viernes, 14 de febrero de 2014

Capítulo 34: 'Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida'


¡Feliz San Valentín, mis princesitas! Aquí tenéis el capítulo de hoy ;) Espero que lo disfrutéis y lo viváis. ¡Besos!

Capítulo 34: 'Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida'


Sara salió del hospital corriendo, giró la calle y vio un parque a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, se sentó en uno de los bancos.
-Eh, chica -le dijo alguien- ¿Qué haces aquí? Vas a coger frío.
-Déjame, por favor -pidió ella.
-No lo haré. Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida -dijo- ¿Me puedo sentar?
Sara accedió y asintió. El chico se sentó a su lado.
-¿Por qué dices que dejar a alguien es lo peor? -preguntó ella.
-¿Te cuento mi historia? -preguntó él, Sara asintió.- Verás, yo tenía una novia, o una amiga, no sabría muy bien cómo llamarla. Salíamos de una fiesta, y estábamos discutiendo. Le dije que me dejara en paz, y crucé por un paso de cebra. Ella no me hizo caso, así que me siguió. Fue cuando... -interrumpió la narración.
-¿Cuando qué? -preguntó Sara.
-Cuando la atropelló un coche... -dijo con la voz quebrada.- Recuerdo que llamé a una ambulancia, y cuando estaba dentro, le cogí la mano y le dije que se pondría bien. Ella me dijo que la dejara, que conmigo nunca se pondría bien, y eso hice.
-¿Hasta hoy? -preguntó Sara.
-Sí.
-¿No sabes nada de ella?
-Sólo sé que está ingresada en el hospital ese de allí -dijo señalando el hospital del que había salido Sara- No tengo el valor para ir a verla, la verdad.
-¿Por qué?
-Empeorará, seguro.
-¿Estás seguro de lo que dices? -preguntó Sara. El chico asintió- Piénsalo bien -le dijo- Si lleva todo este tiempo ingresada y tú no has ido a verla ni una sola vez, ¿será por algo, no? A lo mejor, si vas, se recupera, ¿no crees?
-No sé...
-Anda, ve e inténtalo -insistió ella.
El chico la miró, y Sara sonrió.
-¿Puedo saber cómo te llamas? -preguntó el chico.
-Sara -respondió- ¿Y tú?
-José. -respondió él.- Gracias.
-A ti. Me has ayudado -sonrió ella.
El chico sonrió y se levantó.
-Bueno, me voy a ver a Noelia.
-¿Así se llama?
-Sí. -respondió. Comenzó a alejarse, pero se giró- ¡No te quedes mucho tiempo ahí, te vayas a resfriar! -le guiñó un ojo.
Sara asintió. Se quedó unos segundos más en el banco y después se fue a su casa.


Carlos estaba cansado. Había buscado por los alrededores, y no la había encontrado. Además, estaba hambriento. Rebuscó en sus bolsillos, pero no encontró nada de dinero. Lo mejor sería volver a casa de Sara, comer algo y seguir buscándola más tarde. Se encaminó hacia el piso donde se alojaba con Sara. Ella había sido muy amable, le había dejado vivir con ella durante una semana, a cambio de pagar un pequeño alquiler de cincuenta euros. Carlos necesitaba vivir un tiempo en Madrid. Necesita tener contacto con alguien del mundo de la fama, aunque sea un simple saludo. Pensó en todo lo que había hecho Sara por él, y sintió vergüenza de él mismo.
En nada llegó al piso, abrió la puerta con la copia de las llaves y entró.


Sara estaba en el sofá tocando un poco su guitarra, cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrase. Fue corriendo a la entrada, y encontró a Carlos. Estaba mojado. Tenía la ropa empapada, los zapatos calados, el gorro muy mojado y estaba tiritando de frío.
-Carlos, ¿qué te ha pasado? -preguntó ella.
-Tengo frío... -murmuró él mientras tiritaba.
-Ven -dijo ella mientras le cogía la mano- Anda, te daré un pijama. Cámbiate y acuéstate. Te pondré un caldo calentito.
-Vale...
Sara fue a la habitación de Carlos, abrió un cajón y se encontró su ropa interior. Cerró rápidamente, y se puso colorada. Después, recapacitó y abrió el cajón. Cogió unos calzoncillos, los que más le gustaban. Abrió otro cajón. Afortunadamente, era el del pijama. Cogió uno cualquiera, pero que abrigara. Después cogió un par de calcetines.
Sara pegó en el baño antes de entrar, y después abrió. Se encontró a Carlos sentado en el váter, vestido y con la toalla envuelta en el cuerpo. Por lo menos, se había quitado los zapatos y los calcetines.
-Carlos, ¿qué haces así? Cámbiate -dijo ella.
-No puedo -dijo él, tiritando.- Tengo muchísimo frío.
Sara entró al baño, se acercó a Carlos y le quitó la toalla. Le quitó el gorro, y después, comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Mientras tanto, Carlos seguía tiritando.
-Ya está, ya está -dijo Sara.
Después, dejando su timidez a un lado, tuvo el valor de desabrocharle los botones del pantalón y quitárselo, dejándolo en ropa interior.
-¿Te podrás cambiar tú ahora, no? -preguntó Sara.
-Sí, lo... Lo intentaré.
Sara salió del baño y cerró la puerta. Fue hacia la cocina, miró la olla en la que había un resto de caldo de pollo que había preparado ella y lo puso a calentar.
Mientras se calentaba el caldo, le preparó un zumo de naranja. Le echó dos cucharadas de azúcar y lo removió. Sacó una bandejita del armario y la puso en la encimera. Le echó un último vistazo al caldo, y fue a ver cómo estaba Carlos. Lo vio saliendo del cuarto de baño, en dirección a su dormitorio.
-Carlos, vete a mi habitación, anda -dijo ella.
Carlos se quedó extrañado.
-Mi cama es mejor que la tuya. Anda, ve a mi habitación -insistió ella- Enseguida te traigo el caldito.
Carlos asintió y se fue a la habitación de Sara. Ella, destapó la cama, tumbó a Carlos y le tapó con las sábanas y el edredón.

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