Capítulo 33: 'No hay nada que perdonar'
Daniela siguió el consejo de su amigo, y fue al mostrador. Allí, preguntó por un chico morenito. La mujer le dijo que había ido al baño, y le indicó el camino.
David entró en el baño, y cerró la puerta exterior de un portazo. Se apoyó en uno de los lavabos, apretando los puños con fuerza.
¿Cómo podía Daniela pensar eso? ¿No le había bastado un año de relación para darse cuenta de que él la amaba? Nunca le había levantado la mano, ni discutido, ni llorado. ¿A qué viene ahora ese miedo hacia él? ¿Y si le dejaba? Si le dejaba, se moría, así de simple. No podría aprender nunca a vivir sin ella. A vivir sin su risa, a vivir sin verla sonrojada día a día, a vivir sin su abrazos, sin sus besos... Unas lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Se sentía decepcionado.
La puerta del baño se abrió, y David se giró y se secó rápidamente las lágrimas.
-David -murmuró una chica.
El chico se giró, y vio a Daniela. Se volvió a secar las lágrimas y respiró profundamente.
-¿Qué quieres? -dijo él sonando un poco borde.
-Yo... Quería decirte que... -comenzó ella.
-¿Tienes miedo de mí? -preguntó él con la voz quebrada.
-No, David, por favor.
-Porque eso es lo que has insinuado antes -continuó sin escucharla.
-David, sabes que no quería decir eso. Sabes que te quiero.
A David volvieron a caerle otras lágrimas.
-No llores, por favor -pidió ella.- Deja que me explique.
David asintió, se volvió a secar las lágrimas y la miró.
-Es que... Esta es mi primera relación seria, y yo... -rompió a llorar- No puedo perderte, David, te amo.
Daniela se acercó a él, levantó la cabeza y le miró. El chico extendió sus brazos y la abrazó. Le dio un beso en la cabeza, mientras aprovechaba para oler su pelo.
-¿Me perdonas? -preguntó ella.
-No hay nada que perdonar, princesa -sonrió él.
Daniela levantó al vista y sonrió, David pasó un mechón de Daniela detrás de la oreja y acercaron lentamente sus labios, hasta que se juntaron. Daniela pasó las manos al cuello de David, y él bajó las manos hasta su cintura, para pegarla más a él.
-Para, para -dijo Daniela- Ahora no, por favor.
-Sí, lo siento. -dijo David, avergonzado.- No me he podido resistir.
-Yo tampoco -Daniela sonrió.
Ambos salieron juntos del servicio, y se encontraron a Carlos y a Sara hablando con el médico. Se acercaron corriendo rápidamente.
-¿Qué pasa? -preguntó Daniela, intrigada.
-¿Son amigos o familiares de Blas y de Vanessa? -preguntó el médico. Todos asintieron- Vanessa ha sufrido un paro cardíaco y ha entrado en un estado de coma.
Sara se llevó las manos a la boca, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Carlos le pasó el brazo por la cintura y la pegó a él.
-Las próximas cuarenta y ocho horas serán decisivas. Si no despierta... Es poco probable que lo haga. Lo siento.
-¿Podemos pasar a verla? -preguntó David.
-Ahora mismo, no. -respondió él- Está recuperándose. En unas dos horas vendrá un enfermero y ya os informará de cómo va evolucionando.
Daniela se quedó paralizada.
-Y... ¿Y Blas? -preguntó ella.
-El chico ha sufrido un ataque de nervios, lo han sedado y está en una habitación. Será mejor que no lo visitéis, no sabremos cómo reaccionará.
-Pero, ¿cuándo le darán el alta? -preguntó Carlos- Tenemos una audición para Destino Eurovisión.
-Si no hay problemas, esta tarde mismo. -respondió- Disculpadme, chicos, me tengo que ir.
-Pfff. -suspiró Carlos, cuando se fue el médico- Menos mal. Al menos, podremos hacer la audición, que es en directo.
Sara se separó de él.
-¿Eso es lo único que te importa? -preguntó Sara, cabreada- ¿Una estúpida audición? Una de mis mejores amigas está entre la vida y la muerte y tú te preocupas por una audición. Muy bien. Esta amistad, o lo que quiera que tengamos, va de puta madre.
Dicho esto, salió deprisa del edificio.
-Joder, coño -dijo Daniela, con la voz quebrada- No puede salir nada bien.
David la abrazó.
-Todo se solucionará, estoy seguro. -la tranquilizó- Confía en mí.
Carlos salió fuera del hospital, estaba lloviendo. Vio a Sara a lo lejos, iba andando, sin paraguas. Sólo llevaba la ropa de anoche: botines, medias, falda, camiseta y una chaqueta fina.
-¡Sara! -la llamó mientras corría hacia ella.
La chica ni se giró.
-¡Sara! -volvió a gritar él, cogiéndola del brazo.- Oh, lo siento. -se disculpó- Me he confundido de persona. Lo siento.
La muchacha sonrió.
-No importa.
Carlos asintió, y salió corriendo a la calle. Miró a los lados, pero no vio a nadie. La calle estaba desierta. Sin pensarlo dos veces, sacó su teléfono móvil, y la llamó. Le saltó el buzón de voz.
Decidió enviarle un SMS:
'Sara, joder, lo siento. ¿Dónde estás? No quiero que te pase
nada'
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