Capítulo 32: 'Tengo miedo'
Blas se acercó a Vanessa con lágrimas en los ojos. Estaba inconsciente. Lo médicos no sabían cuándo se iba a recuperar. Pero lo peor no era eso, lo peor era que no sabían si se iba a recuperar. Le habían dicho que estaba en lo grave dentro de la estabilidad, o algo así era lo que había entendido Blas. Al ver a Vanessa de ese modo, dos o tres lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Quería tocarla, quería acariciarla, sentirla... Pero él mismo no podía. Temía que, si tocaba a Vanessa, algo fallara y empeorara.
No podía seguir viéndola, así que se acercó a la ventana, y apartó la cortina. Miró hacia la calle. Estaba chispeando, y una chica de dieciocho años, morenita con facciones dulces, leotardos y falda cortita iba saltando felizmente. Detrás iba un chico. Con abrigo, vaqueros y jersey rojo. Esa imagen le impactó. Recordó que así iba vestido él cuando quedó con Vanessa para hacerse fotos el día después de su cumpleaños. La chica se giró de pronto, y fue hacia el chico, que agarró la mano con delicadeza y le besó los nudillos. La chica sonrió y le pasó los brazos por el cuello.
Blas tenía una sonrisa triste, como el día de hoy, lluvioso. Abrió un poco la ventana, y sacó una mano fuera. Le cayeron tres gotas, notó una fuerte ráfaga de aire y cerró. Se giró y vio a Vanessa. Parecía tan frágil. Tan frágil y tan inocente. Tenía un camisón celeste de hospital, y además, sábanas blancas, lo cual le daba mucha tristeza.
El chico se acercó a ella, le pasó los dedos por el pelo y se lo apartó de la cara. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.
-Te pondrás bien, te lo prometo -susurró él.
Se incorporó para irse. Estaba al lado de la puerta, cuando sonó un pitido agudo. A Blas le asustó, así que volvió rápidamente al lado de Vanessa. Vio una de las máquinas como la de las películas. Ésa era la del pitido agudo.
-Vanessa, Vanessa, depsierta -dijo Blas- Mierda -murmuró.
Apretó el botón, y escuchó un timbre a lo lejos, pero no podía esperar más. Siguió pulsando el timbre, como si su vida fuera en ello, y así era. Efectivamente, su vida dependía de la de la chica a la que amaba, y la estaba perdiendo.
Volvió a apretar el botón, y después, comenzó a darle golpes al mando. El botón se quedó encajado. Ya no sonaba más el timbre.
-¡Enfermera, enfermera! ¡Que venga alguien, por favor! -gritó en el pasillo.
Dos o tres enfermeras acudieron rápidamente, seguidas por un médico.
-Lo siento, muchacho, te tienes que ir -le dijo el auxiliar amablemente.
-No, no puedo, tengo que quedarme aquí -decía Blas, nervioso.
-Créeme, lo mejor es que te salgas un momentito al pasillo -insistía él, empujándole delicadamente.
-No, no. ¡Vanessa, Vanessa! -Blas se giró, y fue hacia el lado de Vanessa.
El médico miró al auxiliar, que hizo una señal, vinieron dos guardias de seguridad y lo sacaron fuera de la habitación. Mientras tanto, él forcejeaba dando patadas y golpes.
Ya fuera de la habitación, lo único que quedaba en comunicación con el exterior era una ventana, pero los médicos bajaron una persiana de tela que había.
-No, no puede ser. ¡Dejadme entrar! -dijo él dando golpes.
Un guardia de seguridad lo sujetó por los brazos, mientras otro iba en busca de una enfermera. Blas seguía poniendo resistencia. Seguía oponiendo resistencia hasta que un guardia lo sentó en una de las sillas y un enfermero le inyectó algo en el brazo. Ahí perdió el conocimiento y se durmió.
Sara, Carlos, David y Daniela estaban en la sala de espera. Sara seguía llorando sobre el pecho de Carlos, aunque estaba más relajada. Daniela había pasado de llorar, a sentarse en una esquina de la fila de sillas con los brazos alrededor de las piernas.
-Daniela, princesa, échate esto por encima, pasarás frío. -dijo David yendo hacia ella con una sábana.
Ella negó con la cabeza, sin pronunciar palabra.
-¿Qué te pasa? -preguntó David sentándose a su lado.
-Tengo miedo de que me hagas lo mismo que Fernando le hizo a Vanessa -respondió ella con sinceridad.
A David le impactaron las palabras, pero decidió tomárselo con humor.
-No digas eso, princesa. Yo jamás te haría daño en la vista. No sé si te habrás dado cuenta, pero yo no soy tan feo. -bromeó esperando una sonrisa por parte de Daniela.
Al contrario de lo esperado, ella no sonrió. Se abrazó más a sus rodillas y volvió a mirar al suelo. David suspiró, impacientado. ¿Tanto le costaba a Daniela sonreír, aunque lo hiciera por él? De mala gana, dejó la sábana en el asiento, a su lado, y se marchó al mostrador.
-Daniela, te has pasado -dijo Carlos. El chico no esperó respuesta- Ve a hablar con él, anda.
Daniela negó con la cabeza.
-Tengo miedo. -reconoció.
-¿De qué?
-De que me pegue. No hoy, sino mañana, o pasado.
-Él no lo hará, créeme. Anda, ve a hablar con él -insistió.
-Daniela, princesa, échate esto por encima, pasarás frío. -dijo David yendo hacia ella con una sábana.
Ella negó con la cabeza, sin pronunciar palabra.
-¿Qué te pasa? -preguntó David sentándose a su lado.
-Tengo miedo de que me hagas lo mismo que Fernando le hizo a Vanessa -respondió ella con sinceridad.
A David le impactaron las palabras, pero decidió tomárselo con humor.
-No digas eso, princesa. Yo jamás te haría daño en la vista. No sé si te habrás dado cuenta, pero yo no soy tan feo. -bromeó esperando una sonrisa por parte de Daniela.
Al contrario de lo esperado, ella no sonrió. Se abrazó más a sus rodillas y volvió a mirar al suelo. David suspiró, impacientado. ¿Tanto le costaba a Daniela sonreír, aunque lo hiciera por él? De mala gana, dejó la sábana en el asiento, a su lado, y se marchó al mostrador.
-Daniela, te has pasado -dijo Carlos. El chico no esperó respuesta- Ve a hablar con él, anda.
Daniela negó con la cabeza.
-Tengo miedo. -reconoció.
-¿De qué?
-De que me pegue. No hoy, sino mañana, o pasado.
-Él no lo hará, créeme. Anda, ve a hablar con él -insistió.
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