lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 12: '¿Me regalas una sonrisa?

Hola. Siento que sea tan cortito, pero es que estoy malita, y no hay ánimos, lo siento. No sé si mañana podré publicar otro o no, pero quería desearos un feliz año nuevo, y agradeceros a las que habéis leído en algún momento alguna de mis novelas. Os quiero, princesitas, no lo olvidéis.

Capítulo 12: '¿Me regalas una sonrisa?'

David abrió los ojos, y se encontró a Daniela tumbada a su lado. Tenía la cabeza apoyada sobre su torso desnudo, y su mano estaba entrelazada con la de él. Le encantaba la expresión de su cara cuando dormía. Lo amaba todo de ella. Con la mano que cubría la espalda de ella, cogió un mechón y se lo puso detrás de la oreja. Daniela era morena, como le gustaban, las prefería con el pelo rizado, pero Daniela era una excepción. Él la amaba así, y no se hable más. Daniela comenzó a temblar, y poco después a sollozar. David la observaba preocupado, estaba llorando en sueños. Debía despertarla con una voz delicada.
-Eh, Daniela -dijo sacudiéndole el hombro con delicadeza- Daniela, despierta.
Daniela abrió sus ojos marrones, que se encontraron con los de David.
-¿Estás bien? -preguntó él.- Estabas llorando. ¿Has tenido una pesadilla?
-Sí -dijo Daniela secándose las lágrimas- Lo siento.
David la abrazó contra su pecho.
-Ya está. No llores, ¿vale? -dijo él- ¿Me regalas una sonrisa? -preguntó. Daniela sonrió al oír este comentario.- Te quiero -dijo dándole un beso en los labios.
-Y yo a ti -dijo ella.
-Voy a darme una ducha, ¿vale? Ahora vengo.
-Vale. -sonrió ella.
David cogió una toalla y se fue al baño. Daniela pensó que debía hacerle algo especial a su, ahora, novio. Se levantó, se puso la camisa blanca que David llevó anoche, hizo la cama, y fue hacia la cocina. Allí, le preparó un desayuno. Pensó en unas tostadas con mantequilla, pero también encontró mermelada de fresa, así que la añadió.


David salió de la ducha y fue a su habitación. Daniela no estaba. Pensó que ya se habría marchado,
aunque luego vio su vestido, y se relajó. Llegó a la cocina, y se la encontró con su camisa de anoche preparando el desayuno. No se pudo resistir a agarrarle la cintura por detrás y darle un beso en el cuello.
-¿Qué haces? -preguntó él con delicadeza.
-Tu desayuno -sonrió ella.
-¿Mi desayuno? -preguntó David, sorprendido- ¿Y qué me has preparado?
-Tostadas con mantequilla y mermelada -sonrió ella, cogiendo una que ya estaba lista para comer y ofreciéndosela- ¿Quieres?
-Si me la das tú, sí -sonrió dándole un bocado.- Mmm. Está muy buena. -dijo- Eres una buena cocinera -sonrió.
-Gracias -dijo ella.
De pronto, recordó lo de anoche, cuando él y otros chicos cantaron una canción.
-Dime una cosa -comenzó ella- ¿Conocías de algo a los chicos con los que cantaste anoche?
-No. Bueno, un poco, pero no mucho. ¿Por qué?
-Cantásteis muy bien -dijo ella sonriendo.
-Hemos formado un grupo, ¿sabes?
-¿Ya? -preguntó sorprendida- ¿Tan pronto?
-Sí. Tenemos que buscar un nombre, pero...
-Me alegro por ti -le interrumpió ella.
-Oye, ¿y a ti, qué te gustaría ser? -preguntó él.
-No sé. -respondió encogiéndose de hombros- Me gustaría ser bailarina o modelo, pero para pasar hambre como que no.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Capítulo 11: 'Porque le quiero'

Capítulo 11: 'Porque le quiero'

Vanessa y Fernando se quedaron en la fiesta. Ella le había perdonado, como siempre, y él ha vuelto a prometer que no le pondrá la mano encima nunca.
-¿Te gusta mi vestido? -preguntó ella, emocionada. Había escogido un vestido blanco. Era su color favorito.
-No mucho. -respondió él- Con ese color se te puede transparentar el cuerpo.
-Pensé que te gustaría -repuso ella.
-La verdad es que no -dijo él- Te quiero sólo para mí, ya sabes.
Vanessa se apartó con dureza, y subió a la planta de arriba.

Por otro lado, Sara bailó la mayoría de la noche con un chico rubio, se llamaba Carlos, y era de Alicante. Le pareció bastante atractivo, pero tampoco para llegar a salir con él. Además, vivía muy lejos, y las relaciones en la distancia no eran lo suyo. Se enamoraba con facilidad.
-Vaya, bailas muy bien -la elogió el chico.
-Gracias -sonrió ella- ¿Tú no bailas?
-No se me da muy bien... -rió.
-¿Y qué se te da bien? -preguntó ella con curiosidad.
-Hacer reír a la gente, cantar...
-¡A lo mejor vas para cantante cómico! -exclamo ella, divertida.
A Carlos le hizo gracia su comentario, y se estuvieron riendo toda la noche cada vez que uno de los dos pensaba en eso. Lo que Sara no sabía, era que Carlos decía en serio lo de cantar.

Mientras, Vanessa estaba en la planta de arriba, quería ir al baño, pero estaba ocupado. Se apoyó en la pared y comenzó a llorar. ¿Por qué se tenía que haber enamorado de un chico que la pegaba? Recordó todos los momentos que había pasado con él: Cómo lo conoció en una fiesta, como hablaban siempre, cómo le mandaba un mensaje cada noche preguntándole lo que había hecho durante el día... Era muy atento, y eso a Vanessa le encantaba en un hombre, quizás debería perdonarlo. También recordó lo que le dijo Sara, su amiga: debe olvidarse de él, le hace sufrir mucho, y lo mejor es que se olvide de él.
La puerta del baño se abrió, y salió un chico morenito de ojos azules, la vio llorando, y se acercó a ella.
-Eh, ¿qué te pasa? -le preguntó él.
Vanessa se secó las lágrimas y respondió:
-Nada, no te preocupes.
-Sí me preocupo. Una chica tan guapa no tiene por qué llorar. Venga, dime, ¿qué te pasa? -insistió.
-No te preocupes, en serio -dijo ella- No te conozco de nada, y no tienes por qué preocuparte por alguien que ni conocías.
-Me llamo Blas, nací el veintiséis de octubre, tengo dieciocho años, y mi color favorito es el blanco -le dijo- Hala, ya me conoces. ¿Y tú eres...?
Vanessa suspiró, y debido a la insistencia del chico, contó algo de ella.
-Me llamo Vanessa, nací el veintiuno de Abril, y tengo veinte años.
-¿Y tu color favorito? -preguntó él, interesado.
Vanessa se quedó callada, miró hacia el suelo y sonrió.
-Venga, dímelo -rió él.
-El blanco. -sonrió.
-¡Te has copiado, mala persona! -exclamó él, divertido.
Obviamente, lo que él quería, era hacerla reír, y lo ha conseguido.
-A lo mejor te has copiado tú de mí, yo soy más mayor -rió ella.
-No creo, ¿eh? -dijo- Bueno, ¿me dirás lo que te pasa, Vanessa?
-Nada, es solo que... me he peleado con mi novio -dijo al fin.
-¿Y eso? -preguntó extrañado.
-No sé -dijo encogiéndose de hombros- Me controla mucho. Yo quiero un novio atento pero que respete mi espacio, y eso él no lo hace.
-¿Y por qué no terminas con él? Creo que eso sería lo mejor.
Vanessa suspiró. Todos le decían lo mismo: Que acabara con él, que sólo le ha hecho daño, que le ha hecho apartarse de su familia. Su familia... Hace un año que no sabe nada de sus padres.
-Porque le quiero -dijo con la voz rota.
El chico suspiró y le dio un abrazo.
-No dejes que nadie te haga llorar, eres perfecta. Cualquier chico querría estar contigo, créeme. -dijo.
Vanessa se secó las lágrimas y sonrió tristemente.
-Gracias.
-De nada. -dijo él.
-¿Cuál es tu apellido? -preguntó ella.
-Cantó. Blas Cantó. -confirmó- ¿Tienes tuenti?
-Sí -dijo ella.
-Pues mándame una petición de amistad, ¿vale? -dijo guiñándole un ojo.
-Sí, lo haré. -sonrió- Esto... Blas.
Él se giró, ya que estaba dispuesto a bajar las escaleras.
-Gracias -dijo ella.
-Nada. -sonrió él- Sonríe, que tienes una sonrisa preciosa.
Vanessa sonrió, y Blas se giró y comenzó a bajar las escaleras, se chocó con un chico alto.
-Perdón -se disculpó Blas.
-¿Estabas ligando con mi novia? -preguntó el otro chico.
-¿Qué? No, solo estaba mal, y la he consolado -dijo él, a la defensiva.
-Procura que sea eso, porque como te hayas liado con ella, o...
-Eh, tranquilo, ¿vale? Que no ha pasado nada -le dijo Blas bajando las escaleras.

Capítulo 10: 'No quiero que malgastes tu vida con un muerto de hambre'

Capítulo 10: 'No quiero que malgastes tu vida con un muerto de hambre'

Después de cantar, David se bajó del escenario y fue hacia Daniela, y otra chica.
-Daniela -le dijo- ¿Podemos hablar a solas, por favor?
Daniela asintió y se levantó. Se alisó el vestido y fue con David, que la condujo fuera de la casa.
-Siento haberte dejado ir -se disculpó el chico- No quiero que malgastes tu vida con un muerto de hambre.
-¿Me quieres? -preguntó ella.
-Muchísimo -confesó el chico.
-Me da igual malgastar mi vida contigo, si eres a la persona a la que amo. -respondió Daniela.
-Desde que me tiraste la bebida encima, en la discoteca, supe que no conseguiría olvidarme de ti. -dijo él.
-¿Quién iba a pensar que los cubatas serían tan útiles? -sonrió ella.
-Yo no, desde luego. -dijo él, sonriendo.
Daniela bostezó. Tenía sueño. La noche anterior no había podido pegar ojo, estaba pensando en David.
-¿Nos vamos a casa? -preguntó él.
-Sí, porque tengo un sueño...
David rió y le pasó un brazo a Daniela por la cintura. Ella apoyó la cabeza en su hombro. Daniela notaba cómo se le cerraban los ojos mientras caminaba. Dudaba que pudiera aguantar mucho más, así que David la cogió en brazos hasta llegar al portal de casa de este.
-¿Quieres que te acompañe a tu casa? -preguntó él.
-No, me iré yo sola. Gracias -respondió ella.
A David no le convencía que Daniela se fuera sola, no tan tarde. Podría pasarle cualquier cosa. Además, David estaba seguro de que había bebido, porque olía un poco a alcohol. Ni de broma la dejaría sola.
-Tengo que recoger mi neceser con el maquillaje -dijo ella- Lo tengo en tu casa.
-Ah, vale, vamos. -David cogió la mano de ella y subieron juntos hasta su piso.
En la habitación del chico, Daniela se retocó el maquillaje para que no se notara que había llorado. Mientras, detrás suya, David se quitaba la camisa que había llevado esa noche. Daniela volvió a espiarlo, y sus miradas se encontraron. Daniela se incorporó, se giró y miró a David. Él le sonreía, y ella a él. David se acercó y la beso en los labios, mientras le apartaba un mechón de su cara.
Él era muy lanzado, mientras que Daniela sólo lo era si estaba segura. Le costó lanzarse para darle el primer beso a un chico. Pero eso había cambiado, ahora estaba segurísima al cien por cien de que quería a David.
El chico bajó hasta su cuello, mientras lo besaba.
-Si quieres que pare, dímelo -susurró él.
-No -dijo como pudo. Estaba esclavizada por sus besos. Le encantaban.
-Te amo -susurró él.
-Hay un problema -dijo Daniela- Yo no...
-Shhh -susurró- Vale, tranquila, no te preocupes -le dijo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Capítulo 9: 'Esta vez, sí. Lo vamos a conseguir'

Capítulo 9: 'Esta vez, sí. Lo vamos a conseguir'

David se quedó perplejo cuando Daniela le dijo todo eso después de besarlo. Le hubiera gustado retenerla, pero no podía. ¿Qué le iba a decir? ''Yo también te quiero. Por favor, sal con un chico que no tendrá futuro porque le gustaría ser cantante o actor.'' Además, iba a volver a Granada con su madre, lo llevaba pensando un tiempo. Se giró y se dispuso a irse cuando un chico le agarró el brazo.
-Oye, ¿qué le has hecho a esa chica? -le preguntó- ¿Por qué llora?
David no solía confiar en gente desconocida, pero la cara de ese chico le sonaba bastante. Le había visto varias veces por Madrid, y en representaciones teatrales.
-¿David? ¿Eres tú?
-¿Álvaro? -sonrió- ¡Cuánto tiempo! -los dos se dieron un abrazo.- ¿Cómo te va con el teatro?
-Bien, muy bien. Estamos haciendo varias representaciones, y eso -respondió- ¿Y a ti? Me he enterado de que hiciste una audición para una serie y que quedaste segundo, ¿no?
-Sí, bueno, también me he hecho una maqueta. -dijo- Pero como no tengo a nadie conocido que trabaje en este mundillo, no se la he podido enseñar a nadie.
Un chico de ojos azules había estado escuchando la conversación, le dio unos toques en el hombro a sus dos amigos rubios y se acercaron a ellos dos.
-Perdonad, ¿estáis hablando de una maqueta de un CD? -preguntó el chico de ojos azules.- Soy Blas, y ellos son Carlos y Dani.
-¿Blas? -dijo Álvaro.- Tú y Dani participásteis en Eurojunior, ¿no? -preguntó, pero no esperó respuesta- Soy Álvaro, tío.
-¡Vaya! Hola, Álvaro, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo sin verte! -exclamó- Desde que fui a ver el teatro ha pasado muchísimo tiempo.
-Pues sí. -coincidió él.
Dani carraspeo.
-¿Y eso de la maqueta? -preguntó.
-Ah, sí -dijo Blas- Tu sueño es ser cantante, ¿no? -David asintió- Bueno, yo conozco a un representante. Se llama Magí. Magí Torras.
-¿De verdad? ¿Me podrías dar su teléfono? -preguntó David entusiasmado. Su sueño podría hacerse real.
-Está aquí -dijo Blas- Espera, voy a buscarle.
Dani, Carlos, David y Álvaro se quedaron hablando más sobre sus sueños y participaciones en concursos. Dani contó algo sobre Blas, ya que era el que mejor lo conocía de los cuatro. En ese momento, todos se dieron cuenta de que tenían algo en común. Su sueño era el mismo. Ser cantantes.
Al rato, Blas vino con Magí, y se fueron los seis a una habitación del piso de arriba, donde no hacía tanto ruido como abajo.
-Lo siento, chicos -se disculpó Magí- Pero ahora mismo no represento a solistas. Disculpadme. Si conociérais a otros chicos para formar un grupo...
Los cinco chicos se miraron y sonrieron.
-Podríamos intentarlo -sonrió Dani.
-¿Intentar el qué? -preguntó David.
-El grupo. Podríamos hacerlo -explicó Dani.
-Cantemos algún tema -sugirió Carlos.
-¿Qué tal Umbrella, de Rihanna? -dijo Álvaro.- ¿Os sabéis el estribillo?
Todos asintieron y empezaron a cantar. Sus voces empastaban perfectamente, David los miraba sonriendo mientras pensaba: ''Esta vez, sí. Lo vamos a conseguir.''
Magí habló un poco más con ellos. Les prometió que se lo diría a la productora, a ver lo que se podía hacer, y se marchó a la planta de abajo.
Los cinco chicos se quedaron hablando un tiempo más. Se intercambiaron los números de teléfono, eso sería indispensable. Deberían estar en contacto.

Los cinco chicos bajaron a la planta de abajo, donde les decían a todos que habían formado un grupo de música. La mayoría les daban la enhorabuena y sonreían. Más que nada, por darle ánimos, ya que es complicado que funcione una boyband en España. Tal era la ilusión de los chicos, que todos pidieron que cantaran un tema. Dani cogió una guitarra que había en la casa, y entonó Umbrella, otra vez.
Cuando terminaron de cantar, todos aplaudieron. Las voces eran muy buenas, definitivamente, y si tenían tantas ganas como aparentaban, ¿por qué no lo iban a conseguir?

Capítulo 8: '¿Me concede este baile, señorita?'

Capítulo 8: '¿Me concede este baile, señorita?'

David y Daniela ya habían quedado otras veces anteriormente, y se caían muy bien. Se podría decir que, incluso, eran mejores amigos, pero Daniela sentía algo más por él, y tenía miedo de que él no sintiera lo mismo por ella y perderlo para siempre. Esa tarde, Daniela y David habían quedado en su casa para escuchar la maqueta de este, que encantó a Daniela e incluso lloró con una canción. Después, se habían dirigido a la fiesta de su amigo Carlos.
-Hay mucha gente, ¿no? -preguntó Daniela nada más entrar en la fiesta, alzando un poco la voz.
-Sí -coincidió él.- Pero así lo pasaremos mejor, ¿no crees?
-Sí, supongo.
A David le encantaba estar de fiesta, al contrario que Daniela. Él prefería una discoteca; ella, un chocolate caliente, un buen libro romántico, y una mantita. Daniela fue presentada por David a casi todo el mundo. Bailaron juntos casi todas las canciones. La mayoría eran pinchadas en gran parte de las discotecas de Madrid. Como dicen, después de la tempestad, viene la calma, y el DJ pinchó una canción lenta.
-¿Me concede este baile, señorita? -bromeó David tendiéndole la mano a la chica mientras hacía una reverencia.
Daniela rió y le dio su mano. David la acercó a ella y le pasó la mano por la cintura, quizás puso su mano demasiado baja. Daniela se sintió un poco incómoda, ¿o serían nervios? Lo importante era que David lo notó, y subió las manos hasta la altura de la cintura. Daniela agradeció aquel gesto con una sonrisa.
-Lo siento, pero bailo de pena -dijo David.
-No te preocupes -sonrió ella.
Un mechón del pelo de Daniela se salió de su sitio. Entonces, David levantó una mano y lo puso detrás de la oreja mientras se miraban a los ojos. El chico se fue inclinando poco a poco hacia los labios de Daniela, hasta que los probó. Eran cálidos y carnosos. Para Daniela fue, quizás, el mejor beso que podrá tener en toda su vida, el del chico que le había hecho sentir algo especial. Para David, fue un beso con remordimiento. El remordimiento de amarla y que ella no sintiera lo mismo. El remordimiento de que su amistad se fuera a la mierda.
-Lo siento -se disculpó él, nada más apartarse.
-No -la chica negó, y cogió la cara de David, se volvieron a besar.- Te quiero -susurró.- Sé que no sentirás lo mismo por mí, pero debía decírtelo, lo siento.
Dicho esto, Daniela se marchó y comenzó a llorar. La había cagado como nadie. Seguramente, él ya no querría saber nada más de ella. Fue entonces cuando se tropezó con un chico que había estado observando la escena.
-Lo siento -se disculpó- No te había visto.
-¿Estás llorando? -le preguntó el chico- ¿Qué te pasa? ¿Te ha hecho algo ese chico?
Al momento llegó una chica, traía consigo dos bebidas.
-¿Qué le pasa, Álvaro? -preguntó ella.
-No lo sé -le dijo- Se ha tropezado conmigo.
Nerea, la chica, soltó la bebidas en una mesa y le indicó a su chico que se fuera. A él se le ocurrió la brillante idea de irse a hablar con el chico moreno con el que había estado hablando la chica que se tropezó con él.
Mientras tanto, Nerea se quedó consolando a la chica después de que esta le hubiera contado todo lo que había sucedido.
-Tengo miedo de que no quiera volver a verme -sollozó Daniela.
-A ver, cariño, no tienes que tener miedo de que no vuelva a querer verte -le dijo- Tenías que lanzarte sí o sí, y si no quiere verte, chapó por él. Él se lo perderá, cielo. -le dijo- Mira, mi novio ha ido a hablar con él, y seguro que todo esto se soluciona. ¿Vale? -Daniela asintió y se secó las lágrimas.- Anda, no me llores más.
-Muchas gracias, eh... -comenzó a decir Daniela.
-Nerea -respondió con una sonrisa- Y tú eres...
-Daniela. -sonrió.
-Encantada, Daniela. Bueno, mi novio se llama Álvaro.
-Mi amigo, David. -respondió ella- Bueno, me gustaría que fuera algo más que un amigo, pero...

jueves, 26 de diciembre de 2013

Capítulo 7: 'Te amo, prométeme que no lo olvidarás'


Capítulo 7: 'Te amo, prométeme que no lo olvidarás'

Álvaro terminó de abrocharse el último botón de su camisa cuando recibió una llamada de su chica, Nerea. Estaba abajo esperándole. Se miró en el espejo, se retocó el peinado, y cogió su chaqueta. Iba a ir a una fiesta. La organizó un amigo suyo de Madrid. Álvaro siempre ha vivido en Alcalá de Henares, un pequeño pueblo de Madrid, donde ha recibido mucho cariño. Eso sí, al ser un pueblo pequeño, tiene que irse a la capital para trabajar en lo que más le gusta, el teatro.
Se despidió de su madre dándole un beso, y avisándole de que no iba a volver para la cena. Bajó hasta la planta de abajo, donde saludó a su chica con un beso en los labios.
-Me gusta cómo vienes hoy -le dijo.
-Tú también estás muy guapo -se sonrojó ella.
Llevaban sólo tres meses juntos, lo suficiente como para darse cuenta de que eran indispensables el uno para el otro. Se querían, se amaban, se necesitaban.
-¿Has traído el coche, no? -preguntó Álvaro.
-No, me he traído los patines -bromeó ella.
-Qué graciosa eres, ¿no? -dijo él- Pues me he enfadado. -dijo echando a andar más deprisa.
-Ay, no te enfades, Alvarito -dijo ella, cogiéndole del brazo- ¿Qué tengo que hacer para que me perdones? -dijo alcanzándole.
 Él se paró en seco, fijó su mirada en los ojos castaños de ella, y le susurró:
-Bésame.
La chica se inclinó hacia delante y lo besó. Álvaro sonrió, y Nerea lo notó. Ambos se apartaron al mismo tiempo.
-¿Ves con la facilidad que me haces feliz? -preguntó él- Te amo -susurró.
-Y yo a ti -dijo ella.- Gira. -ordenó- En esta calle tengo aparcado el coche.
Apoyó la cabeza en el hombro de Álvaro, y fueron así hasta llegar al coche. La chica se sentó en el asiento del conductor, y Álvaro en el de copiloto. Él no sabe conducir, todavía no se ha sacado el carnet. Se lo ha pedido a su madre, él era el único en teatro que no tenía carnet de conducir, pero su madre se lo ha negado. Ella siempre le decía que se lo tenía que ganar con su dinero. Álvaro lleva tiempo ahorrando, pero el transporte desde Alcalá de Henares hasta Madrid es muy caro.
-Indícame por dónde se va -le pide la chica a Álvaro.
-Vale -responde él.
Durante el camino, hablan de varias cosas. Desde lo que harán en agosto, hasta lo que estudiarán cuando empiece la época de ir a la universidad, ya que ambos cumplirían en octubre veinte años.
-Creo que seguiré con teatro -comentó Álvaro.
-Yo iré a estudiar magisterio infantil -dijo ella.
Estuvieron el resto del camino sin hablar, tendrían menos tiempo para verse entre semana y menos todavía para quedar los fines de semana. Era duro para ellos como pareja. Se amaban, lo sabían, pero la distancia juega malas pasadas. En un semáforo en rojo, Álvaro miró a Nerea, le cogió la barbilla y la besó.
-Te amo -susurró él- Prométeme que no lo olvidarás.
-Te lo prometo -sonrió ella tristemente.
Ambos eran conscientes de lo que pasaría si empezaban una carrera universitaria, y ambos sabían lo que pasaría si Álvaro llegara alguna vez a cumplir su sueño de ser actor o cantante: lo pasarían fatal y, probablemente, tendrían que separarse. Y eso no lo quería ninguno de los dos.

Capítulo 6: Entonces, ¿qué es?


Capítulo 6: Entonces, ¿qué es?

-Hola princesa. Mira lo que te he traído -saludó su chico. Ella no se despertaba, por lo que la zarandeó un poco más- Vanessa, despierta.
Ella abrió los ojos, vio a su chico y le sonrió.
-Buenos días.
-Mira, te he traído el desayuno -dijo él.- ¿Quieres que te lo dé yo?
Vanessa sonrió. Le alegraba que Fernando la despertara así algunas mañanas. En cambio, odiaba cuando la despertaba para usarla, solamente. Sin embargo, eso ya había cambiado. Se lo prometió anoche. Ya no volvería a abusar de ella nunca más.
Fernando cogió una tostada de mantequilla con mermelada, y se la ofreció a Vanessa. Ella le dio un pequeño mordisco y sonrió. La verdad era que estaba bastante buena. La mermelada le daba un toque muy dulce.
Vanessa terminó de comerse el desayuno, siendo observada por Fernando.
-¿Tú ya has desayunado? -preguntó ella.
-No. -negó él.
-¿Qué quieres comer? -preguntó ella amablemente- Te lo puedo preparar yo, si quieres. Unas tostadas...
-Te quiero a ti, Vanessa -dijo él besándola apasionadamente.
Ella se intentó apartar, pero él la agarró fuertemente de la muñeca.
-Déjame, Fernando, que no quiero.
-¿Por qué? -preguntó él con rabia.- ¿Has encontrado a otro, verdad?
-No, no es eso. -dijo ella agachando la cabeza.- Es que...
-¡Eres una zorra de mierda! -exclamó él, sin dejarle tiempo para explicarse.
-¡Fernando, que no es eso! -exclamó ella.
-¿Entonces, qué es?
Vanessa no dijo nada, se quedó en silencio.
-Sabía que era eso, ¡eres una guarra! -dijo dándole un puñetazo en la cara.
Vanessa levantó la mirada, y notó cómo, de su boca, salía un hilo de sangre.
-Lo- lo siento -dijo él sin suavizar la mirada.
-Vete de aquí, Fernando. -dijo ella.
-Lo siento, Vanessa, yo... -comenzó a explicarse.
-¡Vete! -gritó ella con rabia.
El chico cogió sus cosas, se vistió, y se fue de casa de Vanessa.
Ella se tumbó en la cama, boca abajo, y se puso a llorar.

Vanessa llevaba así una media hora, cuando su teléfono sonó. Era Sara.
-Hola -saludó Vanessa intentando disimular la voz.
-¡Hola, Vane! -saludó Sara muy feliz- ¿Puedes hablar?
A Sara le incomodaba que Fernando estuviera escuchando de lo que hablaban, aunque no lo hicieran sobre él.
-Sí, estoy sola en casa. ¿Qué quieres?
-Pasado mañana hay una fiesta. Te vienes, ¿verdad?
-¿Una fiesta? ¿Dónde?
-En casa del amigo de un amigo de Daniela. Lo conoció la otra noche en una discoteca, cuando no pude ir.
-¿No fuiste? ¿Por qué?
-Porque tenía exámenes -respondió ella.- ¿Y tú, por qué no fuiste?
-Fernando no quería que fuera. -respondió- No le pareció bien.
-Pues a mí no me parece bien que él decida por ti, Vane. -dijo ella, amablemente.
-Es mi novio, debo hacerle caso. -dijo ella- Si no, lo perderé.
-¿Qué perderás? -preguntó ella- ¿A un chico que te controla y te pega? Yo no sé tú, pero yo estaría encantada de perderle para siempre.
-Sara...
-Sí, sí, lo entiendo. Es tu vida y no la mía, pero deberías hacerme caso. -dijo ella- ¿Entonces, qué? ¿Te vienes?
Vanessa lo pensó unos segundos.
-Venga, vale -sonrió.- Mándame la dirección por un mensaje, ¿eh?
-Vale -respondió Sara. Le alegraba que Vanessa hubiera aceptado sin tener que preguntarle al estúpido de Fernando.- Hasta ahora.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Capítulo 5: '¿Y tú qué, has encontrado algo?'

¡Holi! Sé que el capítulo de hoy es muy corto, pero como es Navidad, quiero pasarla con la family, y supongo que vosotros también. ¿Os ha traído Papá Noel muchas cositas? ¿Ha caído alguna que otra reedición? Bueno, que disfrutéis del capítulo y, ¡Feliz Navidad!

Capítulo 5: '¿Y tú qué, has encontrado algo?'

Dani llegó corriendo al lugar donde se encontraba Blas. Eran dos amigos desde hace tiempo, se conocieron en un concurso infantil de televisión, no se veían hará como unos tres o cuatro años, por lo que Blas se citó con él una noche. Ambos compartían el mismo sueño que David: ser cantantes. Dani era rubio con ojos azules, y Blas era morenito con ojos azules. Ambos tenían diecinueve años.
-Hola, Blas, ¿qué pasa, tío? ¿Cómo estás? -lo saludó con un abrazo.
-Muy bien, ¿y tú? -preguntó él- ¿Has encontrado alguna salida para ser cantante?
-Qué va, tío, esto está fatal. No encuentro nada. Por ahora sigo con kárate, y buscando salidas por algún lado, pero no veo nada de nada.
-Vaya, lo siento mucho -se lamentó Blas.
-Y tú, ¿qué? ¿Has encontrado algo?
-Pues igual que tú, nada de nada.
-Lo siento mucho, tío. Y bien, ¿a dónde vamos? -preguntó el rubio.
-Verás, eso es una cosa. Resulta que, como estoy poco tiempo en Madrid, aquí vive un amigo mío que se llama Carlos, y nos queríamos ver, por lo que lo he invitado también. Espero que no te importe.
-No, da igual. -dijo el rubio.
-Lo que pasa es que llega tarde, como siempre...
-¿Cómo es? -preguntó Dani.
-Rubio. Muy rubio, no tiene pérdida.
-¿Es ese? -preguntó Dani señalando a otro chico mucho más rubio que él.
-Sí. ¡Carlos! -lo llamó. Estaba en la acera de enfrente, por lo que el rubio tuvo que cruzar.
-¡Hola Blas! -lo saludó con un abrazo- ¡Cuánto tiempo!
-Me alegro de verte, Carlos -dijo- Éste es Dani. Lo conocí en Eurojunior. Dani, Carlos, mi amigo.
-Hola,encantado -se dieron un apretón de manos.
-Siento haberos citado a los dos, pero ando justo de tiempo. Además, esta noche tengo que ir a una fiesta y... -dejó la frase sin acabar. A lo mejor querían ir.- ¿Os apetece venir? -preguntó.
-¿De verdad? -preguntó el rubio de ojos azules- ¡Claro!
-Bueno, supongo que iré una hora, o así -respondió el rubio de ojos encogiéndose de hombros.
No le apetecía nada ir a esa fiesta, sólo se pasaría para no hacer el feo, ya que le habían invitado.
Los tres chicos, se fueron a cenar a un burguer, y después, se fueron los tres juntos para la fiesta.

martes, 24 de diciembre de 2013

Capítulo 4: 'Sé que estoy buena, pero me parece que vas muy rápido'

Capítulo 4: 'Sé que estoy buena, pero me parece que vas muy rápido'

Daniela llegó al bar después de echarse una siesta en casa. Una escalera conectaba el bar con su casa, por lo que nunca llegaría tarde al trabajo.
-Hola abuelo -saludó con dos besos- ¿Y mamá?
-Ha ido al psicólogo -respondió su abuela.
-Ah, vale.
Hacía años que iba su madre al psicólogo. Todo por culpa de su padre, nunca supo quererla. Nunca supo querer a nadie, sólo a él mismo. Lo que Daniela no entendía era cómo podía seguir queriéndolo pese a todo lo que les había hecho. Maltrató a su madre, la hizo sentir inútil... Pero, pese a eso, le quería. No sabía por qué. Su padre no tiene ninguna orden de alejamiento contra ellas, aunque no le hace falta, puesto que no ha vuelto a aparecer por aquí. Notaba sus ojos llorosos, así que se puso un delantal y comenzó a atender a los clientes. Era una hamburguesería. Iba tomando nota y pasándole los pedidos a sus abuelos. Mientras, ellos cocinaban, ella recogía las mesas y las ordenaba.
A las nueve llegó su madre, y Daniela se tomó un descanso para cenar algo. Se quitó el delantal, se preparó un campero de Kebab, y se sentó en una de las sillas a comérselo. Cuando terminó, recogió y limpió su mesa, y continuó con su jornada laboral.

Eran ya las una y media de la madrugada cuando Daniela salió a tirar la basura. El contenedor más cercano estaba en la calle de al lado, así que no tuvo más remedio que ir. Sintió como alguien la observaba, junto con un escalofrío. Pensó que lo mejor era volver al bar para sentirse protegida. Giró en una esquina, y unas manos la cogieron por la espalda y le taparon la boca. Daniela gruñó, pataleó e intentó gritar, pero la calle estaba desierta y no había nadie que pudiera ayudarla. La cara de un hombre apareció en su campo de visión, no sabía quién era, hasta que el hombre le quitó la mano de la boca y saludó con un abrazo y un:
-Hija, ¡cuánto tiempo!
-¿Pa- Papá? ¿Eres tú?
-Sí. ¿No me reconoces? -preguntó él.
-No te he visto tantas veces como para reconocerte -se limitó a responder ella bordemente.
-Has salido como a tu puñetera madre -comentó amargamente.
-Y muy orgullosa que estoy -replicó- Anda, vete de aquí antes de que mamá decida denunciarte otra vez.
-No conseguirá meterme en la cárcel, igual que no consiguió tu custodia. -sonrió malignamente.
-Me fui contigo por una mierda de orden que impartió un juez. Yo quería quedarme con mamá y lo sabes muy bien. -le echó la chica en cara yéndose hacia el bar.
-Eh, eh, espera -dijo él agarrándola fuertemente de la mano.- Te vas a tranquilizar, ¿vale? Y me vas a contar lo que dice el psicólogo de tu madre.
-¿Tú eres imbécil, papá? ¡Suéltame! -exclamó ella intentando zafarse de sus manos.- ¡Que me dejes!
El hombre no la soltaba. Daniela temía que le fuera a hacer algo. Sabía que su padre no estaba muy bien de la cabeza. Había vivido con él desde los doce hasta los dieciocho años, que fue cuando volvió a casa con su madre. Su madre había cogido una depresión al no tenerla a su lado. Afortunadamente, él no se atrevió a hacerle daño a Daniela, al menos, daño físico.
-¡Eh, te ha dicho que la sueltes! -se metió un chico moreno. ¿No se equivocaba Daniela, o ese era David?
-David, mejor que te vayas -aconsejó ella.
-Eso, tú hazle caso a tu amiguita, chaval, que esto es cosa de familia. -le apoyó su padre.
-Lo he grabado todo en vídeo. -dijo él levantando su móvil- No querrá que se lo enseñe a un juez y le denuncie, ¿no?
El hombre arrugó la cara y soltó a Daniela.
-Maldito niñato de mierda -masculló.
Daniela se marchó, junto con David, sin despedirse de su padre. Se fueron juntos hasta el bar, donde Daniela insistió en prepararle algo de cena. Presentía que él no había cenado. Hubo un silencio incómodo que Daniela rompió.
-¿Me espías, por casualidad? -bromeó.
-La verdad es que un poco -rió él.- No sabía que trabajaras aquí.
-Pues sí, ya ves. -respondió ella- ¿Y tú qué? ¿Ya has salido del trabajo?
-Sí. -sonrió- Esto... ¿quieres que comamos los dos juntos? -preguntó, directamente.
-Sé que estoy buena, pero me parece que vas muy rápido -rió ella.
-Bueno, en realidad, tengo a alguien fichada, osea que...
 A Daniela esto el sentó bastante mal. ¿Cómo podía haber creído que un chico tan perfecto no iba a estar pillado por alguien? O que no tuviera novia. Había sido tonta, la verdad.
-Yo ya he cenado -respondió fregando el plato y el vaso que le acaba de dar David.
-Si quieres, te ayudo -sugirió él.- No me importa, de verdad.
-Vale. Gracias. -sonrió.
-¿Sabes? -dijo mientras colocaba una silla frente a la mesa- Estás más guapa cuando no estás borracha.
-Oh, ¡venga ya! -exclamó ella- Tampoco estaba tan borracha, digo yo.
-Eso es porque no te viste -bromeó.
En ese momento sonó su teléfono móvil.
-Perdona -se disculpó- ¡Hola, Carlos!
Daniela siguió recogiendo. David le hizo una señal y salió a la calle. Daniela lo observaba mientras recogía. Estuvo hablando por teléfono un buen rato, hasta que Daniela cogió la fregona para limpiar el suelo.
-¿Te apetecería venir a una fiesta? -le preguntó él.
-¿Una fiesta? ¿De quién?
-Un amigo mío, se llama Carlos. Va a hacer una fiesta este sábado, y me ha dicho que traiga a gente. ¿Quieres venir?
-¿Este sábado? Osea, mañana -preguntó ella- Pensé que íbamos a quedar para escuchar tu maqueta.
-Bueno, puedes venir por la tarde, y a la noche nos vamos a la fiesta. ¿Te apetece? -preguntó- Si no quieres, no pasa nada, ¿eh?
-No, de verdad, me gustaría ir. Muchísimas gracias -respondió ella.
-Ah, y si traes a gente, perfecto -dijo él.
-Vale. Traeré a algunas amigas. -respondió ella- ¿Me das la dirección?
-Te la enviaré por mensaje -sonríe él.
-Ah, eso significa que encontraste el papel que te dejé, ¿no?
-Sí -respondió él.- Muy lista eres tú, ¿eh? -sonrió.
Con ayuda de David, Daniela consiguió terminar pronto de recoger, avisó a sus abuelos, y se fue con David a la calle. Ambos se apoyaron en una barandilla. Él sacó un cigarro y lo encendió.
-¿Fumas? -preguntó ella, sorprendida.- Pensé que apenas tenías para llegar a fin de mes.
-Lo intento dejar.
-Sabes que es malo para las cuerdas vocales, ¿no?
-Sí, pero relaja. -respondió él- ¿Quieres?
-No, gracias -negó ella.
-¿Qué te pasa con tu padre?
-No es nada, es que... -comenzó.- Maltrataba a mi madre. Tenía doce años cuando el juez le dio mi custodia a mi padre. Él convenció al juez de que mi madre no estaba capacitada para cuidarme, así que el juez me llevó con mi padre. Al principio no entendía lo que pasaba, pero con el tiempo, me di cuenta de lo que se había convertido mi padre -se le rompió la voz- Nada más cumplir los dieciocho, volví con mi madre, lo que le sentó fatal a mi padre. Desde entonces, comenzó a acosarla por mensajes y mi madre cogió una depresión.
David escuchaba en silencio, sorprendido por todo. Su madre lloraba de dolor por su padre, pero nunca llegó a tanto. Pese a todo lo que estaba viviendo, se sintió afortunado.
Daniela se giró y comenzó a llorar, esperaba que David no la viera, pero no fue así. Se acercó a ella y le pasó los brazos por la cintura.
-Gracias por confiarme tu secreto -le dijo a ella.- ¿Quieres una caladita? -volvió a ponerle el cigarro frente a sus ojos.
-¿Tú no te preocupas por la gente? -preguntó ella, ignorando el cigarro.
-Puede parecer que no, pero las veinticuatro horas del día estoy pensando en mi madre y en mi hermanita. Las echo de menos.
-¿Cómo se llaman? -preguntó ella.
-Mi madre, Matilde, y mi hermana, Lucía. -respondió- ¿Tienes hermanos?
-No.
-Y, cuéntame, ¿cómo es eso de trabajar en un bar?
-Frustante y agotador -respondió ella- No tengo momento para estar relajada.- Volvió a recordar que el cigarro relaja, entonces se lo quitó a David de las manos y se puso a fumar.
-Ahora no te lo tendría que dejar -sonrió él.
El teléfono de Daniela comenzó a sonar. Era su madre, estaría preocupada.
-Me temo que te tengo que dejar. Mi madre está preocupada -dijo ella terminándose el cigarro.
-Está bien. Adiós -se despidió el chico.- ¡Gracias por la cena! -gritó antes de que Daniela entrara al bar.
Ella se giró y le sonrió. Le encantaba ese chico.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 21: 'Con la otra vez tuviste bastante, ¿no?'

Capítulo 21: 'Con la otra vez tuviste bastante, ¿no?'

Daniela salió a la calle, y buscó a  David con la mirada, pero no lo encontró.
-¡Bu! -le dijo él, sorprendiéndola por detrás.
-¡David! -exclamó ella- ¡Me has asustado!
-Lo siento, no quería asustarte -dijo él ocultando una risa.
A Daniela le sentó mal, así que se giró y comenzó a andar calle abajo.
-Eh, eh, espera. -dijo él riendo, todavía- Tú te vienes para acá que me tienes que dar mi beso.
La cogió del brazo delicadamente y tiró de ella hacía él. Daniela se quedó a escasos centímetros, y David tomó la iniciativa y le besó.
-¿Me perdonas? -le preguntó él, mirándola a los ojos.
-Sabes que me es imposible decirte que no -dicho esto, Daniela le cogió la cara con las dos manos y le volvió a besar.
-Te quiero -le dijo él.
-Y yo a ti -susurró Daniela.- Bueno, ¿cuál es el plan de hoy?
-Vamos a cenar a un sitio pijo.
Daniela rió.
-¿A un sitio pijo?
-Sí -confirmó él-, a un sitio pijo. Y después, vamos a ir a una discoteca. ¿Te parece bien?
Daniela asintió.
-Súper bien.
-Pues venga, vamos. -le dijo pasándole el brazo por la cintura.
Mientras caminaban hacia el restaurante, iban hablando sobre la banda que había formado David. Fue entonces cuando se enteró de que cada uno de los componentes era de una ciudad distinta. Álvaro era de Alcalá de Henares, Blas de Murcia, Carlos de Alicante, y Dani de un pueblo de Ciudad Real.
-Entonces, ¿tú y Álvaro sois de la misma ciudad, no? -preguntó Daniela.
-No. Yo soy de Granada -le corrigió- ¿No lo sabías?
-No. Pensaba que eras de aquí.
David rió.
-No. ¿No te has dado cuenta de mi acento andaluz?
-Sí, pero... ¡Yo que sé! -exclama ella.
David se rió, y Daniela se le unió. Estuvieron riendo juntos durante un largo tiempo.
-Ah, por cierto, ¿sabes que el padre de tu Dani vive en frente mía? -pregunta Daniela al cabo de un tiempo.
-¿Sí? -preguntó él- Entonces, ahora mismo tienes a Dani en frente de tu casa, ¿no?
-Sí -confirmó ella- Pero, David, no va a pasar nada, es solo un amigo -le dijo con un tono de inquietud.
-Que no pasa nada, de verdad. Tienes derecho a tener amigos, ¿no? -dijo él- Aquí es.
Entraron al restaurante, y fueron hacia la mesa que David había reservado previamente.
Al rato, un camarero vino y les tomó nota. Al ser una pizzería, pidieron una pizza para los dos. La escogieron de cuatro quesos. Podía parecer que el lugar era común y de barrio, pero no era así, era un establecimiento muy cuidado y muy pijo, como diría David.

Cuando habían terminado de cenar, David pagó la cuenta, y salieron del establecimiento poniendo rumbo a la discoteca.
Pusieron Hot, de Inna, una canción que le encantaba a Daniela, que arrastró a David a la pista de baile y le obligó a bailar. Él sentía vergüenza, porque decía que bailaba fatal, pero ella insistía.
-¡Bailas bien, David! -dijo ella.
Él rió ante el comentario de la chica.
-Si bailar bien es hacerlo de forma diferente a los demás, entonces lo hago bien.
-A lo mejor todos bailan mal, y tú eres el único que lo hace bien -reflexionó Daniela.
-Entonces tú también bailas mal, ¿no?
-No, no, yo bailo muy muy bien -dijo ella sonriendo.
-Anda, ven aquí, bebé.
Se abrazaron en mitad de la pista, y ambos se dieron cuenta de lo mucho que se querían, de lo que se necesitaban mutuamente. Se separaron a la vez.
-Voy a por una bebida. -dijo David- ¿Quieres algo?
-No, no, voy yo, que tú has pagado la cena.
-¿Y cuántas veces me la has hecho tú a mí? -preguntó él.
-¿La cena? -preguntó pícara.
-Nena, no empieces, que es muy tempranito -rió.
Daniela soltó una carcajada.
-Vale. Muchas, pero da igual, yo pago las bebidas. ¿Qué quieres?
David se lo pensó un instante, y eligió un cubata. Ambos sonrieron a la vez, ya que ésa fue la bebida que hizo que se conocieran.
-¿Tú qué te vas a pedir? -preguntó él.
-Un malibú piña. -sonrió- Es que no me quiero pasar hoy...
-Sí, con la otra vez tuviste bastante, ¿no? -rió él.
-Qué gracioso que eres, David.

David entró a su casa un poco mareado, apoyado en el hombro de Daniela.
-Menos mal que era yo la que no me tenía que pasar como la última vez -dijo Daniela.
-Tampoco me he pasado tanto -dijo él.
-No, no. -dijo irónica.- Anda, ve a darte una ducha, que yo voy destapando la cama y tal.
-¿Te vas a quedar a dormir? -preguntó él.
-No sé... -dijo, indecisa.
-Quédate, por favor. -le dijo.- Por favor, anda, ¿vale?
-Está bien... -aceptó al fin.
-Gracias, te amo -dijo él- Te amo.
Comenzó a besarla, y Daniela siguió el beso. Recordó lo que David le dijo la primera mañana después de que dormieran juntos: 'No me aprovecho de las chicas inconscientes', así que se apartó.
-No -dijo él- No pares. Sigue, por favor.
-Pero, estás...
-Estoy bien, de verdad. -aseguró- Por favor, no pares ahora.
Daniela miró sus ojos, y comprobó que lo decía en serio, así que siguió besándolo.
David acarició el cuello de Daniela, y la trajo hacia sí, besándola con fuerza. David subió a Daniela a su cintura, y la 'acorraló' contra la pared. Seguían besándose, mientras Daniela desabrochaba la camisa de él, y él acariciaba y olía el pelo de ella. Daniela se acercó al cuello de David y lo besó con fuerza, haciendo que él se estremeciera. Ambos querían que volviera a pasar lo de la última vez, lo de aquella vez, la primera vez de ella, y otra más de él.
David incorporó otra vez a Daniela sobre su cintura, y entre besos y caricias, fueron a su habitación.

Capítulo 3: 'No quiero hablar de eso'

Capítulo 3: 'No quiero hablar de eso'

Daniela llegó a su casa temprano. Quizás su madre no estaría despierta aún pero se equivocaba. Su madre estaba esperándola en la cocina con un café en la mano y dando ligeros golpes en la mesa.
-Mamá, lo siento... -comenzó a disculparse ella.
-Anda, no te preocupes -dijo restándole importancia con la mano.- Quiero que me lo cuentes todo -dijo emocionada- ¿Quién es? ¿Lo conozco?
-¡Mamá! -exclamó ella, ofendida- No he hecho nada.
La madre de Daniela se volvió a sentar.
-Hija, tienes veinte años, ¿cuándo te vas a estrenar? Se te va a pasar el arroz.
La madre de Daniela, Irene, tenía poca diferencia de edad con respecto a ella, unos quince años. Se podía pensar que Irene está todo el día encima de Daniela, pero no era así. Simplemente, sentía curiosidad por lo que pasaba por la vida de su hija.
-Mamá -dijo Daniela negando con la cabeza- No quiero hablar de eso.
-Bueno, está bien -aceptó la madre.- ¿No vas a la universidad, o qué? Toda la noche de fiesta, y hoy te quedas aquí.
-Sí voy, pero hoy entro a las once. -respondió ella.- Iré a darme una ducha.
-Ah, ¡Daniela! -la llamó su madre. Ella se giró- Ha venido el hijo del vecino, ve a presentarte.
-¿Ya estás buscándome novio? -preguntó ella.
-Para nada, si me parece que tiene novia. Es muy muy guapo. -aseguró su madre.
-Está bien, iré a darme una ducha y luego voy a verle.
Daniela fue a darse una ducha. Se lavó su melena lisa de pelo negro, y se pasó el rizador. Odiaba tener el pelo liso, sin forma.
Salió del cuarto de baño envuelta en una toalla, y se puso frente al armario. Allí escogió un conjunto de los que se llamarían románticos. Sabía que iba a ir a un instituto a dar clase a niños de quince años, pero nunca dejaba de vestirse adecuadamente, nadie sabe dónde será el lugar en el que te encontrarás al amor de tu vida.
 
Cuando terminó de arreglarse, eran las diez y media. Tocó el timbre de la casa de enfrente para visitar al hijo del vecino. Pese a la insistencia, no le habría nadie, así que se dio media vuelta.
-Esto... hola -le saludó un chico desde su espalda.
Daniela se giró y lo vio. El chico iba con una toalla enroscada en la cintura, no tenía nada más. Daniela notó cómo se sonrojaba, pero lo intentó disimular.
-Hola. ¿Eres el hijo de Marcial? -preguntó ella.
-Sí. ¿Y tú eres? -preguntó él.
-Daniela, la vecina de enfrente. Mi madre me ha dicho que tu padre le ha dicho que le gustaría que nos conociéramos -se excusó ella- ¿Cómo te llamas?
-Dani. -sonrió él- Qué coincidencia, ¿eh?
-Sí -sonrió Daniela.- Bueno, encantada. A ver si quedamos, ¿vale?
-Sí, pero hoy no puede ser. He quedado con un amigo que no veía desde hace años.
Daniela se encogió de hombros y se dio la vuelta, entrando en su casa.
-Tenemos que volver a quedar, ¿eh? ¡Que sé dónde vives! -bromeó.
Daniela levantó la vista y le sonrió. Le hizo gracia ese comentario.
-Adiós. -se despidió.
Ya eran las diez menos cuarto cuando terminó de hablar con su madre sobre el vecino. se despidió de ella, y cogió el coche para ir al instituto. Estaba bastante cerca de su casa. Después, tendría que irse a trabajar al bar de su madre y sus abuelos.
Cuando llegó al instituto, aparcó el coche y entró en el edificio. No era muy grande, pero sí acogedor. Aunque era verano, le gustaba ir allí a ayudar a los de menor curso. Firmó en una libreta, y la dejaron pasar a la biblioteca del centro. Cobraba diez euros por hora, y trabajaba unas tres horas, por lo que no estaba nada mal. Saludó a su alumno favorito, se llamaba Alberto, tenía catorce años y le encantaba explicarle cosas. La llamaba 'Dani' cariñosamente, para él, ella era como su hermana mayor. Y para ella, él era como su hermano pequeño. Tenía muchísimo sentido del humor, aunque sabía controlar los límites. Si Alberto fuera mayor de edad, Daniela no tendría ningún problema en salir con él. También saludó a Carlota, una chica rubia a la que le costaba muchísimo trabajo aprobar sociales y naturales al tener dislexia. Una vez, sacó un seis en un examen de naturales, al que Daniela ayudó, al día siguiente, vino muy feliz y le dio las gracias por todo. Su madre le regaló una caja de bombones.
También estaba Elena, una chica a la que le apasionaba el baile y la moda. La madre le pidió a Daniela que le ofreciera clases de baile a su hija, aunque Daniela no aceptó. No sabía bailar de manera profesional, y no quería decepcionar a nadie.
-Dani, ¿puedes venir, por favor? -le llamó su chico favorito.
-Dime, Alberto -le dijo.
-Ayúdame con este problema de matemáticas, porfa. -pidió.
Daniela leyó el ejercicio. Ya le había explicado problemas de ese tipo unas cinco veces, y estaba cansada.
-¿Otra vez? -preguntó ella- Si te lo he explicado muchísimas veces.
-Por favor, Daniela, que mañana tengo examen y quiero aprobar. -suplicó- Explícamelo una última vez.
Daniela miró a Alberto, y en sus ojos castaños vio relejado su rostro, el rostro de cuando ella era pequeña y no tenía a ningún hermano mayor que le explicara las actividades. Sintió lástima por él, pero también por ella. Sonrió y añadió:
-Venga, vale. Pero me tienes que aprobar, ¿eh? -dijo guiñándole un ojo.

Capítulo 2: '¿No te atraigo, o qué?'

Capítulo 2. '¿No te atraigo, o qué?'

Daniela abrió los ojos, y ya era por la mañana. Lo sabía porque la luz entraba ligeramente por una de las ventanas. Hacía un poco de frío, así que subió la sábana, y se tapó un poco más. Se dedicó a inspeccionar la habitación con la vista. No era muy grande, al igual que la casa, tenía una cama de matrimonio, un armario, y una mesita de noche en la que había un despertador, una lámpara, y poco más. Parecía mentira que no se acordara de nada de lo que pasó anoche.
Daniela decidió que ya era hora de levantarse, así que fue al baño, se aseó, y fue hacia la cocina.
-Hola -saludó al chico de la cocina.
-Vaya, ya estás despierta -sonrió él tomándose una cucharada de cereales- Ya estaba preocupado. ¿Has dormido bien?
Iba con unos vaqueros, y la camiseta del pijama. Tenía el pelo despeinado, lo que le daba un toque bastante sexy.
-Sí, supongo -respondió- Pero, ¿qué pasó anoche? ¿Te conozco de algo?
-La verdad es que no mucho -sonrió él- Anoche estabas en una discoteca, y me tiraste una bebida encima. Me parece que te pasaste un poco con la bebida, porque no recordabas dónde vivías, así que te tuve que traer a mi casa. -explicó amablemente.
-Vaya, gracias. -dijo ella mirando el desayuno del chico.- Pensarás que habré hecho el ridículo -pensó en voz alta.
-La verdad es que no -dijo él.- He visto a chicas que estaban mucho peores que tú, la verdad.
-Pero, un momento, no habremos hecho nada, ¿verdad? -preguntó, asustada.
-No, no -aseguró él- No soy de esos que se aprovechan de las chicas.
-Menos mal -suspiró ella.
-¿Por qué? ¿No te atraigo, o qué? -preguntó divertido.
-¡No! Es que, bueno, yo... -intentó excusarse, pero no encontró las palabras adecuadas.
-No te preocupes -dijo él.- ¿Te apetece desayunar algo? Tengo cereales, galletas... Te puedo preparar unas tostadas, si quieres.
-No, gracias. Debería irme -dijo- Estarán preocupados por mí.
-Pero, ¿tú cuántos años tienes? -preguntó, nervioso.
-Veinte -respondió ella.- Es que todavía vivo con mi madre.
-Ah, vale. -respondió tranquilo- Bueno, no te retendré -sonrió.
-Voy a cambiarme, ¿vale?
-Claro, sabes dónde está el baño, ¿no?
-Sí -sonrió.
Daniela volvió a la habitación. Allí descolgó el vestido y fue hacia el cuarto de baño donde, en unos quince minutos, salió vestida y arreglada. Dobló delicadamente la camiseta de David, y la dejó en su cama. Después la deshizo, y la olió, olía un poco a él, mezclado con la colina de ella. Después la volvió a dejar como estaba. Buscó un trozo de papel en su bolso, pero no lo encontró.
-¿Daniela? -preguntó David a la vez que pegaba en la puerta de su habitación- ¿Puedo pasar?
-Sí, ya he terminado de arreglarme -respondió.
David entró en la habitación.
-¿Tienes un espejo? -preguntó Daniela- En el baño no he visto ninguno...
-Sí -se apresuró a responder- Aquí -abrió la puerta de su armario y vio uno pegado en la puerta.
-Gracias -respondió Daniela tímidamente sacando su brillo de labios.
-¿Me puedo cambiar de camiseta delante tuya? -preguntó David.- Aunque si te molesta, me voy al baño.
-No, quédate aquí, no me importa. -respondió volviendo a su brillo de labios.
En ese momento, Daniela aprovechó para espiar a su amigo. La chica ajustó el espejo de tal manera que pudiera ver a David cambiándose de camiseta. Definitivamente, era muy atractivo. Parecía el chico perfecto pero, no se sabe, quizás tuviera otra cara que Daniela no supiera que existía. Chicos que fingían ser de otra forma para impresionar a las chicas... Había visto millones de esos, e incluso se había topado con alguno de ellos, pero el no tenía pinta de ser así, ¿no?
Daniela estaba tan absorta en sus pensamientos que ni se dio cuenta de que David llevaba un rato mirándola desde atrás. Le sonreía. Daniela se giró buscando una excusa, pero no había forma de encontrarla por ningún lado.
-Yo, esto... Lo siento -dijo agachando la cabeza.
-No pasa nada -rió David.
-Bueno, me voy. Gracias por todo. -dice Daniela en un intento por evitar la conversación.
-¡Espera! -dice David un poco alterado- Te acompaño abajo, si quieres -dice- Tengo que ir a trabajar.
-Bueno, si no es molestia... -dice Daniela.- Te espero en la cocina, ¿vale?
-Vale.
Daniela salió de la habitación, y se fue a la cocina, a esperar a su compañero. Allí cogió una servilleta y apuntó su número de teléfono junto a su nombre. Decidió dejarla en un lugar oculto, pero a la vista. Lo pondría en la nevera sujeto con uno de los imanes. Después de esto, se sentó en una de las sillas y esperó a su amigo.

Mientras tanto, David estaba hecho un lío en su habitación. Sabía que Daniela era una chica amable, pero sabía que no debía fiarse mucho de las chicas guapas. Esas eran las que hacían más daño. Además, si se enteraba de que quería ser cantante, nunca querría saber nada más de ella. Pensaría que sería un muerto de hambre. Debería ponerse Querer es poder, una canción de su maqueta que había escrito especialmente para motivarse cada vez que sintiera que se iba a derrumbar. Buscó la maqueta por su habitación, pensando en que gastó en ella todos sus ahorros de un año para que no pudiera cumplir su sueño debido a que no conocía a nadie que pudiera llevarle a ese mundillo que esperaba con ansia desde hace tanto tiempo. Nada, no había forma de encontrarla. ¿Dónde la habría dejado?

Cansada de esperar sentada en una de las sillas de la cocina, Daniela se levantó y fue hacia el pequeño salón. Echó un vistazo a una de las estanterías, donde había algún que otro CD, pero ningún libro. Sacó un CD sin nombre, y ojeó la portada. No tenía mucho, se podía leer: Maqueta de David Lafuente, escrito a rotulador permanente negro con una letra muy cuidada. Pensó que le gustaría escuchar una de esas canciones, pero no veía ningún reproductor de música por ningún lado.

Harto de buscar desesperado, pensó que lo mejor sería irse al trabajo, iba a llegar tarde a la orquesta en la que trabajaba, y sabía que a su profesora no le gustaba que llegara tarde bajo ningún concepto. Estaba preocupado. Esa maqueta era la esperanza de cumplir su sueño, en ella gastó todos sus ahorros. Si la ha perdido, no se lo perdonaría en la vida. Cuando llegó al salón, se encontró a Daniela con su maqueta en la mano.
-¿Y esto? -preguntó ella sin levantar la vista de la maqueta.- ¿Es tuya?
-Sí -respondió él.
-¿Te gustaría ser cantante? -preguntó.
-Sí, bueno... -dejó la frase sin acabar. Daniela ojeaba la maqueta, le daba vueltas y más vueltas. David la observaba. No se sentía cómodo cuando alguien, prácticamente desconocido tuviera algo tan valioso para él en sus manos. Ella se dio cuenta sin ni siquiera levantar la vista, por lo que le devolvió el CD.
-Toma -le sonrió- Me parece que estás incómodo conque tenga algo tan valioso para ti, ¿no?
-Pensarás que soy un loco y un muerto de hambre -comentó él.
-No, en absoluto -negó con la cabeza- Al contrario, me gustaría escuchar la maqueta.
Y es que, ¿quién no ha tenido sueños por cumplir? Daniela los tenía, y uno de ellos era llegar a ser bailarina. Le encantaba el mundillo de la danza. Cuando era más joven,  quería ser modelo, pero se lo quitó rápido de la mente. Al fin y al cabo, era una carrera en la que se pasaba hambre de forma innecesaria. También había otro chico en su clase que se dedicaba a ello. No profesionalmente, claro. Ahora mismo no recordaba su nombre.
-¿De verdad? -preguntó él.
-Sí, claro.
-Verás, no me importaría, pero llego tarde al trabajo y claro... -dice- Si te apetece, quedamos un día, la escuchamos, y tomamos algo por ahí. ¿Quieres?
Obviamente, lo que el chico quería era tener otra excusa para volver a encontrarse con la chica que esa noche durmió en su casa.
David no pudo dormir en toda la noche. Temía hacer algún movimiento involuntario que pudiera molestarle a Daniela. Se limitó a quedarse mirándola toda la noche y a no cerrar los ojos para nada. Sinceramente, cuando Daniela dormía, parecía una chica indefensa. Le recordaba a su hermanita pequeña, de tan sólo ocho añitos.
-Claro -sonrió ella- Bueno, ¿nos vamos?
-Sí, claro.

Capítulo 1: 'Creo que he bebido demasiado'

 Bueno, este es el primer capítulo de mi nueva novela, y solo espero que triunfe tanto (o incluso más) que la anterior. Muchísimas gracias a todas mis princesitas por leer, y espero que os guste mucho, porque está escrito especialmente para vosotras ;) Si queréis que os avise cada vez que suba capítulo, me lo podéis decir por twitter @maralboranista ¡Disfrutadlo!

Capítulo 1: 'Creo que he bebido demasiado'

-Hola -sonrió al camarero de la discoteca- ¿Me das un cubata, por favor?
-Claro, morena, enseguida. -dice. El camarero se da la vuelta, y tras quince segundos, pone un cubata en la barra- Aquí tienes, guapa -dice guiñándole un ojo a la chica.
-Gracias, rubio. -sonrió.
Parecía mentira que, hace un año, Daniela fuera la típica chica que todo el mundo odiaba. Se podría decir que, hace un año, era la típica chica sin curvas, y con la cara no muy agraciada, pero no era así. Desde siempre, Daniela había sido una chica con muchísimo potencial, y muy atractiva. Millones de chicos están dispuestos a arrodillarse ante ella. Si ella no ha aceptado, es porque pasa de ellos. Ella siempre decía que, a nuestra edad, los chicos sólo pensaban en el físico, y no se equivocaba, la verdad. Al principio, la gente se lo creyó, y todos estaban de acuerdo en que era así. Era la que daba consejos a todas sus amigas cuando un chico la dejaba colgada o pasaba de ella. El problema, es que ella comenzó a decir eso con dieciséis años, y ahora con veinte, se podría decir que ha sido la chica que menos novios ha tenido durante su vida. Se puede pensar que ella es reservada, pero no es así, es muy atrevida. Solamente está esperando al chico de sus sueños. A esos que dicen que te enamoras de ellos cuando Cupido dispara una flecha.
Iba tan distraída buscando una mesa libre, que ni se dio cuenta de que un chico venía hacia ella y derramó su bebida en la chaqueta del chico.
-Oh, lo siento. -se disculpó- No te había visto.
Daniela pensaba que el chico iba a montarle un pollo. Tenía un aire de chico problemático. Con esa barbita, ese pelo moreno y esos ojos castaños, cualquiera diría que Daniela se había metido en un lío.
-No te preocupes, no es nada -sonrió.
Daniela se quedó mirando embobada su sonrisa, era perfecta. Esos dientes blancos... Algunos ligeramente torcidos, pero aún así, juraría que su sonrisa era la más bonita que había visto nunca.
-¿Estás bien? -preguntó el chico cogiéndole la mano.
Daniela había bebido demasiado, o eso creía ella, aunque la verdad podría ser que Cupido había disparado alguna de sus flechas en la dirección de su corazón.
-Sí -respondió Daniela como pudo- Es sólo que creo que he bebido demasiado. Me encuentro un poco mal -reconoció.
-¿Vienes sola? -preguntó de nuevo el chico. Daniela asintió.- ¿Quieres que te acompañe a tu casa?
Daniela siempre había rechazado la ayuda de cualquier chico que no conociera demasiado bien, si no fuera por el alcohol, claro.
-¿Dónde vives? Me llamo David. -se presentó.
-Yo Daniela -respondió como pudo- Esto... se me ha olvidado donde vivo.
David respiró hondo, parecía que estaba desesperado, pero iba algo más lejos, se podría decir que incluso estaba preocupado.
-Anda, ven conmigo -se limitó a decir el chico.
Daniela echó a andar, David la tenía cogida de la mano, y a Daniela le encantó esa sensación.
Llegaron al portal de una casa, David sacó sus llaves y abrió la puerta. Hizo que Daniela pasara adentro.
-Esta no es mi casa -dijo Daniela nada más reconocer el lugar.- Mi casa tiene más muebles, y es más grande.
David rió.
-Sí, bueno, es un poco pequeña. Pero es para lo que me da mi paga, ¿sabes? -dijo amablemente.
-Lo siento -dijo ella después de reconocer su error.
-No pasa nada -sonrió.
La casa no iba muy allá. Era un piso pequeño con lo justo para poder vivir: una pequeña cocina con una televisión antigua, un par de sillas, un baño, y un dormitorio. Tenía salón, sí, pero sin sofá.
-Bueno, me temo que tendremos que dormir juntos. -dijo el chico- Lo siento, pero no tengo sofá.
-No te preocupes -dijo la chica.- No me importa.
Podía parecer que ambos querían que entre ellos pasara algo, pero no era así. David no se aprovechaba de las chicas inconscientes para hacer algo con ellas; y Daniela... Bueno, Daniela era Daniela. Se pensaba dos veces las cosas. Eso era muy característico en ella.
-Te daré una camiseta para que no duermas con el vestido -dijo él- ¿Quieres darte una ducha?
-No, gracias, me he duchado antes de salir -dijo como pudo.
-Aquí tienes. -dijo David dándole una camiseta roja- Te quedará un poco grande, pero es lo que tengo -sonrió.- Allí está el baño -le indicó- Yo destaparé la cama.
Daniela aceptó la camiseta con una sonrisa a modo de agradecimiento, y se metió en el baño a cambiarse.
Cuando salió, David le dio una percha para que colgara el vestido.
-Para que no se te arrugue -dijo él.
Daniela colgó su vestido en la percha, y lo enganchó en la puerta del armario de la habitación. Con el permiso del chico, se metió en la cama, se tapó con las sábanas, y se quedó dormida en un profundo sueño.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Presentación de personajes

Daniela:

Es morena, con el pelo liso. Casi siempre se lo riza porque no le gusta nada tenerlo liso y sin forma. No tiene un estilo característico. Si ve algo que le gusta, se lo compra sin pensárselo dos veces. Es muy guapa, y cree en ella misma. Es amable, simpática y muy cariñosa. También es reservada, pero cuando cree que alguien es el hombre de su vida, no se lo piensa dos veces. Busca su príncipe azul, aunque queden pocos de esos. Su sueño ha sido ser modelo o bailarina profesional, pero lo aparta rápidamente. Sinceramente, todavía no sabe a lo que dedicarse pese a tener 20 años.



Nerea:

Tiene veintiún años y es la novia de Álvaro, rubia con el pelo ondulado y una cara muy tierna. Este año va a comenzar la carrera de magisterio infantil, le encantan los niños y quiere aprender ese oficio. Ama a su novio con locura, y siempre que piensa en que se van a tener que separar si su chico cumple su sueño, llora a más no poder. Es muy tierna y sensible.






Elizabeth:

Es una chica rubia con el pelo ondulado, de dieciocho años. Lleva un piercing en la nariz que se hizo con dieciséis años. Le encanta ir a discotecas y bailar a más no poder. Es muy bromista, y siempre procura no herir a nadie, si alguna vez lo ha hecho, no se queda tranquila hasta que consigue que esa persona acepte sus disculpas. Es muy despistada y le encanta cantar. Su sueño es estar frente a un escenario y que la gente llore de alegría al escuchar sus canciones. Eso sí, ahora se concentra en ser profesora de inglés. Siempre ha sacado buenas notas, una media de siete u ocho.


Sara:

Tiene veinte años y es la mejor amiga de Daniela, junto con Vanessa. Es rubia, de pelo liso. Pese a su forma de vestir, le encanta Skillet, un grupo musical de rock. Le encanta ponerse gorros en las épocas de frío. Es muy amable y simpática, pero si se cabrea contigo, es mejor que no le dirijas la palabra en todo un día. No tiene muy claro a lo que le gustaría dedicarse, pero tiene una buena voz. Siempre ha sacado muy buenas notas, y se le da bien consolar a las personas. Es muy reflexiva, por lo que podría dedicarse perfectamente al mundo de la psicología.


Vanessa:

Tiene veinte años, y junto con Daniela y Sara, forman un grupo perfecto de amigas.Se conocían desde pequeñitas, siempre iban juntas a todos lados. Es muy tímida e insegura, pero bastante confiada en las personas que le transmiten buena energía. Vanessa tiene un novio, machista, que no la sabe tratar como se merece y que la ha apartado de sus amigas, pero como le quiere, no tiene más remedio que seguir a su lado hasta que alguien, algún chico, le haga abrir los ojos.