.