Ante todo, pediros disculpas por haberme atrasado tanto con el capítulo.
Como muchas sabréis, me he presentado a dos concursos, de los cuales he ganado un accésit de uno de ellos. (Para ver la galería de imágenes de la entrega de premios a "Churros con Forma de Corazón" y para leer el relato, pincha aquí). Desde entonces, no se me ha ocurrido nada para continuar escribiendo esta novela, me faltaba inspiración, no sé por qué motivo específico, pero he decidido que ya era hora de continuar, y aquí tenéis el capítulo 41. Gracias por las que habéis estado, por las que estáis y por las que estaréis.
Sólo quiero deciros que, si queréis que deje de avisaros, podéis decímerlo sin problemas, no me enfadaré, ni nada por el estilo. Comprendo que, tras meses, aparte de haberos olvidado de la historia, no la retoméis con tantas ganas como antes. Lo que sí os pediría, es que, por favor, le diérais RT al tweet en el que os aviso.
¡Deseo que os guste mucho!
(¡Por cierto, si tenéis novelas, mandádmelas por twitter y me las leo!)
Capítulo 41: 'Por lo menos, nos tenemos el uno al otro para consolarnos'
Ya ha pasado un año. Las cosas cambian deprisa, ¿quién lo iba a decir? El amor que se prometieron Daniela y David no estaba en su máximo esplendor, por no decir que era nulo. ¿Dónde se había marchado la pasión, el amor, las ganas de ellos juntos como pareja? Se fueron a vivir juntos, pero no se querían tanto como antes.
David tocó la puerta de la habitación de Daniela (sí, dormían en habitaciones separadas).
-Buenos días, Daniela -la saludó-. ¿Vas a desayunar o...?
La chica apartó la mirada del libro y se quitó las gafas de pasta negra. Le miró.
-Sí, ahora voy.
-Si quieres, te puedo preparar algo mientras...
-No, no te molestes, no hace falta -dijo ella levantándose de la cama-. Gracias.
-Está bien -David se quedó en el marco de la puerta mirándola durante unos segundos. La chica, molesta, levantó la mirada-. Bueno... Me voy. Te espero en la cocina.
David se fue a la cocina. ¿Cómo había cambiado tanto su relación en tan poco tiempo? David no habían hecho nada malo durante la gira de su primer disco, pero uno de sus amigos sí. ¿Será porque no se lo contó a Daniela? Es cierto que una de ellas era su mejor amiga, pero el chico rubio también lo era...
-¿Qué te parece éste, Blas? -preguntó Vanessa saliendo de uno de los probadores.
-Estás guapísima -se sonrojó.
-Ay, Blas, ¡eso me lo dices con todos! -protestó ella- ¿Cómo voy a escoger un vestido para vuestro concierto?
-Te lo digo con todos porque estás guapísima con todos; porque eres guapísima.
Vanessa se sonrojó, miró al suelo y sonrió.
-¡Eh, Vane, mira qué gafas de sol más chulas! -exclamó él- ¿Te gustan?
-Sí. ¿A ver?
Vanessa le quitó las gafas de las manos, y miró el precio. Eran veinticinco euros. Se acordó del precio del vestido, que valía otros veinticinco. No tenía suficiente para las dos cosas. Sólo se había traído treinta. Suspiró. Cogió el vestido que se había probado y se lo dio a la muchacha de los probadores.
-¿No te lo vas a llevar? -preguntó él.
-No -dijo ella.
-¿Por qué? Te queda muy bien.
Vanessa se encogió de hombros y fue hacia la caja. No había fila ninguna, por lo que le tocaba a ella pagar. Puso las gafas sobre el mostrador y sacó su monedero.
-¿Qué haces? -preguntó Blas- No, no me las compres.
-Shhh. Calla -le dijo ella.
-Vanessa, que no...
-Gracias por su compra -dijo la muchacha de la caja sonriente.
-Gracias. Adiós.
-No voy a coger las gafas, no las pienso aceptar.
-Vale, no las cojas.
Blas se extrañó.
-Por lo menos, póntelas -dijo su pareja ajustando las gafas sobre las orejas del chico.
-El llegar puntual no es tu principal virtud, ¿eh? -sonrió Sara.
-Buenos días, se dice, ¿no? -sonrió él.
-Sí, sí, buenos días -saludó ella-. Que digo, que el llegar puntual no es tu principal virtud, ¿no? -decía entre risas.
-Ya ves que no -se rascó la cabeza-. No es la primera vez, tendrías que saberlo y haber llegado diez minutos tarde.
-No, si encima es mi culpa -rió ella.
-Bueno, ¿qué tal estás? -preguntó él- Ya sabes, con lo de...
-Ni me lo nombres. No quiero saber nada más de él en mi vida.
-Pero sabes que, en el fondo, te mueres por él -dijo Dani.
-Y tú con ella, ¿qué? ¿Cómo estás?
-¿Con quién? Con nadie, ahora mismo estoy solo.
-Sí, ya, pero me refería que cómo estabas de si estabas mejor desde que...
-Pff. Bueno...
-Por lo menos nos tenemos el uno al otro para consolarnos -dijo Sara sonriendo y cogiéndole la mano a Dani.
-Quién me iba a decir a mí que mi mejor amiga me haría esto...
-En teoría no te ha hecho nada malo. No te ha engañado ni te ha dicho que te quería, pero sin embargo a mí...
Carlos se despertó cerca de las doce del mediodía, con una chica rubia a su lado. Le hizo cosquillas hasta que ella se despertó. Nada más volverse hacia él, Carlos vio su piercing en la nariz, lo que le provocó una sonrisa.
martes, 1 de julio de 2014
domingo, 6 de abril de 2014
Capítulo 40: "A bocados..."
Capítulo 40: "A bocados..."
Dani se quedó asombrado.
-¿Ca-Carlos? -preguntó.
Elizabeth se mordió el labio y asintió.
-Lo siento si... He hecho que se despertara algo en ti... -dijo ella- No pretendía, de verdad.
-No, no pasa nada -dijo él, cabizbajo- Si me disculpas, me tengo que ir.
-Sí, claro -dijo ella- Lo siento, Dani -repitió una vez más.
Dani se levantó y cogió su abrigo, se lo puso en el brazo y salió del restaurante. Ya en la calle, se puso su abrigo. Estaba lloviendo, pero no tenía paraguas, así que metió las manos en el bolsillo del abrigo y echó a andar con paso ligero.
¿Carlos? ¿Por qué él? ¿Qué tenía Carlos que no tuviera Dani? Ambos eran rubios, así que no podía ser por el color del pelo. Entonces, ¿por qué? ¿Y si Carlos había estado hablando en secreto con Elizabeth y no se lo había dicho ninguno de los dos? ¿Significaría eso que Carlos le estaba poniendo los cuernos a Sara? Dani sacudió la cabeza, para apartar ese pensamiento de su cabeza. No quería hacerle daño a nadie, y menos a Carlos, que se había convertido en su hermano. Siguió andando hacia su casa, intentando pensar en otra cosa, aunque sin éxito alguno.
Ya era por la mañana cuando Daniela abrió los ojos. Se encontró con la cabeza de David apoyada sobre su cuello, y sus manos entrelazadas. Eso le provocó una sonrisa. Daniela levantó la mano que tenía libre y aprovechó para acariciar el pelo de él, de una manera muy suave y delicada. Después, bajó por su espalda desnuda mientras la acariciaba y David tuvo un escalofrío y se movió un poco. Después, levantó la cabeza y abrió los ojos.
-Buenos días, mi vida -saludó Daniela.
-Mmmm -dijo David, todavía dormido.
Daniela rió.
-Mmm. ¿de qué te ríes? -preguntó él, con una tímida sonrisa.
-De tu cara -dijo ella, sonriendo.
-¿Sí? -preguntó él- ¡Pues te vas a enterar!
David se impulsó con las manos y saltó de la cama. Daniela salió corriendo hacia el salón mientras gritaba.
-¡Ven aquí, Daniela! -gritaba David, divertido.
-¡No! -decía ella mientras reía- ¡No!
Daniela llegó al salón, y se fue tras el sofá, allí se escondió. Se sentó tras él y apoyó la espalda en la parte trasera del sofá. Allí suspiró y cerró los ojos. Cuando los abrió tenía a David enfrente suya.
-Já, te encontré -dijo David.
El chico la agarró de la mano y la levantó. Pese a la resistencia que ponía Daniela, consiguió subirla sobre su hombro. En él, ella pataleó y protestó, a lo que David se reía y la agarraba más fuerte.
-¡David, déjame! -dijo ella, entre risas.
A modo de respuesta, David le dio un cachete en el culo.
-Carlos -le dijo Sara, mientras esperaba a que su novio le diera las tostadas con mantequilla.
-Dime -dijo él.
Sara rió.
-Tu cara me deprime.
-Ah, muy bonito -comenzó Carlos. Cogió una tostada y le dio un mordisco.
-¡Eh! ¡Ésa es mi tostada, no me la quites! -exclamó ella.
-Sara -dijo Carlos.
-¿Qué?
-Tendrías que decir 'dime' -le corrigió él.
-Carlos, mi vida, ya te lo he dicho: Es tu cara la que me deprime.
-Pues vale. Tú sabrás. Eres tú la que se queda sin desayuno -dijo él, andando hacia el salón con el resto de tostada en la mano.
Sara aceleró el paso y lo alcanzó. Él se metió la tostada en la boca y la sujetó con los dientes.
-¡Que tengo hambre, Carlos! -dijo ella.
-Pues quítamela... A bocados. -le miró desafiante.
Dani se quedó asombrado.
-¿Ca-Carlos? -preguntó.
Elizabeth se mordió el labio y asintió.
-Lo siento si... He hecho que se despertara algo en ti... -dijo ella- No pretendía, de verdad.
-No, no pasa nada -dijo él, cabizbajo- Si me disculpas, me tengo que ir.
-Sí, claro -dijo ella- Lo siento, Dani -repitió una vez más.
Dani se levantó y cogió su abrigo, se lo puso en el brazo y salió del restaurante. Ya en la calle, se puso su abrigo. Estaba lloviendo, pero no tenía paraguas, así que metió las manos en el bolsillo del abrigo y echó a andar con paso ligero.
¿Carlos? ¿Por qué él? ¿Qué tenía Carlos que no tuviera Dani? Ambos eran rubios, así que no podía ser por el color del pelo. Entonces, ¿por qué? ¿Y si Carlos había estado hablando en secreto con Elizabeth y no se lo había dicho ninguno de los dos? ¿Significaría eso que Carlos le estaba poniendo los cuernos a Sara? Dani sacudió la cabeza, para apartar ese pensamiento de su cabeza. No quería hacerle daño a nadie, y menos a Carlos, que se había convertido en su hermano. Siguió andando hacia su casa, intentando pensar en otra cosa, aunque sin éxito alguno.
Ya era por la mañana cuando Daniela abrió los ojos. Se encontró con la cabeza de David apoyada sobre su cuello, y sus manos entrelazadas. Eso le provocó una sonrisa. Daniela levantó la mano que tenía libre y aprovechó para acariciar el pelo de él, de una manera muy suave y delicada. Después, bajó por su espalda desnuda mientras la acariciaba y David tuvo un escalofrío y se movió un poco. Después, levantó la cabeza y abrió los ojos.
-Buenos días, mi vida -saludó Daniela.
-Mmmm -dijo David, todavía dormido.
Daniela rió.
-Mmm. ¿de qué te ríes? -preguntó él, con una tímida sonrisa.
-De tu cara -dijo ella, sonriendo.
-¿Sí? -preguntó él- ¡Pues te vas a enterar!
David se impulsó con las manos y saltó de la cama. Daniela salió corriendo hacia el salón mientras gritaba.
-¡Ven aquí, Daniela! -gritaba David, divertido.
-¡No! -decía ella mientras reía- ¡No!
Daniela llegó al salón, y se fue tras el sofá, allí se escondió. Se sentó tras él y apoyó la espalda en la parte trasera del sofá. Allí suspiró y cerró los ojos. Cuando los abrió tenía a David enfrente suya.
-Já, te encontré -dijo David.
El chico la agarró de la mano y la levantó. Pese a la resistencia que ponía Daniela, consiguió subirla sobre su hombro. En él, ella pataleó y protestó, a lo que David se reía y la agarraba más fuerte.
-¡David, déjame! -dijo ella, entre risas.
A modo de respuesta, David le dio un cachete en el culo.
-Carlos -le dijo Sara, mientras esperaba a que su novio le diera las tostadas con mantequilla.
-Dime -dijo él.
Sara rió.
-Tu cara me deprime.
-Ah, muy bonito -comenzó Carlos. Cogió una tostada y le dio un mordisco.
-¡Eh! ¡Ésa es mi tostada, no me la quites! -exclamó ella.
-Sara -dijo Carlos.
-¿Qué?
-Tendrías que decir 'dime' -le corrigió él.
-Carlos, mi vida, ya te lo he dicho: Es tu cara la que me deprime.
-Pues vale. Tú sabrás. Eres tú la que se queda sin desayuno -dijo él, andando hacia el salón con el resto de tostada en la mano.
Sara aceleró el paso y lo alcanzó. Él se metió la tostada en la boca y la sujetó con los dientes.
-¡Que tengo hambre, Carlos! -dijo ella.
-Pues quítamela... A bocados. -le miró desafiante.
sábado, 1 de marzo de 2014
Capítulo 39: 'Me gusta otro'
Capítulo 39: 'Me gusta otro'
-Blas, una cosa -pidió Vanessa. El chico se giró- No le digas a nadie que estoy bien, ¿vale? Por lo menos hasta mañana.
Blas se quedó mirándola un tiempo. Queŕia complacerla, pero sabía que eso no era lo correcto.
-¿Ni a los chicos? -preguntó él.
-Por favor.
-Pero, y si pasa algo...
-No me pasará nada -le interrumpió- Estaré bien, sé cuidar de mí misma.
Blas dudó. Ella dice que sabe cuidar de sí misma, pero eso todavía no se ha visto. Sólo hace falta mirarla. Está en un hospital. No fue culpa suya, claro está, pero...
-Está bien -aceptó, al fin.
-Gracias -sonrió ella dándole un abrazo.
-Adiós -se despidió él.
-Adiós.
-Hola, preciosa -susurró David en el oído de Daniela- ¿Preparamos la cena?
Daniela sonrió pícaramente y miró a David de reojo.
-Osea que tienes ganas, ¿no? -preguntó él, travieso.
-Bueno... -dijo ella besándole el labio. Cuando tenía las manos en la camisa de él, David la detuvo.
-Ah, no, no. -dijo él, poniendo una mano con delicadeza en la de ella- Primero hay que terminarse el postre.
Daniela gruñó, se cruzó de brazos y se dio la vuelta. A David le hizo gracia su reacción.
-No te habrás enfadado, ¿no? -preguntó él.
Daniela no respondió. Se limitó a coger un sirope de fresa de un armario.
-Oh, venga, Daniela -dijo David acercándose a ella. Le pasó las manos por la cintura, y posó la cabeza sobre su hombro.- Nena...
Daniela se libró de los brazos de David, lo empujó con delicadeza, abrió la tapa del sirope y se lo tiró encima, manchándole toda la camisa blanca.
David se quedó de piedra, pero decidió seguirle el juego.
-¿Qué has hecho? ¡Era mi camisa nueva! -dijo.
Daniela, que no había entendido el juego, se tapó la boca con ambas manos.
-Oh, lo siento -dijo acercándose a él.
-Ahora me la lavas tú.
-Sí, vale. -aceptó- Jo, lo siento, David. Damela, que pongo una lavadora.
-Ven y quítamela tú, ¿no? -preguntó David.
Daniela lo miró seria. No entendía nada. Entonces, David le guió un ojo.
Daniela sonrió traviesa y se acercó a él.
Ambos comenzaron a besarse apasionadamente. Daniela desabrochó la camisa de él, y David le levantó la camiseta a ella.
-Tú sabes que yo soy más de velitas, ¿no? -preguntó él, mientras la ponía en la encimera y le besaba el cuello.
-Pues ve y enciéndelas -dijo ella.
-¿Ahora? Ni de coña -dijo él- Ahora te voy a hacer el amor.
Sara estaba tumbada sobre las piernas de Carlos, él le acariciaba el pelo. Carlos bostezó. Sara se incorporó.
-Bueno, yo me voy a ir ya, ¿vale? -dijo.
-¿Por qué? -preguntó él.
-Estoy muy cansada -bostezó.
-¿No te quedas a dormir?
-No -dijo ella con una sonrisa triste-, estás cansado, así que mejor, no.
-Anda, quédate.
-No, Carlos, de verdad -insistió ella.
-¿Me darás, al menos, mi beso de buenas noches?
Sara sonrió, y Carlos se acercó a ella, le cogió la cintura y le dio un beso que parecía no tener fin.
-¿Podemos hacerlo? -preguntó él cuando se separó ligeramente de los labios de Sara.
-¿Hacer el qué? -preguntó ella, perdida.
-¿El qué va a ser? -dijo. Se quedó mirándola unos segundos.
-Si me miras con esos ojos, sabes que no te podré decir que no -sonrió Sara, atrayéndolo hacia ella.
Carlos la besó, y ambos sonrieron durante ese beso.
-Te quiero -dijo él.
-¡Álvaro, el teléfono!
-¡Voy, mamá! -gritó él corriendo hacia el salón- ¿Quién es?
-Hola, Álvaro, soy yo -dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
-Hola, cariño. ¿Qué tal? -preguntó.
-Bien, echándote de menos, como siempre -sonrió.
-¿Cómo te va en la uni?
-Muy bien. Tengo que estudiar mucho, pero los resultados merecen la pena. Algunos son más bajos de lo que esperaba, pero bueno... -explicó- ¿Y tú, qué tal?
-Bien. Estudiando, también. Después de la gala tengo que ponerme las pilas -sonrió.
-¿Te apetecería desconectar un poco de todo? -preguntó ella.
-¿De qué hablas? -preguntó él.
-Mis padres no van a estar este finde, por si te quieres venir a casa.
-Está bien. -sonrió él- Lo preguntaré, ¿vale?
-Vale -sonrió ella- Bueno, te dejo, que tengo mucho sueño. Mañana tengo que despertarme muy temprano.
-Vale. Buenas noches, Nerea.
-Buenos noches, un beso -se despidió.
-Te quiero.
Ambos colgaron el teléfono.
-Mamá -comenzó Álvaro acercándose a su madre, que estaba en la cocina- Este finde, los padres de Nerea no estarán en casa, y me ha invitado. Para desconectar y eso... ¿Me dejarás ir?
Ella levantó la vista y lo miró. A ambos les encantaba tener esa confianza mutua.
-Sí, claro -sonrió ella- Pero que no te falte de nada, ¿eh?
Álvaro asintió, ocultando una risa. Le dio un beso en la mejilla.
-Gracias, mamá.
-Bueno, Dani, ¿qué querías decirme? -preguntó Elizabeth cuando terminó su plato.
Dani dejó su tenedor en el plato y levantó la vista hacia ella.
-Verás, desde siempre me has comprendido, me has ayudado y me has consolado cuando nadie más lo hacía. -comenzó- El problema... El problema es que eres tan magnífica que no puedo verte sólo como una amiga. Necesito algo más contigo, ¿entiendes?
Elizabeth se quedó sorprendida.
-¿Quieres salir conmigo? -preguntó Dani.
-Yo... Eres magnífico, pero...
-¿Pero qué?
-Me gusta otro...
Dani se puso pálido de pronto.
-¿Quién?
-No te enfades, ¿vale? -dijo- Está en tu grupo. Es el otro rubio, Carlos.
-Blas, una cosa -pidió Vanessa. El chico se giró- No le digas a nadie que estoy bien, ¿vale? Por lo menos hasta mañana.
Blas se quedó mirándola un tiempo. Queŕia complacerla, pero sabía que eso no era lo correcto.
-¿Ni a los chicos? -preguntó él.
-Por favor.
-Pero, y si pasa algo...
-No me pasará nada -le interrumpió- Estaré bien, sé cuidar de mí misma.
Blas dudó. Ella dice que sabe cuidar de sí misma, pero eso todavía no se ha visto. Sólo hace falta mirarla. Está en un hospital. No fue culpa suya, claro está, pero...
-Está bien -aceptó, al fin.
-Gracias -sonrió ella dándole un abrazo.
-Adiós -se despidió él.
-Adiós.
-Hola, preciosa -susurró David en el oído de Daniela- ¿Preparamos la cena?
Daniela sonrió pícaramente y miró a David de reojo.
-Osea que tienes ganas, ¿no? -preguntó él, travieso.
-Bueno... -dijo ella besándole el labio. Cuando tenía las manos en la camisa de él, David la detuvo.
-Ah, no, no. -dijo él, poniendo una mano con delicadeza en la de ella- Primero hay que terminarse el postre.
Daniela gruñó, se cruzó de brazos y se dio la vuelta. A David le hizo gracia su reacción.
-No te habrás enfadado, ¿no? -preguntó él.
Daniela no respondió. Se limitó a coger un sirope de fresa de un armario.
-Oh, venga, Daniela -dijo David acercándose a ella. Le pasó las manos por la cintura, y posó la cabeza sobre su hombro.- Nena...
Daniela se libró de los brazos de David, lo empujó con delicadeza, abrió la tapa del sirope y se lo tiró encima, manchándole toda la camisa blanca.
David se quedó de piedra, pero decidió seguirle el juego.
-¿Qué has hecho? ¡Era mi camisa nueva! -dijo.
Daniela, que no había entendido el juego, se tapó la boca con ambas manos.
-Oh, lo siento -dijo acercándose a él.
-Ahora me la lavas tú.
-Sí, vale. -aceptó- Jo, lo siento, David. Damela, que pongo una lavadora.
-Ven y quítamela tú, ¿no? -preguntó David.
Daniela lo miró seria. No entendía nada. Entonces, David le guió un ojo.
Daniela sonrió traviesa y se acercó a él.
Ambos comenzaron a besarse apasionadamente. Daniela desabrochó la camisa de él, y David le levantó la camiseta a ella.
-Tú sabes que yo soy más de velitas, ¿no? -preguntó él, mientras la ponía en la encimera y le besaba el cuello.
-Pues ve y enciéndelas -dijo ella.
-¿Ahora? Ni de coña -dijo él- Ahora te voy a hacer el amor.
Sara estaba tumbada sobre las piernas de Carlos, él le acariciaba el pelo. Carlos bostezó. Sara se incorporó.
-Bueno, yo me voy a ir ya, ¿vale? -dijo.
-¿Por qué? -preguntó él.
-Estoy muy cansada -bostezó.
-¿No te quedas a dormir?
-No -dijo ella con una sonrisa triste-, estás cansado, así que mejor, no.
-Anda, quédate.
-No, Carlos, de verdad -insistió ella.
-¿Me darás, al menos, mi beso de buenas noches?
Sara sonrió, y Carlos se acercó a ella, le cogió la cintura y le dio un beso que parecía no tener fin.
-¿Podemos hacerlo? -preguntó él cuando se separó ligeramente de los labios de Sara.
-¿Hacer el qué? -preguntó ella, perdida.
-¿El qué va a ser? -dijo. Se quedó mirándola unos segundos.
-Si me miras con esos ojos, sabes que no te podré decir que no -sonrió Sara, atrayéndolo hacia ella.
Carlos la besó, y ambos sonrieron durante ese beso.
-Te quiero -dijo él.
-¡Álvaro, el teléfono!
-¡Voy, mamá! -gritó él corriendo hacia el salón- ¿Quién es?
-Hola, Álvaro, soy yo -dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
-Hola, cariño. ¿Qué tal? -preguntó.
-Bien, echándote de menos, como siempre -sonrió.
-¿Cómo te va en la uni?
-Muy bien. Tengo que estudiar mucho, pero los resultados merecen la pena. Algunos son más bajos de lo que esperaba, pero bueno... -explicó- ¿Y tú, qué tal?
-Bien. Estudiando, también. Después de la gala tengo que ponerme las pilas -sonrió.
-¿Te apetecería desconectar un poco de todo? -preguntó ella.
-¿De qué hablas? -preguntó él.
-Mis padres no van a estar este finde, por si te quieres venir a casa.
-Está bien. -sonrió él- Lo preguntaré, ¿vale?
-Vale -sonrió ella- Bueno, te dejo, que tengo mucho sueño. Mañana tengo que despertarme muy temprano.
-Vale. Buenas noches, Nerea.
-Buenos noches, un beso -se despidió.
-Te quiero.
Ambos colgaron el teléfono.
-Mamá -comenzó Álvaro acercándose a su madre, que estaba en la cocina- Este finde, los padres de Nerea no estarán en casa, y me ha invitado. Para desconectar y eso... ¿Me dejarás ir?
Ella levantó la vista y lo miró. A ambos les encantaba tener esa confianza mutua.
-Sí, claro -sonrió ella- Pero que no te falte de nada, ¿eh?
Álvaro asintió, ocultando una risa. Le dio un beso en la mejilla.
-Gracias, mamá.
-Bueno, Dani, ¿qué querías decirme? -preguntó Elizabeth cuando terminó su plato.
Dani dejó su tenedor en el plato y levantó la vista hacia ella.
-Verás, desde siempre me has comprendido, me has ayudado y me has consolado cuando nadie más lo hacía. -comenzó- El problema... El problema es que eres tan magnífica que no puedo verte sólo como una amiga. Necesito algo más contigo, ¿entiendes?
Elizabeth se quedó sorprendida.
-¿Quieres salir conmigo? -preguntó Dani.
-Yo... Eres magnífico, pero...
-¿Pero qué?
-Me gusta otro...
Dani se puso pálido de pronto.
-¿Quién?
-No te enfades, ¿vale? -dijo- Está en tu grupo. Es el otro rubio, Carlos.
domingo, 23 de febrero de 2014
Capítulo 38: 'Vuelve, por favor'
¡Hola! Aquí está el capi de hoy. Para vivir más el capítulo, os pediría que escuchárais "Volver" de Auryn. Siento no ponerlo, pero es que me bloquearon las páginas que contengan algo de Auryn. Buscadlo vosotras, porfa. Lo siento. ¡Un beso y disfrutadlo! ¡Gracias por leer!
Capítulo 38: 'Vuelve, por favor'
Blas se acercó a Vanessa, se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.
-Ya que tú no puedes cenar, cenaré contigo para hacerte compañía -le dijo- Pero tú calla, ¿eh? Que si no, me echan.
Miró a ambos lados y cerró la puerta de la habitación, se sentó en la silla y sacó un bocadillo y una lata de refresco de su pequeña mochila. Abrió la lata y le quitó el papel de aluminio al bocadillo. Comenzó a comérselo.
-Ah, espera, que enciendo la vela.
Dejó el bocadillo y el refresco en la mesa, y sacó un mechero de su chaqueta. Se acercó a una vela perfumada que había, y la encendió.
-Espero que te gustara mi actuación en Destino Eurovisión -dijo- No ganamos, pero lo pasé bien y lo hice lo mejor que pude. -hizo un silencio- Me hubiera gustado tanto que pudieras haberme visto...
Blas esbozó una sonrisa triste y se arrodilló delante de ella. Le cogió una mano y la besó. Unas lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas.
-Ojalá fuera todo tan fácil como en las películas, que sueltas una lágrima y al caerle a la persona, revive. -dijo- Creo que no puedo seguir así, Vanessa. No sabes lo que me cuesta verte así siempre. Quiero que te despiertes de una vez, que saltes como una adolescente, que me alegres los días como antes. No creo que pueda seguir viéndote así. Vuelve, por favor. -dijo. Volvió a derramar unas lágrimas- Lo siento, no quería decir eso. Soy un tonto, joder. -se lamentó- Te prometo que nunca me iré de tu lado. Pase lo que pase.
Se levantó del suelo y se sentó en la silla. Se terminó el bocadillo y el refresco, y recogió lo que había sacado y lo metió en la mochila. Apagó la vela de un soplo, le dio un beso en la frente a Vanessa y susurró:
-Volveré pronto, te lo prometo, pero me tengo que ir ya. Lo siento.
Se dirigió hacia la puerta y allí, la miró.
-Adiós -susurró.
-Blas, espera. -dijo una voz femenina.
El chico se giró asombrado. Vanessa abrió los ojos poco a poco, y esbozó una sonrisa. Blas también los abrió, sorprendido.
-¿Va-Vanessa? -preguntó.
La chica volvió a sonreír.
-Sí...
-¡Vanessa, joder, estás despierta!
Blas dejó caer la mochila al suelo y fue a darle un fuerte abrazo.
-Ay, ay, me haces daño -se quejó ella.
-Uy, lo siento.
Blas se apartó de Vanessa, tenía lágrimas en los ojos.
-Me alegro de que estés bien, pero, ¿desde cuándo estás despierta? -preguntó.
-Desde esta mañana -respondió ella.- ¡No se lo digas a los médicos, por favor! -pidió.
-¿Por qué? -preguntó Blas- Tienes que volver a tu vida de siempre.
Vanessa negó.
-No, no -decía.
-Pero, ¿por qué? -preguntó el chico.
-Tengo miedo. De Fernando. -dijo con voz quebrada.
-Te juro por mi vida que no te volverá a poner la mano encima -dijo él muy serio- Vanessa, yo, lo que pasó aquel día... Fue culpa mía.
-Shhh. Calla. No fue para nada tu culpa. No podías saber qué era lo que iba a pasar. -dijo Vanessa- ¿Sabes qué? Te amo. Siempre he buscado mi príncipe azul, pensaba que era Fernando, pero no, ahora me he dado cuenta de que eres tú.
-¿Sabes lo que decía la canción que cantamos en Eurovisión? -preguntó Blas. Vanessa negó.
-No, no me acuerdo.
Blas carraspeó y cantó su parte:
Capítulo 38: 'Vuelve, por favor'
Blas se acercó a Vanessa, se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.
-Ya que tú no puedes cenar, cenaré contigo para hacerte compañía -le dijo- Pero tú calla, ¿eh? Que si no, me echan.
Miró a ambos lados y cerró la puerta de la habitación, se sentó en la silla y sacó un bocadillo y una lata de refresco de su pequeña mochila. Abrió la lata y le quitó el papel de aluminio al bocadillo. Comenzó a comérselo.
-Ah, espera, que enciendo la vela.
Dejó el bocadillo y el refresco en la mesa, y sacó un mechero de su chaqueta. Se acercó a una vela perfumada que había, y la encendió.
-Espero que te gustara mi actuación en Destino Eurovisión -dijo- No ganamos, pero lo pasé bien y lo hice lo mejor que pude. -hizo un silencio- Me hubiera gustado tanto que pudieras haberme visto...
Blas esbozó una sonrisa triste y se arrodilló delante de ella. Le cogió una mano y la besó. Unas lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas.
-Ojalá fuera todo tan fácil como en las películas, que sueltas una lágrima y al caerle a la persona, revive. -dijo- Creo que no puedo seguir así, Vanessa. No sabes lo que me cuesta verte así siempre. Quiero que te despiertes de una vez, que saltes como una adolescente, que me alegres los días como antes. No creo que pueda seguir viéndote así. Vuelve, por favor. -dijo. Volvió a derramar unas lágrimas- Lo siento, no quería decir eso. Soy un tonto, joder. -se lamentó- Te prometo que nunca me iré de tu lado. Pase lo que pase.
Se levantó del suelo y se sentó en la silla. Se terminó el bocadillo y el refresco, y recogió lo que había sacado y lo metió en la mochila. Apagó la vela de un soplo, le dio un beso en la frente a Vanessa y susurró:
-Volveré pronto, te lo prometo, pero me tengo que ir ya. Lo siento.
Se dirigió hacia la puerta y allí, la miró.
-Adiós -susurró.
-Blas, espera. -dijo una voz femenina.
El chico se giró asombrado. Vanessa abrió los ojos poco a poco, y esbozó una sonrisa. Blas también los abrió, sorprendido.
-¿Va-Vanessa? -preguntó.
La chica volvió a sonreír.
-Sí...
-¡Vanessa, joder, estás despierta!
Blas dejó caer la mochila al suelo y fue a darle un fuerte abrazo.
-Ay, ay, me haces daño -se quejó ella.
-Uy, lo siento.
Blas se apartó de Vanessa, tenía lágrimas en los ojos.
-Me alegro de que estés bien, pero, ¿desde cuándo estás despierta? -preguntó.
-Desde esta mañana -respondió ella.- ¡No se lo digas a los médicos, por favor! -pidió.
-¿Por qué? -preguntó Blas- Tienes que volver a tu vida de siempre.
Vanessa negó.
-No, no -decía.
-Pero, ¿por qué? -preguntó el chico.
-Tengo miedo. De Fernando. -dijo con voz quebrada.
-Te juro por mi vida que no te volverá a poner la mano encima -dijo él muy serio- Vanessa, yo, lo que pasó aquel día... Fue culpa mía.
-Shhh. Calla. No fue para nada tu culpa. No podías saber qué era lo que iba a pasar. -dijo Vanessa- ¿Sabes qué? Te amo. Siempre he buscado mi príncipe azul, pensaba que era Fernando, pero no, ahora me he dado cuenta de que eres tú.
-¿Sabes lo que decía la canción que cantamos en Eurovisión? -preguntó Blas. Vanessa negó.
-No, no me acuerdo.
Blas carraspeó y cantó su parte:
"Aunque es más fácil olvidar, que perdonar, no te dejaré de amar"
A Vanessa comenzaron a caerle lágrimas.
-Cántame el resto, por favor. -pidió ella.
Blas sonrió y asintió, cogió la cara a Vanessa y terminó la canción.
-Te quiero -susurró Blas.
-Y yo -dijo ella.- Pero me gustaría ir lento, ¿entiendes?
Blas sonrió.
-Sí, claro, como tú quieras. Pero, ¿cómo de lento? -preguntó.
Vanessa se quedó en silencio un momento, sujetó la cabeza de Blas y la acercó a ella. Se miraron a los ojos. Blas bajó la mirada a los labios de ella, y la subió a los ojos. Vanessa sonrió. Se acercó a él y lo besó. A Blas le pilló por sorpresa, no se lo esperaba, por lo que, al separarse, la miró extrañado.
-Por ahora esto, ¿vale? -preguntó ella.
Blas asintió.
-Como tú quieras, princesa.
viernes, 21 de febrero de 2014
Capítulo 37: 'Eres tan... culce y atrevida al mismo tiempo...'
Capítulo 37: 'Eres tan... dulce y atrevida al mismo tiempo...'
Sara salió del ascensor después de estar todo el trayecto mirándose en el espejo. Iba con una falda de cuero y un top rosa, combinados con unos tacones negros. Encima, se había puesto una chaqueta, y se la cerró, para no pasar frío, ya que hacía bastante aire. Habían quedado para celebrar juntos que Auryn quedara en segundo lugar en "Destino Eurovisión". Salió al exterior, y cruzó a la acera de enfrente, donde, en el parque, la esperaría Carlos. Fue entonces cuando le vio. Comenzó a andar deprisa hasta él, para saludarlo, pero lo vio abrazando a una chica rubia. Sara paró en seco. Ambos se separaron, y hablaron. La chica sonrió.
A Sara comenzaron a llorarle los ojos, pero se armó de valor y se acercó a él.
-¿Qué? -preguntó Sara- ¿Te ponen las rubias, o qué?
-Sara, no lo entiendes...
-¡Cállate! -gritó Sara dándole un bofetón en la cara- ¡Eres un imbécil!
Sara echó a andar en dirección a su casa, sin mirar atrás.
Carlos miró a Alba buscando comprensión.
-Ve tras ella, anda -le dijo.
-Gracias, Alba -sonrió él.
-¡Sara! ¡Sara, espera! -gritaba Carlos.
La chica ya había llegado a su portal, y buscaba las llaves en su bolso.
-¡Sara!
El chico la alcanzó, pero Sara ya había abierto la puerta y se había colado dentro. Por suerte, Carlos pudo sujetar la puerta y entrar.
-Sara, espera, por favor. -pidió él- Déjame explicarte.
-¿El qué narices me vas a explicar? -preguntó ella- No quiero saber nada, ¿vale? No tienes que darme explicaciones. Esa rubia te gusta más y punto. -dijo ella- Sólo dime una cosa, ¿qué tiene ella que no tenga yo? -preguntó entrando en el ascensor. Carlos la siguió y entró con ella.
-Alba es mi mejor amiga, ¿vale? -soltó Carlos- Le había pedido consejo para que lo pasaras bien esta noche en la cena, pero veo que ha sido una mala idea. No hay nada entre nosotros, Sara. Sólo amistad.
Sara comenzó a llorar.
-Ey, ¿qué pasa? -preguntó Carlos, secándole una lágrima.
-No sé qué tengo para que estés conmigo.
-Ya te lo dije una vez, ¿recuerdas? -se mantuvo callado- Eres tan... dulce y atrevida al mismo tiempo. -recordó.
-No soy atrevida -dijo ella.
-¿Ah, no? -Carlos sonrió, se acercó a su oreja y le susurró- Yo creo que sí.
Comenzó a besarla, y Sara se estremeció.
-Carlos, para. -le dijo ella.
Carlos se alejó un poco de Sara. Se miraron a los ojos.
-¿Me quieres? -preguntó ella.
Carlos se acercó a ella y la besó con dulzura.
-Más que a nada en el mundo.
Daniela bajó las escaleras del bar, y se encontró a David en la puerta, esperándola.
-Daniela, ven un momento -le pidió su abuela.
Daniela se acercó a su abuela, y estuvieron hablando durante poco tiempo. Mientras tanto, Irene, la madre de Daniela, aprovechó para acercarse a David.
-Hijo, cierra la boca, que se te va a colar algo -bromeó. David sonrió.
-¿Cómo está, señora? -preguntó.
-Bien. Pero trátame de tú, que sólo tengo treinta años -rió.
-Está bien, como quieras -sonrió.
-¿Está guapa mi hija, verdad?
-Es guapa -dijo recalcando el 'es'.
-Dime una cosa: ¿La quieres de verdad, o sólo estás con ella por estar con alguien?
-La quiero muchísimo. -respondió David, mirando a Daniela- Cuando la veo... Es como si el mundo fuera perfecto, como si estuviéramos ella y yo sólos, sin nadie más. -dijo- Si le pasara algo por mi culpa, no me lo perdonaría en la vida.
Irene sonrió.
-Cuídala, ¿vale? -le pidió Irene- Es su primera relación seria, y quiere que dure.
-Lo haré, no se preocupe.
Daniela vino, luciendo un preciosísimo vestido de encaje.
-Adiós, mamá, no me esperes despierta, ¿vale?
Irene sonrió y asintió.
-Adiós. Pasadlo bien. Y, Daniela, no comas mucho.
Daniela asintió, y David se sonrojó. Salieron juntos del local.
-¿Qué? -preguntó Daniela al darse cuenta de la expresión de su chico.
-Estábais hablando las dos y he pensado mal... -dijo él.
-¡David, eres un cerdo! -bromeó Daniela dándole un golpe en el hombro.
-Anda que no te gusta a ti ese tema, ¿eh? -preguntó.
-Anda que... -dijo ocultando una sonrisa.
David se acercó a su oído y le susurró con voz traviesa:
-Ya me suplicarás, guapa.
Se alejó de su oído y le guiñó un ojo.
Sara salió del ascensor después de estar todo el trayecto mirándose en el espejo. Iba con una falda de cuero y un top rosa, combinados con unos tacones negros. Encima, se había puesto una chaqueta, y se la cerró, para no pasar frío, ya que hacía bastante aire. Habían quedado para celebrar juntos que Auryn quedara en segundo lugar en "Destino Eurovisión". Salió al exterior, y cruzó a la acera de enfrente, donde, en el parque, la esperaría Carlos. Fue entonces cuando le vio. Comenzó a andar deprisa hasta él, para saludarlo, pero lo vio abrazando a una chica rubia. Sara paró en seco. Ambos se separaron, y hablaron. La chica sonrió.
A Sara comenzaron a llorarle los ojos, pero se armó de valor y se acercó a él.
-¿Qué? -preguntó Sara- ¿Te ponen las rubias, o qué?
-Sara, no lo entiendes...
-¡Cállate! -gritó Sara dándole un bofetón en la cara- ¡Eres un imbécil!
Sara echó a andar en dirección a su casa, sin mirar atrás.
Carlos miró a Alba buscando comprensión.
-Ve tras ella, anda -le dijo.
-Gracias, Alba -sonrió él.
-¡Sara! ¡Sara, espera! -gritaba Carlos.
La chica ya había llegado a su portal, y buscaba las llaves en su bolso.
-¡Sara!
El chico la alcanzó, pero Sara ya había abierto la puerta y se había colado dentro. Por suerte, Carlos pudo sujetar la puerta y entrar.
-Sara, espera, por favor. -pidió él- Déjame explicarte.
-¿El qué narices me vas a explicar? -preguntó ella- No quiero saber nada, ¿vale? No tienes que darme explicaciones. Esa rubia te gusta más y punto. -dijo ella- Sólo dime una cosa, ¿qué tiene ella que no tenga yo? -preguntó entrando en el ascensor. Carlos la siguió y entró con ella.
-Alba es mi mejor amiga, ¿vale? -soltó Carlos- Le había pedido consejo para que lo pasaras bien esta noche en la cena, pero veo que ha sido una mala idea. No hay nada entre nosotros, Sara. Sólo amistad.
Sara comenzó a llorar.
-Ey, ¿qué pasa? -preguntó Carlos, secándole una lágrima.
-No sé qué tengo para que estés conmigo.
-Ya te lo dije una vez, ¿recuerdas? -se mantuvo callado- Eres tan... dulce y atrevida al mismo tiempo. -recordó.
-No soy atrevida -dijo ella.
-¿Ah, no? -Carlos sonrió, se acercó a su oreja y le susurró- Yo creo que sí.
Comenzó a besarla, y Sara se estremeció.
-Carlos, para. -le dijo ella.
Carlos se alejó un poco de Sara. Se miraron a los ojos.
-¿Me quieres? -preguntó ella.
Carlos se acercó a ella y la besó con dulzura.
-Más que a nada en el mundo.
Daniela bajó las escaleras del bar, y se encontró a David en la puerta, esperándola.
-Daniela, ven un momento -le pidió su abuela.
Daniela se acercó a su abuela, y estuvieron hablando durante poco tiempo. Mientras tanto, Irene, la madre de Daniela, aprovechó para acercarse a David.
-Hijo, cierra la boca, que se te va a colar algo -bromeó. David sonrió.
-¿Cómo está, señora? -preguntó.
-Bien. Pero trátame de tú, que sólo tengo treinta años -rió.
-Está bien, como quieras -sonrió.
-¿Está guapa mi hija, verdad?
-Es guapa -dijo recalcando el 'es'.
-Dime una cosa: ¿La quieres de verdad, o sólo estás con ella por estar con alguien?
-La quiero muchísimo. -respondió David, mirando a Daniela- Cuando la veo... Es como si el mundo fuera perfecto, como si estuviéramos ella y yo sólos, sin nadie más. -dijo- Si le pasara algo por mi culpa, no me lo perdonaría en la vida.
Irene sonrió.
-Cuídala, ¿vale? -le pidió Irene- Es su primera relación seria, y quiere que dure.
-Lo haré, no se preocupe.
Daniela vino, luciendo un preciosísimo vestido de encaje.
-Adiós, mamá, no me esperes despierta, ¿vale?
Irene sonrió y asintió.
-Adiós. Pasadlo bien. Y, Daniela, no comas mucho.
Daniela asintió, y David se sonrojó. Salieron juntos del local.
-¿Qué? -preguntó Daniela al darse cuenta de la expresión de su chico.
-Estábais hablando las dos y he pensado mal... -dijo él.
-¡David, eres un cerdo! -bromeó Daniela dándole un golpe en el hombro.
-Anda que no te gusta a ti ese tema, ¿eh? -preguntó.
-Anda que... -dijo ocultando una sonrisa.
David se acercó a su oído y le susurró con voz traviesa:
-Ya me suplicarás, guapa.
Se alejó de su oído y le guiñó un ojo.
Capítulo 36: 'Estoy cumpliendo un sueño, ¿sabes?'
¡Hola, chicas! Este capítulo es un poquito corto, por eso he decidido subir dos hoy, ¿vale? ;) Gracias por leer, ¡y disfrutarlo mucho!
Capítulo 36: 'Estoy cumpliendo un sueño, ¿sabes?'
El tiempo pasó, y Álvaro, Blas, Carlos, Dani y David llegaron a la final de 'Destino Eurovisión'. En diez minutos era su actuación, y Blas estaba pegado al teléfono.
-Pero, ¿tiene puesta la tele? -preguntaba el chico una y otra vez.
-Que sí, Blas. -dijo Sara- Que pesado eres, ¿eh?
-Que quiero que Vanessa escuche mi actuación, ya que no la puede ver... -dijo.- ¿Me pasas con ella?
-Vale, voy.
Desde el otro lado del teléfono, Blas escuchó cómo Sara se levantaba y le acercaba el teléfono a alguien.
-Hola, Vanessa -dijo Blas- Siento no haber podido ir a verte estos días, pero es que estoy en la gala de 'Destino Eurovisión'. Estoy cumpliendo un sueño, ¿sabes? Pero sería mejor si tú estuvieras aquí, a mi lado. -hizo silencio- La actuación de hoy te la dedico a ti, ¿vale? La canción se llama 'Volver'. Y quiero que te pongas buena de una vez, ¿vale? Es que... te quiero abrazar y... besar.
Álvaro tocó el hombro de Blas.
-Venga, despídete, que nos toca salir ya mismo -el dijo.
-Voy -contestó Blas- Bueno, Vanessa, te dejo, ¿vale? Que tengo que salir a cantar. Le he dicho a Sara que te ponga la tele para que nos escuches. Sólo espero que te guste. Va por ti.
Sara se acercó el teléfono a su oído.
-¿Ya? -preguntó ella.
-Sí, gracias. -respondió Blas.
-Bueno, adiós, suerte.
-¡Suerte! -se escuchó a Daniela gritando.
-Gracias. Adiós -Blas colgó el teléfono y se acercó a David, estaba muy angustiado.
-Eh, tío, ¿qué te pasa? -preguntó Blas.
-Estoy muy nervioso. ¿Y si no sale bien?
-Saldrá bien. Estás haciendo lo que más te gusta, ¿no? Tú disfruta, lo demás saldrá solo.
-Gracias, Blas. -dijo David.
-De nada -le dio un abrazo.
Mientras, Sara, Daniela y Vanessa estaban en el hospital, con el canal TVE puesto, preparadas para ver a sus respectivos novios y amigos. En nada, salieron al escenario, y Daniela dios unas palmaditas emocionada y un pequeño salto.
-Shhhh, calla -dijo Sara.
Comenzó a sonar la música, y Dani comenzó a cantar, pero lo hacía muy bajo.
-¡Mierda! ¡¿Por qué no canta más fuerte?! ¡Joder, que no se le oye! -decía Daniela.
-Calla, tía, que Vanessa y yo queremos escuchar. -dijo Sara.
Daniela suspiró y volvió a mirar a la pantalla.
-¡Ay! ¡Mira a David! -exclamó Daniela.
-Y a Carlos... -decía Sara con una sonrisa triste.
Sara tenía la mano de Vanessa cogida, la apretaba un poco, por los nervios. Estuvieron calladas el resto de la actuación, hasta que cantó Blas, donde se hizo un silencio lleno de miedo.
-Joder, cómo canta el condenado. -dijo Sara.
-Sí...
Capítulo 36: 'Estoy cumpliendo un sueño, ¿sabes?'
El tiempo pasó, y Álvaro, Blas, Carlos, Dani y David llegaron a la final de 'Destino Eurovisión'. En diez minutos era su actuación, y Blas estaba pegado al teléfono.
-Pero, ¿tiene puesta la tele? -preguntaba el chico una y otra vez.
-Que sí, Blas. -dijo Sara- Que pesado eres, ¿eh?
-Que quiero que Vanessa escuche mi actuación, ya que no la puede ver... -dijo.- ¿Me pasas con ella?
-Vale, voy.
Desde el otro lado del teléfono, Blas escuchó cómo Sara se levantaba y le acercaba el teléfono a alguien.
-Hola, Vanessa -dijo Blas- Siento no haber podido ir a verte estos días, pero es que estoy en la gala de 'Destino Eurovisión'. Estoy cumpliendo un sueño, ¿sabes? Pero sería mejor si tú estuvieras aquí, a mi lado. -hizo silencio- La actuación de hoy te la dedico a ti, ¿vale? La canción se llama 'Volver'. Y quiero que te pongas buena de una vez, ¿vale? Es que... te quiero abrazar y... besar.
Álvaro tocó el hombro de Blas.
-Venga, despídete, que nos toca salir ya mismo -el dijo.
-Voy -contestó Blas- Bueno, Vanessa, te dejo, ¿vale? Que tengo que salir a cantar. Le he dicho a Sara que te ponga la tele para que nos escuches. Sólo espero que te guste. Va por ti.
Sara se acercó el teléfono a su oído.
-¿Ya? -preguntó ella.
-Sí, gracias. -respondió Blas.
-Bueno, adiós, suerte.
-¡Suerte! -se escuchó a Daniela gritando.
-Gracias. Adiós -Blas colgó el teléfono y se acercó a David, estaba muy angustiado.
-Eh, tío, ¿qué te pasa? -preguntó Blas.
-Estoy muy nervioso. ¿Y si no sale bien?
-Saldrá bien. Estás haciendo lo que más te gusta, ¿no? Tú disfruta, lo demás saldrá solo.
-Gracias, Blas. -dijo David.
-De nada -le dio un abrazo.
Mientras, Sara, Daniela y Vanessa estaban en el hospital, con el canal TVE puesto, preparadas para ver a sus respectivos novios y amigos. En nada, salieron al escenario, y Daniela dios unas palmaditas emocionada y un pequeño salto.
-Shhhh, calla -dijo Sara.
Comenzó a sonar la música, y Dani comenzó a cantar, pero lo hacía muy bajo.
-¡Mierda! ¡¿Por qué no canta más fuerte?! ¡Joder, que no se le oye! -decía Daniela.
-Calla, tía, que Vanessa y yo queremos escuchar. -dijo Sara.
Daniela suspiró y volvió a mirar a la pantalla.
-¡Ay! ¡Mira a David! -exclamó Daniela.
-Y a Carlos... -decía Sara con una sonrisa triste.
Sara tenía la mano de Vanessa cogida, la apretaba un poco, por los nervios. Estuvieron calladas el resto de la actuación, hasta que cantó Blas, donde se hizo un silencio lleno de miedo.
-Joder, cómo canta el condenado. -dijo Sara.
-Sí...
viernes, 14 de febrero de 2014
Capítulo 35: 'El primero y el último'
Hola, princesitas. Hoy subiré dos capítulos porque mañana viene mi mejor amiga y voy a pasar todo el día con ella, para desconectar un poquito. Sólo quiero deciros que gracias por leer y que disfrutéis del capítulo ;) ¡Gracias por leer y muchísimos besos!
Capítulo 35: 'El primero y el último'
Sara volvió a la cocina, cogió un plato hondo y puso en él el caldo. Lo colocó en la bandeja junto con el zumo de naranja.
Volvió a la habitación en la que estaba Carlos y le despertó.
-Carlos, venga, tómate esto -le dijo Sara.
Carlos se encontraba mejor, así que se incorporó y comenzó a tomárselo. Por último, se bebió el zumo de naranja.
-¿Estás mejor? -preguntó Sara.
-Sí, mucho mejor. Gracias -dijo él.
-De nada -sonrió ella.
-Lo siento.
-¿El qué?
-Lo que dije antes. Es que es mi sueño, y...
-No importa. Sé que no lo dijiste con mala intención. -sonrió ella cogiendo la bandeja.
-Sara -comenzó Carlos-, quédate aquí conmigo.
Sara se giró, sorprendida, dejó la bandeja en la mesita de noche y acercó la silla al lado de la cama. Se sentó en ella.
Carlos comenzó a tiritar.
-¿Tienes frío? -preguntó ella. Carlos asintió. Sara le puso la mano en la frente, pero no tenía la temperatura alta.
-Por favor, túmbate conmigo -pidió Carlos.
Como no se le pasaba la friolera, Sara aceptó. Encendió la luz de la mesilla, destapó la cama y se tumbó al lado de Carlos, que se echó a un lado para dejarle hueco.
El corazón de Sara comenzó a latir muy deprisa. Estaba tumbada en la misma cama del chico que le gustaba. Nunca antes había sentido nada igual por un chico.
Carlos volvió a tiritar otra vez. Sara, compadecida, le abrazó y le acercó a ella.
-Sara... -dijo él.
-Dime.
El chico comenzó a acercarse a ella, despacio, le pasó un mechón por detrás de la oreja y cerró los ojos. Se acercó un poco más a ella y la besó. Sara sonrió durante el beso, y Carlos hizo lo mismo. La chica pasó las manos por el pelo de Carlos, y le trajo hacia sí. Carlos se subió encima de Sara, mientras la besaba. Carlos bajó hasta el cuello de Sara, besándolo. Ella inclinó la cabeza hacia atrás, y tiró un poco del pelo de Carlos.
-Te quiero -susurró él.
-Carlos, apaga la luz -dijo ella entre besos.
-No -negó él-, quiero verte.
Carlos pasó los brazos por debajo de la camiseta de ella, y le acarició la espalda. Besó el cuello y subió a su boca. Sara no sabía muy bien qué hacer o cómo actuar, así que decidió adelantarse: le quitó la camiseta y le besó los abdominales. Carlos gimió, y Sara soltó una risa.
-¿De qué te ríes? -preguntó Carlos con una voz muy sensual.
Sara sonrió, y Carlos le sacó la camiseta, dejando al descubierto su sujetador negro. Carlos se sentó en la cama, cogió a Sara por los muslos y la puso encima suya. Carlos observaba a Sara. Le encantaba verla entre beso y beso, pero ella cerraba los ojos.
-No cierres los ojos, ábrelos. -le dijo- Tus ojos son preciosos, quiero verlos.
Sara hizo caso, y abrió los ojos, se inclinó hacia Carlos y le volvió a besar.
Carlos pasó las manos debajo del pantalón de ella, y la incorporó encima suya. Después, le bajó el pantalón por completo. Sara bajó las manos hasta el pantalón de él. Como era el pantalón del pijama, no tenía la necesidad de buscar una cremallera o botón, así que lo bajó, sin más.
Ambos estaban en ropa interior, demostrándose lo que se querían. Carlos cogió las manos de Sara y las entrelazó, se inclinó hacia su cuello y lo besó con fuerza. Sara soltó un gemido. Carlos bajó por el cuello dándole besos hasta llegar al canalillo, donde siguió besándola. La chica inclinó la cabeza hacia atrás de placer. Mientras tanto, agarraba a Carlos por su melena rubia. El chico le desabrochó el sujetador y le besó los pechos. Sara gimió.
Carlos se acercó al pelo de ella y lo olió.
-Necesito hacerlo -dijo Carlos.
Sara asintió.
-¿Soy el primero? -preguntó él.
-El primero y el último -respondió ella.
Capítulo 34: 'Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida'
¡Feliz San Valentín, mis princesitas! Aquí tenéis el capítulo de hoy ;) Espero que lo disfrutéis y lo viváis. ¡Besos!
Capítulo 34: 'Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida'
Sara salió del hospital corriendo, giró la calle y vio un parque a lo lejos. Sin pensarlo dos veces, se sentó en uno de los bancos.
-Eh, chica -le dijo alguien- ¿Qué haces aquí? Vas a coger frío.
-Déjame, por favor -pidió ella.
-No lo haré. Dejar a alguien es lo peor que puedes hacer en tu vida -dijo- ¿Me puedo sentar?
Sara accedió y asintió. El chico se sentó a su lado.
-¿Por qué dices que dejar a alguien es lo peor? -preguntó ella.
-¿Te cuento mi historia? -preguntó él, Sara asintió.- Verás, yo tenía una novia, o una amiga, no sabría muy bien cómo llamarla. Salíamos de una fiesta, y estábamos discutiendo. Le dije que me dejara en paz, y crucé por un paso de cebra. Ella no me hizo caso, así que me siguió. Fue cuando... -interrumpió la narración.
-¿Cuando qué? -preguntó Sara.
-Cuando la atropelló un coche... -dijo con la voz quebrada.- Recuerdo que llamé a una ambulancia, y cuando estaba dentro, le cogí la mano y le dije que se pondría bien. Ella me dijo que la dejara, que conmigo nunca se pondría bien, y eso hice.
-¿Hasta hoy? -preguntó Sara.
-Sí.
-¿No sabes nada de ella?
-Sólo sé que está ingresada en el hospital ese de allí -dijo señalando el hospital del que había salido Sara- No tengo el valor para ir a verla, la verdad.
-¿Por qué?
-Empeorará, seguro.
-¿Estás seguro de lo que dices? -preguntó Sara. El chico asintió- Piénsalo bien -le dijo- Si lleva todo este tiempo ingresada y tú no has ido a verla ni una sola vez, ¿será por algo, no? A lo mejor, si vas, se recupera, ¿no crees?
-No sé...
-Anda, ve e inténtalo -insistió ella.
El chico la miró, y Sara sonrió.
-¿Puedo saber cómo te llamas? -preguntó el chico.
-Sara -respondió- ¿Y tú?
-José. -respondió él.- Gracias.
-A ti. Me has ayudado -sonrió ella.
El chico sonrió y se levantó.
-Bueno, me voy a ver a Noelia.
-¿Así se llama?
-Sí. -respondió. Comenzó a alejarse, pero se giró- ¡No te quedes mucho tiempo ahí, te vayas a resfriar! -le guiñó un ojo.
Sara asintió. Se quedó unos segundos más en el banco y después se fue a su casa.
Carlos estaba cansado. Había buscado por los alrededores, y no la había encontrado. Además, estaba hambriento. Rebuscó en sus bolsillos, pero no encontró nada de dinero. Lo mejor sería volver a casa de Sara, comer algo y seguir buscándola más tarde. Se encaminó hacia el piso donde se alojaba con Sara. Ella había sido muy amable, le había dejado vivir con ella durante una semana, a cambio de pagar un pequeño alquiler de cincuenta euros. Carlos necesitaba vivir un tiempo en Madrid. Necesita tener contacto con alguien del mundo de la fama, aunque sea un simple saludo. Pensó en todo lo que había hecho Sara por él, y sintió vergüenza de él mismo.
En nada llegó al piso, abrió la puerta con la copia de las llaves y entró.
Sara estaba en el sofá tocando un poco su guitarra, cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrase. Fue corriendo a la entrada, y encontró a Carlos. Estaba mojado. Tenía la ropa empapada, los zapatos calados, el gorro muy mojado y estaba tiritando de frío.
-Carlos, ¿qué te ha pasado? -preguntó ella.
-Tengo frío... -murmuró él mientras tiritaba.
-Ven -dijo ella mientras le cogía la mano- Anda, te daré un pijama. Cámbiate y acuéstate. Te pondré un caldo calentito.
-Vale...
Sara fue a la habitación de Carlos, abrió un cajón y se encontró su ropa interior. Cerró rápidamente, y se puso colorada. Después, recapacitó y abrió el cajón. Cogió unos calzoncillos, los que más le gustaban. Abrió otro cajón. Afortunadamente, era el del pijama. Cogió uno cualquiera, pero que abrigara. Después cogió un par de calcetines.
Sara pegó en el baño antes de entrar, y después abrió. Se encontró a Carlos sentado en el váter, vestido y con la toalla envuelta en el cuerpo. Por lo menos, se había quitado los zapatos y los calcetines.
-Carlos, ¿qué haces así? Cámbiate -dijo ella.
-No puedo -dijo él, tiritando.- Tengo muchísimo frío.
Sara entró al baño, se acercó a Carlos y le quitó la toalla. Le quitó el gorro, y después, comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Mientras tanto, Carlos seguía tiritando.
-Ya está, ya está -dijo Sara.
Después, dejando su timidez a un lado, tuvo el valor de desabrocharle los botones del pantalón y quitárselo, dejándolo en ropa interior.
-¿Te podrás cambiar tú ahora, no? -preguntó Sara.
-Sí, lo... Lo intentaré.
Sara salió del baño y cerró la puerta. Fue hacia la cocina, miró la olla en la que había un resto de caldo de pollo que había preparado ella y lo puso a calentar.
Mientras se calentaba el caldo, le preparó un zumo de naranja. Le echó dos cucharadas de azúcar y lo removió. Sacó una bandejita del armario y la puso en la encimera. Le echó un último vistazo al caldo, y fue a ver cómo estaba Carlos. Lo vio saliendo del cuarto de baño, en dirección a su dormitorio.
-Carlos, vete a mi habitación, anda -dijo ella.
Carlos se quedó extrañado.
-Mi cama es mejor que la tuya. Anda, ve a mi habitación -insistió ella- Enseguida te traigo el caldito.
Carlos asintió y se fue a la habitación de Sara. Ella, destapó la cama, tumbó a Carlos y le tapó con las sábanas y el edredón.
domingo, 9 de febrero de 2014
Capítulo 33: 'No hay nada que perdonar'
¡Hola! Aquí tenéis el capítulo 33. Quiero agradeceros que leáis mi novela, y deciros que si seguís mi novela, me lo digáis para avisaros cada vez que suba capítulo, ¿vale? Es que, por lo visto, hay gente que lee mi novela pero que no me dice que le avise, e insisto: me da igual avisar. dejadme vuestro twitter y os avisaré. Mi twitter es @maralboranista. Y, nada más, gracias por leer y que os guste muchísimo el capítulo.
Capítulo 33: 'No hay nada que perdonar'
Daniela siguió el consejo de su amigo, y fue al mostrador. Allí, preguntó por un chico morenito. La mujer le dijo que había ido al baño, y le indicó el camino.
David entró en el baño, y cerró la puerta exterior de un portazo. Se apoyó en uno de los lavabos, apretando los puños con fuerza.
¿Cómo podía Daniela pensar eso? ¿No le había bastado un año de relación para darse cuenta de que él la amaba? Nunca le había levantado la mano, ni discutido, ni llorado. ¿A qué viene ahora ese miedo hacia él? ¿Y si le dejaba? Si le dejaba, se moría, así de simple. No podría aprender nunca a vivir sin ella. A vivir sin su risa, a vivir sin verla sonrojada día a día, a vivir sin su abrazos, sin sus besos... Unas lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Se sentía decepcionado.
La puerta del baño se abrió, y David se giró y se secó rápidamente las lágrimas.
-David -murmuró una chica.
El chico se giró, y vio a Daniela. Se volvió a secar las lágrimas y respiró profundamente.
-¿Qué quieres? -dijo él sonando un poco borde.
-Yo... Quería decirte que... -comenzó ella.
-¿Tienes miedo de mí? -preguntó él con la voz quebrada.
-No, David, por favor.
-Porque eso es lo que has insinuado antes -continuó sin escucharla.
-David, sabes que no quería decir eso. Sabes que te quiero.
A David volvieron a caerle otras lágrimas.
-No llores, por favor -pidió ella.- Deja que me explique.
David asintió, se volvió a secar las lágrimas y la miró.
-Es que... Esta es mi primera relación seria, y yo... -rompió a llorar- No puedo perderte, David, te amo.
Daniela se acercó a él, levantó la cabeza y le miró. El chico extendió sus brazos y la abrazó. Le dio un beso en la cabeza, mientras aprovechaba para oler su pelo.
-¿Me perdonas? -preguntó ella.
-No hay nada que perdonar, princesa -sonrió él.
Daniela levantó al vista y sonrió, David pasó un mechón de Daniela detrás de la oreja y acercaron lentamente sus labios, hasta que se juntaron. Daniela pasó las manos al cuello de David, y él bajó las manos hasta su cintura, para pegarla más a él.
-Para, para -dijo Daniela- Ahora no, por favor.
-Sí, lo siento. -dijo David, avergonzado.- No me he podido resistir.
-Yo tampoco -Daniela sonrió.
Ambos salieron juntos del servicio, y se encontraron a Carlos y a Sara hablando con el médico. Se acercaron corriendo rápidamente.
-¿Qué pasa? -preguntó Daniela, intrigada.
-¿Son amigos o familiares de Blas y de Vanessa? -preguntó el médico. Todos asintieron- Vanessa ha sufrido un paro cardíaco y ha entrado en un estado de coma.
Sara se llevó las manos a la boca, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Carlos le pasó el brazo por la cintura y la pegó a él.
-Las próximas cuarenta y ocho horas serán decisivas. Si no despierta... Es poco probable que lo haga. Lo siento.
-¿Podemos pasar a verla? -preguntó David.
-Ahora mismo, no. -respondió él- Está recuperándose. En unas dos horas vendrá un enfermero y ya os informará de cómo va evolucionando.
Daniela se quedó paralizada.
-Y... ¿Y Blas? -preguntó ella.
-El chico ha sufrido un ataque de nervios, lo han sedado y está en una habitación. Será mejor que no lo visitéis, no sabremos cómo reaccionará.
-Pero, ¿cuándo le darán el alta? -preguntó Carlos- Tenemos una audición para Destino Eurovisión.
-Si no hay problemas, esta tarde mismo. -respondió- Disculpadme, chicos, me tengo que ir.
-Pfff. -suspiró Carlos, cuando se fue el médico- Menos mal. Al menos, podremos hacer la audición, que es en directo.
Sara se separó de él.
-¿Eso es lo único que te importa? -preguntó Sara, cabreada- ¿Una estúpida audición? Una de mis mejores amigas está entre la vida y la muerte y tú te preocupas por una audición. Muy bien. Esta amistad, o lo que quiera que tengamos, va de puta madre.
Dicho esto, salió deprisa del edificio.
-Joder, coño -dijo Daniela, con la voz quebrada- No puede salir nada bien.
David la abrazó.
-Todo se solucionará, estoy seguro. -la tranquilizó- Confía en mí.
Carlos salió fuera del hospital, estaba lloviendo. Vio a Sara a lo lejos, iba andando, sin paraguas. Sólo llevaba la ropa de anoche: botines, medias, falda, camiseta y una chaqueta fina.
-¡Sara! -la llamó mientras corría hacia ella.
La chica ni se giró.
-¡Sara! -volvió a gritar él, cogiéndola del brazo.- Oh, lo siento. -se disculpó- Me he confundido de persona. Lo siento.
La muchacha sonrió.
-No importa.
Carlos asintió, y salió corriendo a la calle. Miró a los lados, pero no vio a nadie. La calle estaba desierta. Sin pensarlo dos veces, sacó su teléfono móvil, y la llamó. Le saltó el buzón de voz.
Decidió enviarle un SMS:
Capítulo 33: 'No hay nada que perdonar'
Daniela siguió el consejo de su amigo, y fue al mostrador. Allí, preguntó por un chico morenito. La mujer le dijo que había ido al baño, y le indicó el camino.
David entró en el baño, y cerró la puerta exterior de un portazo. Se apoyó en uno de los lavabos, apretando los puños con fuerza.
¿Cómo podía Daniela pensar eso? ¿No le había bastado un año de relación para darse cuenta de que él la amaba? Nunca le había levantado la mano, ni discutido, ni llorado. ¿A qué viene ahora ese miedo hacia él? ¿Y si le dejaba? Si le dejaba, se moría, así de simple. No podría aprender nunca a vivir sin ella. A vivir sin su risa, a vivir sin verla sonrojada día a día, a vivir sin su abrazos, sin sus besos... Unas lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Se sentía decepcionado.
La puerta del baño se abrió, y David se giró y se secó rápidamente las lágrimas.
-David -murmuró una chica.
El chico se giró, y vio a Daniela. Se volvió a secar las lágrimas y respiró profundamente.
-¿Qué quieres? -dijo él sonando un poco borde.
-Yo... Quería decirte que... -comenzó ella.
-¿Tienes miedo de mí? -preguntó él con la voz quebrada.
-No, David, por favor.
-Porque eso es lo que has insinuado antes -continuó sin escucharla.
-David, sabes que no quería decir eso. Sabes que te quiero.
A David volvieron a caerle otras lágrimas.
-No llores, por favor -pidió ella.- Deja que me explique.
David asintió, se volvió a secar las lágrimas y la miró.
-Es que... Esta es mi primera relación seria, y yo... -rompió a llorar- No puedo perderte, David, te amo.
Daniela se acercó a él, levantó la cabeza y le miró. El chico extendió sus brazos y la abrazó. Le dio un beso en la cabeza, mientras aprovechaba para oler su pelo.
-¿Me perdonas? -preguntó ella.
-No hay nada que perdonar, princesa -sonrió él.
Daniela levantó al vista y sonrió, David pasó un mechón de Daniela detrás de la oreja y acercaron lentamente sus labios, hasta que se juntaron. Daniela pasó las manos al cuello de David, y él bajó las manos hasta su cintura, para pegarla más a él.
-Para, para -dijo Daniela- Ahora no, por favor.
-Sí, lo siento. -dijo David, avergonzado.- No me he podido resistir.
-Yo tampoco -Daniela sonrió.
Ambos salieron juntos del servicio, y se encontraron a Carlos y a Sara hablando con el médico. Se acercaron corriendo rápidamente.
-¿Qué pasa? -preguntó Daniela, intrigada.
-¿Son amigos o familiares de Blas y de Vanessa? -preguntó el médico. Todos asintieron- Vanessa ha sufrido un paro cardíaco y ha entrado en un estado de coma.
Sara se llevó las manos a la boca, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Carlos le pasó el brazo por la cintura y la pegó a él.
-Las próximas cuarenta y ocho horas serán decisivas. Si no despierta... Es poco probable que lo haga. Lo siento.
-¿Podemos pasar a verla? -preguntó David.
-Ahora mismo, no. -respondió él- Está recuperándose. En unas dos horas vendrá un enfermero y ya os informará de cómo va evolucionando.
Daniela se quedó paralizada.
-Y... ¿Y Blas? -preguntó ella.
-El chico ha sufrido un ataque de nervios, lo han sedado y está en una habitación. Será mejor que no lo visitéis, no sabremos cómo reaccionará.
-Pero, ¿cuándo le darán el alta? -preguntó Carlos- Tenemos una audición para Destino Eurovisión.
-Si no hay problemas, esta tarde mismo. -respondió- Disculpadme, chicos, me tengo que ir.
-Pfff. -suspiró Carlos, cuando se fue el médico- Menos mal. Al menos, podremos hacer la audición, que es en directo.
Sara se separó de él.
-¿Eso es lo único que te importa? -preguntó Sara, cabreada- ¿Una estúpida audición? Una de mis mejores amigas está entre la vida y la muerte y tú te preocupas por una audición. Muy bien. Esta amistad, o lo que quiera que tengamos, va de puta madre.
Dicho esto, salió deprisa del edificio.
-Joder, coño -dijo Daniela, con la voz quebrada- No puede salir nada bien.
David la abrazó.
-Todo se solucionará, estoy seguro. -la tranquilizó- Confía en mí.
Carlos salió fuera del hospital, estaba lloviendo. Vio a Sara a lo lejos, iba andando, sin paraguas. Sólo llevaba la ropa de anoche: botines, medias, falda, camiseta y una chaqueta fina.
-¡Sara! -la llamó mientras corría hacia ella.
La chica ni se giró.
-¡Sara! -volvió a gritar él, cogiéndola del brazo.- Oh, lo siento. -se disculpó- Me he confundido de persona. Lo siento.
La muchacha sonrió.
-No importa.
Carlos asintió, y salió corriendo a la calle. Miró a los lados, pero no vio a nadie. La calle estaba desierta. Sin pensarlo dos veces, sacó su teléfono móvil, y la llamó. Le saltó el buzón de voz.
Decidió enviarle un SMS:
'Sara, joder, lo siento. ¿Dónde estás? No quiero que te pase
nada'
lunes, 3 de febrero de 2014
Capítulo 32: 'Tengo miedo'
Escuchad esta canción, por favor, os hará sentir mejor el capítulo ;) ¡Gracias por leer! ¡Besos!
Capítulo 32: 'Tengo miedo'
Capítulo 32: 'Tengo miedo'
Blas se acercó a Vanessa con lágrimas en los ojos. Estaba inconsciente. Lo médicos no sabían cuándo se iba a recuperar. Pero lo peor no era eso, lo peor era que no sabían si se iba a recuperar. Le habían dicho que estaba en lo grave dentro de la estabilidad, o algo así era lo que había entendido Blas. Al ver a Vanessa de ese modo, dos o tres lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Quería tocarla, quería acariciarla, sentirla... Pero él mismo no podía. Temía que, si tocaba a Vanessa, algo fallara y empeorara.
No podía seguir viéndola, así que se acercó a la ventana, y apartó la cortina. Miró hacia la calle. Estaba chispeando, y una chica de dieciocho años, morenita con facciones dulces, leotardos y falda cortita iba saltando felizmente. Detrás iba un chico. Con abrigo, vaqueros y jersey rojo. Esa imagen le impactó. Recordó que así iba vestido él cuando quedó con Vanessa para hacerse fotos el día después de su cumpleaños. La chica se giró de pronto, y fue hacia el chico, que agarró la mano con delicadeza y le besó los nudillos. La chica sonrió y le pasó los brazos por el cuello.
Blas tenía una sonrisa triste, como el día de hoy, lluvioso. Abrió un poco la ventana, y sacó una mano fuera. Le cayeron tres gotas, notó una fuerte ráfaga de aire y cerró. Se giró y vio a Vanessa. Parecía tan frágil. Tan frágil y tan inocente. Tenía un camisón celeste de hospital, y además, sábanas blancas, lo cual le daba mucha tristeza.
El chico se acercó a ella, le pasó los dedos por el pelo y se lo apartó de la cara. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.
-Te pondrás bien, te lo prometo -susurró él.
Se incorporó para irse. Estaba al lado de la puerta, cuando sonó un pitido agudo. A Blas le asustó, así que volvió rápidamente al lado de Vanessa. Vio una de las máquinas como la de las películas. Ésa era la del pitido agudo.
-Vanessa, Vanessa, depsierta -dijo Blas- Mierda -murmuró.
Apretó el botón, y escuchó un timbre a lo lejos, pero no podía esperar más. Siguió pulsando el timbre, como si su vida fuera en ello, y así era. Efectivamente, su vida dependía de la de la chica a la que amaba, y la estaba perdiendo.
Volvió a apretar el botón, y después, comenzó a darle golpes al mando. El botón se quedó encajado. Ya no sonaba más el timbre.
-¡Enfermera, enfermera! ¡Que venga alguien, por favor! -gritó en el pasillo.
Dos o tres enfermeras acudieron rápidamente, seguidas por un médico.
-Lo siento, muchacho, te tienes que ir -le dijo el auxiliar amablemente.
-No, no puedo, tengo que quedarme aquí -decía Blas, nervioso.
-Créeme, lo mejor es que te salgas un momentito al pasillo -insistía él, empujándole delicadamente.
-No, no. ¡Vanessa, Vanessa! -Blas se giró, y fue hacia el lado de Vanessa.
El médico miró al auxiliar, que hizo una señal, vinieron dos guardias de seguridad y lo sacaron fuera de la habitación. Mientras tanto, él forcejeaba dando patadas y golpes.
Ya fuera de la habitación, lo único que quedaba en comunicación con el exterior era una ventana, pero los médicos bajaron una persiana de tela que había.
-No, no puede ser. ¡Dejadme entrar! -dijo él dando golpes.
Un guardia de seguridad lo sujetó por los brazos, mientras otro iba en busca de una enfermera. Blas seguía poniendo resistencia. Seguía oponiendo resistencia hasta que un guardia lo sentó en una de las sillas y un enfermero le inyectó algo en el brazo. Ahí perdió el conocimiento y se durmió.
Sara, Carlos, David y Daniela estaban en la sala de espera. Sara seguía llorando sobre el pecho de Carlos, aunque estaba más relajada. Daniela había pasado de llorar, a sentarse en una esquina de la fila de sillas con los brazos alrededor de las piernas.
-Daniela, princesa, échate esto por encima, pasarás frío. -dijo David yendo hacia ella con una sábana.
Ella negó con la cabeza, sin pronunciar palabra.
-¿Qué te pasa? -preguntó David sentándose a su lado.
-Tengo miedo de que me hagas lo mismo que Fernando le hizo a Vanessa -respondió ella con sinceridad.
A David le impactaron las palabras, pero decidió tomárselo con humor.
-No digas eso, princesa. Yo jamás te haría daño en la vista. No sé si te habrás dado cuenta, pero yo no soy tan feo. -bromeó esperando una sonrisa por parte de Daniela.
Al contrario de lo esperado, ella no sonrió. Se abrazó más a sus rodillas y volvió a mirar al suelo. David suspiró, impacientado. ¿Tanto le costaba a Daniela sonreír, aunque lo hiciera por él? De mala gana, dejó la sábana en el asiento, a su lado, y se marchó al mostrador.
-Daniela, te has pasado -dijo Carlos. El chico no esperó respuesta- Ve a hablar con él, anda.
Daniela negó con la cabeza.
-Tengo miedo. -reconoció.
-¿De qué?
-De que me pegue. No hoy, sino mañana, o pasado.
-Él no lo hará, créeme. Anda, ve a hablar con él -insistió.
-Daniela, princesa, échate esto por encima, pasarás frío. -dijo David yendo hacia ella con una sábana.
Ella negó con la cabeza, sin pronunciar palabra.
-¿Qué te pasa? -preguntó David sentándose a su lado.
-Tengo miedo de que me hagas lo mismo que Fernando le hizo a Vanessa -respondió ella con sinceridad.
A David le impactaron las palabras, pero decidió tomárselo con humor.
-No digas eso, princesa. Yo jamás te haría daño en la vista. No sé si te habrás dado cuenta, pero yo no soy tan feo. -bromeó esperando una sonrisa por parte de Daniela.
Al contrario de lo esperado, ella no sonrió. Se abrazó más a sus rodillas y volvió a mirar al suelo. David suspiró, impacientado. ¿Tanto le costaba a Daniela sonreír, aunque lo hiciera por él? De mala gana, dejó la sábana en el asiento, a su lado, y se marchó al mostrador.
-Daniela, te has pasado -dijo Carlos. El chico no esperó respuesta- Ve a hablar con él, anda.
Daniela negó con la cabeza.
-Tengo miedo. -reconoció.
-¿De qué?
-De que me pegue. No hoy, sino mañana, o pasado.
-Él no lo hará, créeme. Anda, ve a hablar con él -insistió.
sábado, 1 de febrero de 2014
Capítulo 31: '¿Qué ha pasado?'
Capítulo 31: '¿Qué ha pasado?'
Daniela y David llegaron al hospital, y vieron a Blas, a Sara y a Carlos sentados en la sala de espera.
Blas estaba apartado de los dos, con la cabeza gacha, sobre los brazos, que estaban apoyados en las rodillas y los ojos rojos. Sara estaba medio tumbada sobre el pecho de Carlos, que le pasaba los dedos por su pelo, para tranquilizarla.
Daniela apareció pálida, de la mano de David, también con poco color de piel.
-¿Qué ha pasado? -logró preguntar David.
Sara rompió a llorar, y Carlos la pegó más a su pecho. Blas seguía igual, en la misma posición y con la misma expresión en su rostro.
-¿Ha....? -comenzó Daniela- ¿Ha muerto? -la voz se le quebró en la última palabra.
-No. -dijo Carlos.
-Al menos, por ahora -continuó Sara.
-Como vea a ese capullo, juro que.... -comenzó Blas levantándose de su asiento. Miró por la ventana, y lo vio aparecer subiendo una escalera.
Sin decir nada, apartó a Daniela y a David, que estaban en la puerta de la sala de espera.
-Blas, ¿a dónde...? -comenzó David.
Blas llegó hasta Fernando, y lo agarró por el cuello de la camisa.
-¡Gilipollas! ¡¿Qué coño le has hecho a Vanessa?! ¡Te voy a reventar la cabeza, gilipollas! -dijo Blas, empotrándolo contra una pared.
-Tócame si tienes narices, que te meten en la cárcel, gilipollas. -dijo Fernando muy seriamente.- ¿Qué pasa? ¿Que si tu princesita se muere, no podrás vivir? Me das una pena...
Blas hizo ademán de agarrarle del cuello, pero David le cogió los brazos y lo arrastró hacia él.
-Vete a la mierda, cabrón -dijo Daniela.
-¡Daniela, por favor! -exclamó David.
-Mira, al guapetona esta.... -dijo él.- Tú -dijo señalando a David-, ¿cuánto quieres por pasar una noche con esta preciosidad?
David levantó la cabeza y miró a Fernando con aspecto amenazante.
-Ponle la mano encima, y no vuelves a respirar aire en tu vida, aunque después me metan en la cárcel y me pudra allí mismo. -advirtió él.
Fernando rió un buen rato, y después cogió a Daniela por la muñeca, muy fuerte.
David soltó a Blas, que cayó al suelo, y fue hacia Fernando. Le agarró del brazo con el que sostenía a Daniela, y le presionó la muñeca.
-Suéltala -dijo David muy serio- Suéltala.
Carlos se acercó a David por detrás.
-David, por favor, la soltará. Déjale. -aconsejó Carlos.
Fernando seguía sin inmutarse, así que apretó la muñeca de Daniela, que encogió su cuerpo de dolor y soltó un grito.
-¡Que la sueltes, joder! -gritó David por última vez dándole un golpe en su entrepierna.
Fernando abrió su mano, dejando libre a Daniela, y cayó al suelo.
David ayudó a Daniela a levantarse, quien con lágrimas en los ojos, se acercó a David. Él la estrechó contra su pecho.
Carlos apareció por el pasillo con un guardia de seguridad, que arrestó a Fernando y se lo llevó lejos. Tomó declaración de lo sucedido, y pusieron una denuncia de maltrato contra la violencia de género.
Todo se tranquilizó un poco, hasta que apareció un médico por el pasillo. Fue entonces cuando los cinco chicos fueron a hacerle un sinfín de preguntas.
Daniela y David llegaron al hospital, y vieron a Blas, a Sara y a Carlos sentados en la sala de espera.
Blas estaba apartado de los dos, con la cabeza gacha, sobre los brazos, que estaban apoyados en las rodillas y los ojos rojos. Sara estaba medio tumbada sobre el pecho de Carlos, que le pasaba los dedos por su pelo, para tranquilizarla.
Daniela apareció pálida, de la mano de David, también con poco color de piel.
-¿Qué ha pasado? -logró preguntar David.
Sara rompió a llorar, y Carlos la pegó más a su pecho. Blas seguía igual, en la misma posición y con la misma expresión en su rostro.
-¿Ha....? -comenzó Daniela- ¿Ha muerto? -la voz se le quebró en la última palabra.
-No. -dijo Carlos.
-Al menos, por ahora -continuó Sara.
-Como vea a ese capullo, juro que.... -comenzó Blas levantándose de su asiento. Miró por la ventana, y lo vio aparecer subiendo una escalera.
Sin decir nada, apartó a Daniela y a David, que estaban en la puerta de la sala de espera.
-Blas, ¿a dónde...? -comenzó David.
Blas llegó hasta Fernando, y lo agarró por el cuello de la camisa.
-¡Gilipollas! ¡¿Qué coño le has hecho a Vanessa?! ¡Te voy a reventar la cabeza, gilipollas! -dijo Blas, empotrándolo contra una pared.
-Tócame si tienes narices, que te meten en la cárcel, gilipollas. -dijo Fernando muy seriamente.- ¿Qué pasa? ¿Que si tu princesita se muere, no podrás vivir? Me das una pena...
Blas hizo ademán de agarrarle del cuello, pero David le cogió los brazos y lo arrastró hacia él.
-Vete a la mierda, cabrón -dijo Daniela.
-¡Daniela, por favor! -exclamó David.
-Mira, al guapetona esta.... -dijo él.- Tú -dijo señalando a David-, ¿cuánto quieres por pasar una noche con esta preciosidad?
David levantó la cabeza y miró a Fernando con aspecto amenazante.
-Ponle la mano encima, y no vuelves a respirar aire en tu vida, aunque después me metan en la cárcel y me pudra allí mismo. -advirtió él.
Fernando rió un buen rato, y después cogió a Daniela por la muñeca, muy fuerte.
David soltó a Blas, que cayó al suelo, y fue hacia Fernando. Le agarró del brazo con el que sostenía a Daniela, y le presionó la muñeca.
-Suéltala -dijo David muy serio- Suéltala.
Carlos se acercó a David por detrás.
-David, por favor, la soltará. Déjale. -aconsejó Carlos.
Fernando seguía sin inmutarse, así que apretó la muñeca de Daniela, que encogió su cuerpo de dolor y soltó un grito.
-¡Que la sueltes, joder! -gritó David por última vez dándole un golpe en su entrepierna.
Fernando abrió su mano, dejando libre a Daniela, y cayó al suelo.
David ayudó a Daniela a levantarse, quien con lágrimas en los ojos, se acercó a David. Él la estrechó contra su pecho.
Carlos apareció por el pasillo con un guardia de seguridad, que arrestó a Fernando y se lo llevó lejos. Tomó declaración de lo sucedido, y pusieron una denuncia de maltrato contra la violencia de género.
Todo se tranquilizó un poco, hasta que apareció un médico por el pasillo. Fue entonces cuando los cinco chicos fueron a hacerle un sinfín de preguntas.
Capítulo 30: 'Mírame, ¿vale?'
Capítulo 30: 'Mírame, ¿vale?'
Blas llegó corriendo a casa de Vanessa, tocó el timbre, pero nadie le abrió. Comenzó a darle golpes a la puerta, y también a gritar.
A Vanessa la despertaron unos fuertes golpes. Abrió los ojos, y vio un charco de sangre a su lado. Se asustó bastante, y se tocó la cabeza. Notó algo líquido y miró su mano. Vio sangre.
-¡Vanessa! ¡Abre! -gritaba alguien desde fuera pegando en al puerta.- ¡Vanessa, joder! ¡Ábreme o tiro la puerta abajo!
Vanessa, asustada, se levantó como pudo, y abrió. Nada más verla, Blas se lanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo.
-Vanessa, Dios mío, ¿qué te ha hecho ese tío? -preguntó Blas.
-Yo... Yo... -Vanessa iba a explicar todo lo que había pasado: que Fernando había aparecido en su casa y comenzó a pegarle cuando se enteró de que Blas había estado aquí. Intentó explicarlo, pero se desmayó y cayó al suelo.
-¡Vanessa! -gritó Blas- ¡Vanessa, despierta, joder! Vanessa, por favor.
Se levantó con furia, fue hacia el teléfono y llamó a una ambulancia. Dijeron que tardaría unos diez minutos, y le advirtieron que no moviera el cuerpo de la chica. Él asintió, colgó el teléfono y volvió hacia Vanessa, que seguía tumbada en el suelo.
-Preciosa, ¿te vas a quedar aquí a dormir? -le preguntó David a Daniela.
-¿No te importa? -preguntó ella.
-Pero, ¿cómo me va a importar, por favor? -dijo David acercándose a ella- Si pudiera, pasaría cada segundo a tu lado. -susurró.
-Y yo también -dijo ella.
David cogió su mano con delicadeza, y comenzó a besarle los nudillos.
-Te amo -decía él.
Daniela mantenía la cabeza agachada.
-Tú -dijo David con delicadeza-, mírame.
Le sujetó la barbilla y levantó la cabeza.
-Te amo. -volvió a decir él- ¿Y tú, me amas a mí?
-Amarte es poco -susurró ella.
David sonrió, y se acercó a ella lentamente para darle un beso, pero en ese instante sonó un teléfono móvil.
-Es el mío -dijo Daniela-, lo siento.
Daniela fue hacia la mesita de noche, donde estaba su bolso. Rebuscó en él y encontró su móvil.
-¿Sí? ¿Quién es? -preguntó ella.
-Daniela, soy Sara -hablaba muy rápido.
-Ah, hola, Sara, que...
-Blas se ha encontrado a Vanessa tirada en el suelo sangrando, ha llamado a una ambulancia, hay que ir al hospital. -dijo todo lo rápido que le permitían sus palabras.
-¡¿Qué?! -exclamó Daniela con los ojos llenos de lágrimas y llevándose la mano a la boca.
-Pues eso, voy camino del hospital, no tardes, por favor.
-Pero, ¿cómo está?
-Daniela, no tengo tiempo. Como me vea la policía hablando por el móvil mientras conduzco, me cae una multa. Tienes que darte prisa, joder.
Dicho esto, Sara colgó el teléfono, y a Daniela se le resbaló el suyo de las manos.
-Princesa, ¿qué pasa? -preguntó David andando rápidamente hacia ella y sujetándole los brazos.
Ella se giró y se apoyó en el pecho de David. Ahí comenzó a llorar.
-Vanessa.... Ha aparecido en el suelo... De su casa sangrando... Ha llamado a una ambulancia... -decía entre sollozos.- Está en el hospital -dicho esto, rompió a llorar.
David la estrechó entre sus brazos pese a no haber entendido nada.
-A ver, princesa, mírame, ¿vale? -dijo sujetándole la barbilla y levantándola- Mírame, ¿vale?
Daniela levantó la cabeza, y se fijó en los ojos marrones de su chico.
-Eso es, muy bien -decía él susurrando.- Tranquilízate, ¿vale?
Daniela seguía sollozando, pero se tranquilizó un poco más.
-¿Qué ha pasado? -preguntó David.
-Yo... Yo... Vanessa.... -rompió a llorar otra vez.
-Shhhh. A ver, Daniela, tranquila, ¿vale? Mírame -susurró él-, mírame, ¿vale? -repitió.
Daniela asintió y subió la cabeza.
-¿Qué ha pasado? -preguntó David.
Daniela respiró hondo, y contó todo lo sucedido. A David le impactó, pero intentó no perder la calma. Daniela necesitaba tranquilidad, y si en él también cundía el pánico, Daniela se pondría más nerviosa.
-Entonces, ¿vamos al hospital, no? -preguntó David, al fin.
-Sí...
-Tendrás que conducir...
-Lo sé, lo haré con cuidado -susurró ella.
-No pienses en eso, ¿vale? -le dijo él- Piensa en algo agradable.
Daniela asintió y se secó las lágrimas.
Blas llegó corriendo a casa de Vanessa, tocó el timbre, pero nadie le abrió. Comenzó a darle golpes a la puerta, y también a gritar.
A Vanessa la despertaron unos fuertes golpes. Abrió los ojos, y vio un charco de sangre a su lado. Se asustó bastante, y se tocó la cabeza. Notó algo líquido y miró su mano. Vio sangre.
-¡Vanessa! ¡Abre! -gritaba alguien desde fuera pegando en al puerta.- ¡Vanessa, joder! ¡Ábreme o tiro la puerta abajo!
Vanessa, asustada, se levantó como pudo, y abrió. Nada más verla, Blas se lanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo.
-Vanessa, Dios mío, ¿qué te ha hecho ese tío? -preguntó Blas.
-Yo... Yo... -Vanessa iba a explicar todo lo que había pasado: que Fernando había aparecido en su casa y comenzó a pegarle cuando se enteró de que Blas había estado aquí. Intentó explicarlo, pero se desmayó y cayó al suelo.
-¡Vanessa! -gritó Blas- ¡Vanessa, despierta, joder! Vanessa, por favor.
Se levantó con furia, fue hacia el teléfono y llamó a una ambulancia. Dijeron que tardaría unos diez minutos, y le advirtieron que no moviera el cuerpo de la chica. Él asintió, colgó el teléfono y volvió hacia Vanessa, que seguía tumbada en el suelo.
-Preciosa, ¿te vas a quedar aquí a dormir? -le preguntó David a Daniela.
-¿No te importa? -preguntó ella.
-Pero, ¿cómo me va a importar, por favor? -dijo David acercándose a ella- Si pudiera, pasaría cada segundo a tu lado. -susurró.
-Y yo también -dijo ella.
David cogió su mano con delicadeza, y comenzó a besarle los nudillos.
-Te amo -decía él.
Daniela mantenía la cabeza agachada.
-Tú -dijo David con delicadeza-, mírame.
Le sujetó la barbilla y levantó la cabeza.
-Te amo. -volvió a decir él- ¿Y tú, me amas a mí?
-Amarte es poco -susurró ella.
David sonrió, y se acercó a ella lentamente para darle un beso, pero en ese instante sonó un teléfono móvil.
-Es el mío -dijo Daniela-, lo siento.
Daniela fue hacia la mesita de noche, donde estaba su bolso. Rebuscó en él y encontró su móvil.
-¿Sí? ¿Quién es? -preguntó ella.
-Daniela, soy Sara -hablaba muy rápido.
-Ah, hola, Sara, que...
-Blas se ha encontrado a Vanessa tirada en el suelo sangrando, ha llamado a una ambulancia, hay que ir al hospital. -dijo todo lo rápido que le permitían sus palabras.
-¡¿Qué?! -exclamó Daniela con los ojos llenos de lágrimas y llevándose la mano a la boca.
-Pues eso, voy camino del hospital, no tardes, por favor.
-Pero, ¿cómo está?
-Daniela, no tengo tiempo. Como me vea la policía hablando por el móvil mientras conduzco, me cae una multa. Tienes que darte prisa, joder.
Dicho esto, Sara colgó el teléfono, y a Daniela se le resbaló el suyo de las manos.
-Princesa, ¿qué pasa? -preguntó David andando rápidamente hacia ella y sujetándole los brazos.
Ella se giró y se apoyó en el pecho de David. Ahí comenzó a llorar.
-Vanessa.... Ha aparecido en el suelo... De su casa sangrando... Ha llamado a una ambulancia... -decía entre sollozos.- Está en el hospital -dicho esto, rompió a llorar.
David la estrechó entre sus brazos pese a no haber entendido nada.
-A ver, princesa, mírame, ¿vale? -dijo sujetándole la barbilla y levantándola- Mírame, ¿vale?
Daniela levantó la cabeza, y se fijó en los ojos marrones de su chico.
-Eso es, muy bien -decía él susurrando.- Tranquilízate, ¿vale?
Daniela seguía sollozando, pero se tranquilizó un poco más.
-¿Qué ha pasado? -preguntó David.
-Yo... Yo... Vanessa.... -rompió a llorar otra vez.
-Shhhh. A ver, Daniela, tranquila, ¿vale? Mírame -susurró él-, mírame, ¿vale? -repitió.
Daniela asintió y subió la cabeza.
-¿Qué ha pasado? -preguntó David.
Daniela respiró hondo, y contó todo lo sucedido. A David le impactó, pero intentó no perder la calma. Daniela necesitaba tranquilidad, y si en él también cundía el pánico, Daniela se pondría más nerviosa.
-Entonces, ¿vamos al hospital, no? -preguntó David, al fin.
-Sí...
-Tendrás que conducir...
-Lo sé, lo haré con cuidado -susurró ella.
-No pienses en eso, ¿vale? -le dijo él- Piensa en algo agradable.
Daniela asintió y se secó las lágrimas.
viernes, 31 de enero de 2014
Capítulo 29: '¿Y esto?'
Capítulo 29: '¿Y esto?'
Vanessa siguió llorando, lloró todo lo que pudo, no le quedaban fuerzas para seguir con esto. Con todo lo que estaba pasando. Fue a la cocina, abrió el cajón y cogió un cuchillo. Se lo puso en la muñeca, con la hoja volcada, la presionó fuertemente, y en ese momento recordó cuando ella y Blas prepararon juntos las lentejas. Recordó cuando ella le gritó, pero pese a todo, él siguió ahí, ayudándola en lo que necesitara. Empezó a presionarlo, pero esta vez, con la hoja en dirección a sus venas. Apretó los dientes y comenzó a llorar, pero de rabia. ¿Iba a dejar, acaso, que un hombre decidiera sobre su vida? Se apartó el cuchillo rápidamente, fue al baño a curarse la herida y sonó el timbre. ¿Quién sería ahora? Fue corriendo a abrir, esta vez lo hizo sin mirar, y se sorprendió al ver a Fernando.
-¿Qué? ¿Ya ha venido el mariconazo ese, no? -dijo él refiriéndose a Blas.- Es un capullo de mierda. Déjame pasar -ordenó.
-No -dijo Vanessa, firme.
-¿Cómo que no? -preguntó él- Señorita, me vas a dejar pasar, o si no, ya sabes lo que pasará.
-Te prohíbo que te acerques a nosotros. -ordenó ella- Quiero que nos dejes en paz.
-Uh, los humitos se te han subido a la cabeza, ¿no? -dijo él- Anda, quita -dijo apartándola bruscamente.
Vanessa no tuvo más remedio que dejarle pasar, él no tardó nada en ver su herida en la muñeca.
-¿Y esto? -preguntó él, quitándole la venda de la mueca y apretándola fuerte.
-Fernando, para, me haces daño -dijo como pudo.
Él sonrió.
-Ah, ¿sí? Parece que ya no eres tan fuerte como antes, ¿eh? -le apretó más la muñeca, y ella soltó un pequeño gemido. Después la empujó muy fuerte y cayó al suelo, dándose un golpe fuerte en la nuca con la pared.
Él acudió a ella, y le levantó la cabeza. Tenía sangre. Fernando se dio cuenta del lío en el que se había metido, y decidió aprovecharlo para asustar a Blas, y que no se acercara a su chica.
Aprovechó la sangre de la muñeca de la chica y escribió en la pared: 'Esto es lo que pasa por tus estúpidos jueguecitos de niño enamorado. Aléjate de ella.' Después, usó el teléfono de Vanessa y llamó a Blas.
-¿Quién es? -preguntó el chico de ojos azules por teléfono.
-Eso no importa. -respondió Fernando, rápidamente- Lo que importa es que estoy en casa de Vanessa, y se ha hecho daño, está sangrando.
-¡¿Qué?! -exclamó él- ¿Quién coño eres y que haces allí?
-Prueba -dijo Fernando.
-Fernando.... ¡Eres un capullo! ¡Cuando te vea, te voy a reventar la cara, cabrón de mierda! -gritó él.
-Tú sigue diciendo eso, mientras, Vanessa está aquí desangrándose...
-¡Gilipollas, llama a una ambulancia! -gritó Blas.
-Lo siento, soy gilipollas, no sé cómo se hace eso... -rió él.
-Fernando, eres un....
Fernando colgó antes de que Blas terminara de decir la frase y salió de casa, dejando tirada en el suelo a Vanessa.
Vanessa siguió llorando, lloró todo lo que pudo, no le quedaban fuerzas para seguir con esto. Con todo lo que estaba pasando. Fue a la cocina, abrió el cajón y cogió un cuchillo. Se lo puso en la muñeca, con la hoja volcada, la presionó fuertemente, y en ese momento recordó cuando ella y Blas prepararon juntos las lentejas. Recordó cuando ella le gritó, pero pese a todo, él siguió ahí, ayudándola en lo que necesitara. Empezó a presionarlo, pero esta vez, con la hoja en dirección a sus venas. Apretó los dientes y comenzó a llorar, pero de rabia. ¿Iba a dejar, acaso, que un hombre decidiera sobre su vida? Se apartó el cuchillo rápidamente, fue al baño a curarse la herida y sonó el timbre. ¿Quién sería ahora? Fue corriendo a abrir, esta vez lo hizo sin mirar, y se sorprendió al ver a Fernando.
-¿Qué? ¿Ya ha venido el mariconazo ese, no? -dijo él refiriéndose a Blas.- Es un capullo de mierda. Déjame pasar -ordenó.
-No -dijo Vanessa, firme.
-¿Cómo que no? -preguntó él- Señorita, me vas a dejar pasar, o si no, ya sabes lo que pasará.
-Te prohíbo que te acerques a nosotros. -ordenó ella- Quiero que nos dejes en paz.
-Uh, los humitos se te han subido a la cabeza, ¿no? -dijo él- Anda, quita -dijo apartándola bruscamente.
Vanessa no tuvo más remedio que dejarle pasar, él no tardó nada en ver su herida en la muñeca.
-¿Y esto? -preguntó él, quitándole la venda de la mueca y apretándola fuerte.
-Fernando, para, me haces daño -dijo como pudo.
Él sonrió.
-Ah, ¿sí? Parece que ya no eres tan fuerte como antes, ¿eh? -le apretó más la muñeca, y ella soltó un pequeño gemido. Después la empujó muy fuerte y cayó al suelo, dándose un golpe fuerte en la nuca con la pared.
Él acudió a ella, y le levantó la cabeza. Tenía sangre. Fernando se dio cuenta del lío en el que se había metido, y decidió aprovecharlo para asustar a Blas, y que no se acercara a su chica.
Aprovechó la sangre de la muñeca de la chica y escribió en la pared: 'Esto es lo que pasa por tus estúpidos jueguecitos de niño enamorado. Aléjate de ella.' Después, usó el teléfono de Vanessa y llamó a Blas.
-¿Quién es? -preguntó el chico de ojos azules por teléfono.
-Eso no importa. -respondió Fernando, rápidamente- Lo que importa es que estoy en casa de Vanessa, y se ha hecho daño, está sangrando.
-¡¿Qué?! -exclamó él- ¿Quién coño eres y que haces allí?
-Prueba -dijo Fernando.
-Fernando.... ¡Eres un capullo! ¡Cuando te vea, te voy a reventar la cara, cabrón de mierda! -gritó él.
-Tú sigue diciendo eso, mientras, Vanessa está aquí desangrándose...
-¡Gilipollas, llama a una ambulancia! -gritó Blas.
-Lo siento, soy gilipollas, no sé cómo se hace eso... -rió él.
-Fernando, eres un....
Fernando colgó antes de que Blas terminara de decir la frase y salió de casa, dejando tirada en el suelo a Vanessa.
sábado, 25 de enero de 2014
Capítulo 28: 'Yo... te quiero'
¡Hola, chicas! Bueno, como he dicho, me encuentro un poco mal. Me duele la cabeza y la garganta, así que si no subo capítulo, no os extrañéis. Me he tomado una pastilla, y se me ha pasado el dolor de cabeza, así que he podido escribir este capítulo. Gracias a todas por leer y por vuestra comprensión. Os quiero muchísimo, no lo olvidéis :)
Capítulo 28: 'Yo... te quiero'
Vanessa se despertó abriendo los ojos. Miró el reloj de la mesilla de noche y vio que eran las tres y media de la tarde. Intentó recordar qué hacía en el suelo, y a su mente vino todo lo sucedido con Fernando. A las dos había quedado con Blas para almorzar. Miró su móvil. Tenía diez llamadas perdidas de él y siete mensajes de texto. Comenzó a leer los mensajes:
Capítulo 28: 'Yo... te quiero'
Vanessa se despertó abriendo los ojos. Miró el reloj de la mesilla de noche y vio que eran las tres y media de la tarde. Intentó recordar qué hacía en el suelo, y a su mente vino todo lo sucedido con Fernando. A las dos había quedado con Blas para almorzar. Miró su móvil. Tenía diez llamadas perdidas de él y siete mensajes de texto. Comenzó a leer los mensajes:
'Vanessa, hoy habíamos quedado a las dos para almorzar juntos, ¿lo recuerdas?'
'Si no puedes venir, no pasa nada'
'¿Te has enfadado conmigo? ¿Por qué no me coges el teléfono?'
'¿Vas a venir, o no? Me estoy congelando aquí'
¿Ha pasado algo? Me estoy preocupando.
'Me quedaré esperando hasta las tres, si no vienes, me voy a mi casa. Llámame cuando veas el mensaje'
Éste último mensaje lo envió a las tres menos cuarto, y el último, lo envió hace diez minutos:
'De acuerdo, me estoy preocupando de verdad. Voy para tu casa. Estaré allí en diez minutos más o menos.'
Al ver este último mensaje, se alarmó. No quedaba nada de tiempo. Fue al baño y se lavó la cara. El timbre sonó, y ella fue muy despacio a mirar por la mirilla. Era Blas.
-Vanessa, ¿estás ahí? -preguntó él- Sé que estás ahí, abre, por favor. Vanessa, estoy muy preocupado, abre.
Vanessa apoyó la cabeza en la puerta, y comenzó a llorar en silencio.
-Vanessa, ¿estás llorando? Te estoy oyendo. ¿Qué pasa? -insistió él- Estás enfadada conmigo, vale, pero no llores, háblame por lo menos, para que deje de preocuparme, por favor.
Vanessa tragó saliva y consiguió responder:
-Vete, Blas, no quiero verte.
-¡Vanessa! Abre, por favor, me tienes muy preocupado. ¿Qué te pasa?
-No te quiero ver la cara en toda tu vida, quiero que te vayas -sollozó ella.
-¿Por qué? ¿Qué he hecho?
-¡Que te vayas! -gritó ella.
Blas comenzó a llorar.
-¿Por qué? Vanessa, no me hagas esto, por favor. -Blas suspiró, con lágrimas en los ojos.
-Vete -dijo ella.
Vanessa se sentó en el suelo. Pensaba que ya no podría estar más tiempo de pie.
-No puedo -dijo él.
-¿Por qué? Te odio -dijo ella, con lágrimas en los ojos y voz quebrada.
A la chica, estas palabras le dolieron, al igual que al chico, que rompió a llorar.
-Vete -insistió ella.
Le dolía decir eso, pero lo que menos quería, era perderlo a él para siempre, así que prefirió apartarlo de ella. Al menos, durante un tiempo.
-No te quiero volver a ver nunca.
Le dolía decir eso, pero lo que menos quería, era perderlo a él para siempre, así que prefirió apartarlo de ella. Al menos, durante un tiempo.
-No te quiero volver a ver nunca.
-De acuerdo, me iré, pero antes quiero decirte una cosa. -comenzó él.
Vanessa respiró hondo, y se secó las lágrimas como pudo.
Blas también lo hizo. Lo que iba a decir ahora, probablemente destrozaría su amistad para siempre.
-Vanessa... -comenzó él- Yo... te quiero.
Ella volvió a romper a llorar, y el chico salió del edificio.
Ella volvió a romper a llorar, y el chico salió del edificio.
Capítulo 27: 'Déjame en paz, no me hagas más daño'
Capítulo 27: 'Déjame en paz, no me hagas más daño'
-Hola, princesa -dijo David cogiendo en brazos a Daniela- ¿Cómo estás?
-Mal -respondió ella- El viernes te llamé y no me lo cogiste, me tenías preocupada.
David hizo memoria. El viernes fue cuando tuvieron que ir al hotel de Madrid a hacer la prueba. Tenía que tener el teléfono apagado, por eso no le contestó. Decidió contarle una mentirijilla piadosa.
-Estuve en Granada con mi familia, quería desconectar un poco, lo siento. -dijo él, agachando la cabeza.
-Pues es que me habías preocupado mucho -dijo ella.
-Lo siento.
-Vale, no te preocupes -dijo ella guiñando un ojo.- Y, bueno, ¿Cuáles son los planes para hoy?
-Quedar con los demás, no, seguro -rió él.- Son unos locos -bromeó.
-Sí, la verdad es que no están muy bien de la cabeza -rió Daniela- Ay, ¿podemos ir a tu casa? Es que quiero escuchar otra vez tu maqueta.
-Vale -respondió él- Pero te advierto que no está amueblada.
Daniela rió.
-Estás fatal, David.
Vanessa estaba en el baño, terminando de peinarse y maquillarse. Escuchó su móvil sonar, y fue hacia él. Sabía que podía ser Blas, habían quedado para comer juntos. Al llegar, el móvil dejó de sonar. Miró el número, y era uno desconocido. Pensó que sería el número de una de las pocas cabinas de teléfono que quedan por Madrid. Al rato, el teléfono volvió a sonar, ella lo cogió.
-¿Sí? -preguntó ella.
-Hola, guapa. ¿Sabes quién soy? -preguntó una voz.
Vanessa calló, ¿quién podría ser? La voz le sonaba mucho, pero no lograba identificar de quién era.
-No... ¿Quién eres?
-Pues soy el tío con el que te acostabas, el que te ama más que a nada en el mundo, el que te regalaba flores, soy el tío al que dejaste tirado un puto día por una gilipollez.
-Fernando, déjame en paz, no me hagas más daño. -consiguió decir ella.
-Te recuerdo, preciosa, que sé dónde vives, y como no vuelvas a salir conmigo, mataré al tío ese tan amiguito tuyo, ¿me entiendes?
-Blas... -murmuró ella.
-Exacto, mataré al tal Blas, y ¿no quieres que eso suceda, no? Porque tú le quieres mucho, ¿verdad?
-Sí... -dijo ella.
-Pues escucha atentamente lo que te voy a decir, porque sólo lo diré una vez: ¿hoy has quedado con él, no? Pues quiero que le dejes tirado, y que no le cojas más el teléfono. Si te habla por tuenti, te llama, o te envía mensajes, no le respondas, o él lo pagará muy caro. Esta noche iré a tu casa, y cenaremos y nos trataremos tan bien como lo hacíamos antes, quiero que todo esto vuelva a ser exactamente como antes. No le cuentes esto a nadie, o el tío ese pagará las consecuencias. ¿Lo has entendido?
-¿Por qué?, Fernando, ¿por qué lo tienes que hacer? -preguntó ella, llorando.
-¡¿Lo has entendido?! -gritó él.
-Sí -murmuró ella.
-Perfecto. Arreglate para esta noche.
Dicho esto, Fernando colgó. Vanessa dejó caer el teléfono, se derrumbó sobre el suelo y comenzó a llorar, con las manos en su rostro.
Su teléfono sonó, ella lo descolgó sin mirar el número, pero no respondió.
-Vanessa. -decía la voz al otro lado- ¿Vanessa, estás ahí? Soy Blas, era para decirte que ya te estoy esperando. No tardes, porfa, que hace mucho frío aquí. Un beso, preciosa, nos vemos.
Blas colgó el teléfono, y Vanessa volvió a romper a llorar. No sabía qué hacer, así que se tumbó en el suelo, y comenzó a llorar hasta que le faltaban fuerzas para hacerlo. Entonces, se quedó dormida.
-Hola, princesa -dijo David cogiendo en brazos a Daniela- ¿Cómo estás?
-Mal -respondió ella- El viernes te llamé y no me lo cogiste, me tenías preocupada.
David hizo memoria. El viernes fue cuando tuvieron que ir al hotel de Madrid a hacer la prueba. Tenía que tener el teléfono apagado, por eso no le contestó. Decidió contarle una mentirijilla piadosa.
-Estuve en Granada con mi familia, quería desconectar un poco, lo siento. -dijo él, agachando la cabeza.
-Pues es que me habías preocupado mucho -dijo ella.
-Lo siento.
-Vale, no te preocupes -dijo ella guiñando un ojo.- Y, bueno, ¿Cuáles son los planes para hoy?
-Quedar con los demás, no, seguro -rió él.- Son unos locos -bromeó.
-Sí, la verdad es que no están muy bien de la cabeza -rió Daniela- Ay, ¿podemos ir a tu casa? Es que quiero escuchar otra vez tu maqueta.
-Vale -respondió él- Pero te advierto que no está amueblada.
Daniela rió.
-Estás fatal, David.
Vanessa estaba en el baño, terminando de peinarse y maquillarse. Escuchó su móvil sonar, y fue hacia él. Sabía que podía ser Blas, habían quedado para comer juntos. Al llegar, el móvil dejó de sonar. Miró el número, y era uno desconocido. Pensó que sería el número de una de las pocas cabinas de teléfono que quedan por Madrid. Al rato, el teléfono volvió a sonar, ella lo cogió.
-¿Sí? -preguntó ella.
-Hola, guapa. ¿Sabes quién soy? -preguntó una voz.
Vanessa calló, ¿quién podría ser? La voz le sonaba mucho, pero no lograba identificar de quién era.
-No... ¿Quién eres?
-Pues soy el tío con el que te acostabas, el que te ama más que a nada en el mundo, el que te regalaba flores, soy el tío al que dejaste tirado un puto día por una gilipollez.
-Fernando, déjame en paz, no me hagas más daño. -consiguió decir ella.
-Te recuerdo, preciosa, que sé dónde vives, y como no vuelvas a salir conmigo, mataré al tío ese tan amiguito tuyo, ¿me entiendes?
-Blas... -murmuró ella.
-Exacto, mataré al tal Blas, y ¿no quieres que eso suceda, no? Porque tú le quieres mucho, ¿verdad?
-Sí... -dijo ella.
-Pues escucha atentamente lo que te voy a decir, porque sólo lo diré una vez: ¿hoy has quedado con él, no? Pues quiero que le dejes tirado, y que no le cojas más el teléfono. Si te habla por tuenti, te llama, o te envía mensajes, no le respondas, o él lo pagará muy caro. Esta noche iré a tu casa, y cenaremos y nos trataremos tan bien como lo hacíamos antes, quiero que todo esto vuelva a ser exactamente como antes. No le cuentes esto a nadie, o el tío ese pagará las consecuencias. ¿Lo has entendido?
-¿Por qué?, Fernando, ¿por qué lo tienes que hacer? -preguntó ella, llorando.
-¡¿Lo has entendido?! -gritó él.
-Sí -murmuró ella.
-Perfecto. Arreglate para esta noche.
Dicho esto, Fernando colgó. Vanessa dejó caer el teléfono, se derrumbó sobre el suelo y comenzó a llorar, con las manos en su rostro.
Su teléfono sonó, ella lo descolgó sin mirar el número, pero no respondió.
-Vanessa. -decía la voz al otro lado- ¿Vanessa, estás ahí? Soy Blas, era para decirte que ya te estoy esperando. No tardes, porfa, que hace mucho frío aquí. Un beso, preciosa, nos vemos.
Blas colgó el teléfono, y Vanessa volvió a romper a llorar. No sabía qué hacer, así que se tumbó en el suelo, y comenzó a llorar hasta que le faltaban fuerzas para hacerlo. Entonces, se quedó dormida.
miércoles, 22 de enero de 2014
Capítulo 26: 'Auryn, os toca'
Capítulo 26: 'Auryn, os toca'
-David, cuéntame algo -le pidió Daniela.
-¿Qué quieres que te cuente?
-No sé. Algo. Me aburro, la tele es un rollo. -dijo ella soltando el mando y acomodándose en el sofá.
-Pues déjamela a mí, que me haría mucha falta -bromeó él. Daniela le miró seria- Vale, mmm, ¿Qué te cuento? Es que no se me ocurre nada.
-¿Cómo le encontrásteis el nombre al grupo? -preguntó ella.
-Pues, mira. -comenzó él- Después de cinco meses, en enero, decidimos que había que buscarle de una vez nombre al grupo, y ponernos algo para conseguir, entonces quedamos un fin de semana, y todos llevábamos muchos nombres.
-¿Como cuáles?
-No me acuerdo ya, pero eran muy ridículos, te lo aseguro -dijo riéndose- Recuerdo que cada vez que uno decíamos un nombre, nos echábamos a reír y decíamos: 'Pero, ¿cómo nos vamos a llamar así?' Después de dos horas, no conseguimos ningún nombre, así que nos tumbamos y dijimos que el nombre que fuera nos tendría que dar suerte. Entonces Álvaro sacó el tema del libro La Historia Interminable y todos nos miramos al mismo tiempo y dijimos: Áuryn. Y luego, hicimos una fiesta.
-¿Y no me invitásteis? -preguntó Daniela, ofendida.
-Te recuerdo, bebé, que tú estabas con fiebre.
-Es verdad... -dijo ella.- ¿Y ahora, qué?
-¿Cómo que, ahora qué?
-¿Qué es lo que vais a hacer ahora?
-El... -David comenzó a hablar, pero se calló. Recordó que Auryn había hablado de eso y acordaron no decir nada de la audición a Eurovisión que tendría lugar en Madrid el día veintiséis- ¿El lunes te apetecería quedar?
-¿El lunes, qué es?
-Veintinueve -respondió David.
-Sí, vale, pero por la tarde, que por la mañana tengo que ir a la uni.
-Vale.
Irene, la madre de Daniela, entró al salón.
-David, ¿te apetece quedarte a comer hoy aquí? -preguntó.
-No, gracias, no quiero molestar.
-Anda, ¡pero si no molestas! -exclamó Irene.
-No, no, de verdad. -dijo él- Muchas gracias.
-Tú te quedas aquí, como que me llamo Daniela -dijo la chica- Ya ve si te quedas...
David rió.
-¿De verdad, no os importa? -preguntó él.
-Hijo mío, si me importara, no te hubiera invitado. -rió Irene.
-Está bien, me quedaré. Muchísimas gracias, de verdad.
Llegó el día veintiséis. Auryn llegó al hotel de Madrid. Estaban muy nerviosos, había que reconocerlo. Incluso Dani, que era el que más había estado en el mundo del espectáculo, estaba nervioso. Se sentaron en la sala, y esperaron a que los llamaran. Estaban repasando y calentando un poco la voz. Lo habían hablado con Magí Torras, su representante: Si no los escogían, no pasaba nada, irían a otra gala de televisión de las cuatro que había.
-Auryn, os toca -gritó uno de los hombres.
Los cinco se levantaron, las manos de ellos temblaban. David estaba muy nervioso, Álvaro intentó calmarle enseñándole trucos para relajarse, pero no lo conseguía. La mayoría pensaron que no lo iban a lograr, eran de pensamientos negativos, pero ganas no les faltaban, que era lo importante. Entraron a la sala, donde había photocalls de Destino Eurovisión. También estaba el jurado, donde estaba Noemí Galera, que reconoció a Blas y le demostró un cariño muy familiar.
Los demás respiraron tranquilos, y consiguieron relajarse un poco. Como el tiempo se agotaba, escogieron You Left Me Only Words, presentada por Israel en 2010. Después les pidieron dos canciones más, y todos mostraron una cara de asombro, pero aún así, las cantaron.
Fue una sorpresa para todos saber que, habían pasado a la siguiente fase, y que ahora era más probable de que cumplieran su sueño.
-David, cuéntame algo -le pidió Daniela.
-¿Qué quieres que te cuente?
-No sé. Algo. Me aburro, la tele es un rollo. -dijo ella soltando el mando y acomodándose en el sofá.
-Pues déjamela a mí, que me haría mucha falta -bromeó él. Daniela le miró seria- Vale, mmm, ¿Qué te cuento? Es que no se me ocurre nada.
-¿Cómo le encontrásteis el nombre al grupo? -preguntó ella.
-Pues, mira. -comenzó él- Después de cinco meses, en enero, decidimos que había que buscarle de una vez nombre al grupo, y ponernos algo para conseguir, entonces quedamos un fin de semana, y todos llevábamos muchos nombres.
-¿Como cuáles?
-No me acuerdo ya, pero eran muy ridículos, te lo aseguro -dijo riéndose- Recuerdo que cada vez que uno decíamos un nombre, nos echábamos a reír y decíamos: 'Pero, ¿cómo nos vamos a llamar así?' Después de dos horas, no conseguimos ningún nombre, así que nos tumbamos y dijimos que el nombre que fuera nos tendría que dar suerte. Entonces Álvaro sacó el tema del libro La Historia Interminable y todos nos miramos al mismo tiempo y dijimos: Áuryn. Y luego, hicimos una fiesta.
-¿Y no me invitásteis? -preguntó Daniela, ofendida.
-Te recuerdo, bebé, que tú estabas con fiebre.
-Es verdad... -dijo ella.- ¿Y ahora, qué?
-¿Cómo que, ahora qué?
-¿Qué es lo que vais a hacer ahora?
-El... -David comenzó a hablar, pero se calló. Recordó que Auryn había hablado de eso y acordaron no decir nada de la audición a Eurovisión que tendría lugar en Madrid el día veintiséis- ¿El lunes te apetecería quedar?
-¿El lunes, qué es?
-Veintinueve -respondió David.
-Sí, vale, pero por la tarde, que por la mañana tengo que ir a la uni.
-Vale.
Irene, la madre de Daniela, entró al salón.
-David, ¿te apetece quedarte a comer hoy aquí? -preguntó.
-No, gracias, no quiero molestar.
-Anda, ¡pero si no molestas! -exclamó Irene.
-No, no, de verdad. -dijo él- Muchas gracias.
-Tú te quedas aquí, como que me llamo Daniela -dijo la chica- Ya ve si te quedas...
David rió.
-¿De verdad, no os importa? -preguntó él.
-Hijo mío, si me importara, no te hubiera invitado. -rió Irene.
-Está bien, me quedaré. Muchísimas gracias, de verdad.
Llegó el día veintiséis. Auryn llegó al hotel de Madrid. Estaban muy nerviosos, había que reconocerlo. Incluso Dani, que era el que más había estado en el mundo del espectáculo, estaba nervioso. Se sentaron en la sala, y esperaron a que los llamaran. Estaban repasando y calentando un poco la voz. Lo habían hablado con Magí Torras, su representante: Si no los escogían, no pasaba nada, irían a otra gala de televisión de las cuatro que había.
-Auryn, os toca -gritó uno de los hombres.
Los cinco se levantaron, las manos de ellos temblaban. David estaba muy nervioso, Álvaro intentó calmarle enseñándole trucos para relajarse, pero no lo conseguía. La mayoría pensaron que no lo iban a lograr, eran de pensamientos negativos, pero ganas no les faltaban, que era lo importante. Entraron a la sala, donde había photocalls de Destino Eurovisión. También estaba el jurado, donde estaba Noemí Galera, que reconoció a Blas y le demostró un cariño muy familiar.
Los demás respiraron tranquilos, y consiguieron relajarse un poco. Como el tiempo se agotaba, escogieron You Left Me Only Words, presentada por Israel en 2010. Después les pidieron dos canciones más, y todos mostraron una cara de asombro, pero aún así, las cantaron.
Fue una sorpresa para todos saber que, habían pasado a la siguiente fase, y que ahora era más probable de que cumplieran su sueño.
domingo, 12 de enero de 2014
Capítulo 25: 'Que el que me gusta eres tú, ¿vale?'
¡Hola! Bueno, como veis, hoy he subido dos capítulos. Pero es que me gustaría tomarme unas vacaciones. Estoy muy cansada, de verdad, y necesito estas mini-vacaciones. No sé cuánto durarán, pero os prometo que os iré informando por twitter. Serán de una o dos semanas, no lo sé, seguro. Quería aprovechar para agradeceros a todas las que leéis mi novela. No esperaba que 'Sueños de auryners' triunfase, la verdad, pero al final todo el esfuerzo ha merecido la pena. Muchísimas gracias por leer, y disfrutad de los dos capis.
Capítulo 25: 'Que el que me gusta eres tú, ¿vale?'
-¡Sara! ¡Sara, espera!
Carlos salió corriendo de casa de Blas sin despedirse de sus amigos. ¿Qué le habría pasado a Sara?
Fue corriendo tras eslla, y consiguió meterse en el ascensor antes de que se cerraran las puertas.
-Joder, Sara, ¿qué te pasa? -preguntó él.
-Que todos los tíos sois iguales, joder. -dijo ella, curzándose de brazos- Me he enamorado de uno, pero él no lo sabe, y va por ahí mirando a las demás. -explica- Sólo os vais fijando en las tetas, en el culo y en la apariencia física.
-Yo nunca haría eso -dijo Carlos.
Sara soltó una risa sarcástica.
-No digas que no, porque lo acabas de hacer.
Ambos se quedaron en silencio. Carlos no entendía nada.
-Joder, Carlos, que el que me gusta eres tú, ¿vale? -dijo ella, de golpe- Siempre me tienen que gustar los estúpidos que no saben lo que es el amor.
-Yo sí sé lo que es el amor -dijo él.
-Ya claro. -dijo Sara, irónica.
-¿Quieres que te lo demuestre? -preguntó él.
-No lo sabes. Pero inténtalo, tengo ganas de reír.
-El amor es necesitar a otra persona para convivir con ella, que otra persona te atraiga, que nos complete, que nos alegra, y que nos da energía para convivir y comunicarnos. El amor es un sentimiento de afecto y de entregarle a alguien algo. -hace una pausa y añade- Amor es lo que siento por ti.
Se inclina, y la besa. La besa como nunca antes había besado a otra chica. Sara se aparta rápidamente, y le da un bofetón. Carlos se pone la mano en la mejilla, y mira a Sara, confuso.
-¿Por qué has hecho eso? -pregunta él.
Sara no da respuesta, simplemente, se inclina y le besa.
Llegan a la planta de abajo, Sara sale del ascensor sin decir nada, y camina hacia el exterior.
Carlos acelera el paso y le agarra del brazo.
-¿De qué vas? -pregunta él.
-Me has jodido un poco, ¿no? -pregunta ella- Ahora me toca a mí joderte a ti.
-¿Por qué? -pregunta él- Lo he hecho sin querer, y lo sabes.
Sara le agarra el cuello y lo acerca a ella con delicadeza. Le da otro beso. Lentamente se separan.
-Eres tan... dulce y atrevida al mismo tiempo. -deja escapar él.
Capítulo 25: 'Que el que me gusta eres tú, ¿vale?'
-¡Sara! ¡Sara, espera!
Carlos salió corriendo de casa de Blas sin despedirse de sus amigos. ¿Qué le habría pasado a Sara?
Fue corriendo tras eslla, y consiguió meterse en el ascensor antes de que se cerraran las puertas.
-Joder, Sara, ¿qué te pasa? -preguntó él.
-Que todos los tíos sois iguales, joder. -dijo ella, curzándose de brazos- Me he enamorado de uno, pero él no lo sabe, y va por ahí mirando a las demás. -explica- Sólo os vais fijando en las tetas, en el culo y en la apariencia física.
-Yo nunca haría eso -dijo Carlos.
Sara soltó una risa sarcástica.
-No digas que no, porque lo acabas de hacer.
Ambos se quedaron en silencio. Carlos no entendía nada.
-Joder, Carlos, que el que me gusta eres tú, ¿vale? -dijo ella, de golpe- Siempre me tienen que gustar los estúpidos que no saben lo que es el amor.
-Yo sí sé lo que es el amor -dijo él.
-Ya claro. -dijo Sara, irónica.
-¿Quieres que te lo demuestre? -preguntó él.
-No lo sabes. Pero inténtalo, tengo ganas de reír.
-El amor es necesitar a otra persona para convivir con ella, que otra persona te atraiga, que nos complete, que nos alegra, y que nos da energía para convivir y comunicarnos. El amor es un sentimiento de afecto y de entregarle a alguien algo. -hace una pausa y añade- Amor es lo que siento por ti.
Se inclina, y la besa. La besa como nunca antes había besado a otra chica. Sara se aparta rápidamente, y le da un bofetón. Carlos se pone la mano en la mejilla, y mira a Sara, confuso.
-¿Por qué has hecho eso? -pregunta él.
Sara no da respuesta, simplemente, se inclina y le besa.
Llegan a la planta de abajo, Sara sale del ascensor sin decir nada, y camina hacia el exterior.
Carlos acelera el paso y le agarra del brazo.
-¿De qué vas? -pregunta él.
-Me has jodido un poco, ¿no? -pregunta ella- Ahora me toca a mí joderte a ti.
-¿Por qué? -pregunta él- Lo he hecho sin querer, y lo sabes.
Sara le agarra el cuello y lo acerca a ella con delicadeza. Le da otro beso. Lentamente se separan.
-Eres tan... dulce y atrevida al mismo tiempo. -deja escapar él.
Capítulo 24: '¿Dani tiene novia?'
Capítulo 24: '¿Dani tiene novia?'
Pasó un año. Todo seguía más o menos igual, excepto porque esos cinco amigos que se conocieron en una fiesta, formaron un grupo. Decidieron llamarse 'Auryn', en honor al amuleto de 'La Historia Interminable', que hacía cumplir todos los deseos que se le pidieran. Se habían hecho muy buenos amigos, y todos se habían mudado a Madrid para vivir más cerca los unos de los otros. Al principio, nada de esto fue así, Carlos y Dani no vivían en Madrid, y siempre intentaban venir, al menos, una vez al mes. Lo mejor era, que cuando venían, cada uno se quedaba en casa de otro, y pasaban muchas horas juntos. Una de esas noches, era ésta.
Terminaron de ensayar, y Daniela, Vanessa y Sara tiraron confeti y aplaudieron para alabarles por el magnífico trabajo que habían hecho.
-Por hoy ya hemos terminado, ¿no? -preguntó Dani, ansioso.- Ya vamos más que sobrados para el casting.
-Anda, sí, vete a por tu novia -dijo Blas.
-¿Dani tiene novia? -preguntó Daniela, sonriendo- ¿Quién es, pillín?
-No es mi novia -dijo alargando la última palabra.- Es una amiga.
-Ya, no es su novia, aún -sonrió pícara Sara.
-No, en serio, no es mi novia. Es mi amiga. -insistió.
Sara, Daniela y Vanessa se miraron.
-Su novia -dijeron a la vez para después reírse.
Dani se sintió un poco molesto.
-Bueno, venga, no es su novia -dijo Carlos- ¿Cómo es?
-Rubia y con ojos azules -cogió su móvil para buscar una foto- Esta es.
-Joder, cómo está la tía -dijo Carlos.- ¿Cómo se llama?
-Elizabeth.
-Pues no veas cómo está Elizabeth.
Sara comenzó a sentirse molesta, y un poco dolida.
-Bueno, creo que me iré -dijo cogiendo su abrigo.
-Espera -le dijo Carlos- ¿No íbamos a ir a comer juntos?
-No -dijo ella-, da igual.
Cogió su bolso, y se fue de casa de Blas, cerrando la puerta bastante fuerte.
-¡Sara, espera! -gritó Carlos cogiendo su chaquetón y poniéndose su gorro.
Salió por la puerta sin despedirse de nosotros. Los demás se quedaron mirándose sin saber qué hacer o decir. Al final, Álvaro rompió el hielo:
-¿Y a estos qué les pasa? -preguntó.
-Pfff. A saber. Cosas de enamorados, supongo -dijo Dani.
David fue junto a Daniela, que estaba en el extremo del sofá.
-Hazme un hueco, anda -pidió él.
-Ay, no tengo ganas -dijo ella tumbándose.
-¿Que no tienes ganas? -preguntó él, divertido.- Te vas a enterar -dijo cogiéndola en brazos, como un saco, y dejándola boca abajo.
Daniela gritaba mientras reía.
-¡David! ¡David, déjame! -dijo ella.
-Ah, no. Ahora, no. -decía él, divertido.
Se sentó en el sofá, y puso a Daniela encima de él.
-Ahora me has despeinado -se quejó ella.
-No importa. -le restó importancia- Estás guapa de todos modos -sonrió.
-No te voy a besar porque me hayas dicho eso tan bonito -protestó ella.
-Jo -dijo él.
-Vanessa, ven -dijo Blas, tendiéndole la mano.
Ella se levantó, y lo siguió hasta la habitación. Allí, Blas rebuscó debajo de la cama un paquete envuelto en papel de regalo.
-Toma -se lo ofreció- Siento no habértelo dado el día de tu cumpleaños, pero es que no pude comprarlo antes.
Vanessa sonrió. No se lo esperaba. Cogió el paquete sonriente y lo desenvolvió.
-¡Una cámara! -exclamó.- ¡Muchas gracias, Blas! -dijo abrazándole.
-Bueno... Sabía que te encantaba la fotografía, y como se te estropeó la otra...
-Gracias, Blas, me ha encantado -dijo dándole otro abrazo más fuerte.- ¿Podemos ir a estrenarla?
-¿Quieres? -preguntó él, Vanessa asintió- Y bien, ¿a dónde podemos ir?
-Mmmmm ¿Qué tal al parque?
-Vale -dijo Blas- Me cambio, y voy hacia el salón, ¿vale?
Vanessa a sintió.
-Te espero -dijo ella.
Ella fue al salón dando pequeños saltitos, con su nueva cámara en la mano. Pese a tener veintiún años recién cumplidos, aparentaba diecisiete o dieciocho, tanto por su forma de ser como por su apariencia. Blas sonrió. Le encantaba verla feliz y sonriente. Ya casi se había olvidado de Fernando, aunque algunas noches se despertaba asustada y llorando. Vanessa le llamaba por teléfono, y depende de lo que había soñado, él iba a dormir con ella o se limitaba a consolarla por teléfono. Eso alivió a Blas, ya que hace una o dos semanas comenzó a sentir algo más que amistad por ella, pero se lo apartó de la mente. Dicen que si te gusta una persona, y te gusta más de tres meses, es que estás enamorado de ella. Así que, según esta teoría, Blas tendría que esperar unos tres meses, pero lo hace tranquilo, sin prisas, todavía es joven.
Blas se cambió de ropa. Se puso una camisa blanca, un jersey rojo, unos vaqueros y el abrigo negro que le regaló Vanessa por su cumpleaños. Habían conseguido ser muy buenos amigos, y aunque no pudieran llegar a ser nada más, Blas estaba tranquilo. Llegó al salón, y vio a Álvaro, a Dani y a Vanessa hablando y comentando algo de la cámara fotográfica, y a Daniela y a David tonteando y dándose besos. David le contó cómo se conocieron: en una discoteca. David sonreía constantemente cada vez que alguno la nombraba o decía algo relacionado con ella. Sintió envidia de los dos. De cómo habían conseguido ser tanto en tan poco tiempo, y de la manera que se conocieron. ¡En una discoteca! Y porque ella derramó su bebida y estaba borracha, si no...
-Bueno, esto... -comenzó Blas- Me parece que habrá que desalojar esto, porque Vanessa y yo vamos a ir a estrenar la cámara de fotos.
-Ah, ¿sí? -preguntó Dani.
Vanessa asintió y sonrió.
-Me la ha regalado él, por mi cumple.
-¿Cuándo fue? -preguntó Dani.
-Ayer, el diecinueve. -sonrió.
-Es verdad, me lo dijiste -dijo Dani.- Siento no haberte comprado nada...
-Nah, no te preocupes, de verdad -dijo ella restándole importancia.- No importa. Con esto me vale -dijo levantando la cámara.
-Sí que te ha gustado, sí -sonrió Álvaro.
-Además, ya me cantásteis cumpleaños feliz por teléfono, osea que...
Daniela rió.
-Al principio no sabía quiénes érais.
-¡Sí lo sabía! -exclamó Vanessa, ofendida.
-No mientas, Vane -rió Daniela- Cogió el teléfono, y empezásteis a cantar, tapó el micrófono y nos dijo a Sara y a mí: ¿Y estos quiénes son? -soltó una carcajada.
Todos se rieron, y Vanessa agachó la cabeza, avergonzada.
-Bueno, pues eso, que Vanessa y yo nos vamos, así que ir desalojando esto -dijo Blas.
Todos se levantaron y organizaron el salón. Después, cada uno se fue por su lado: Vanessa y Blas, David y Daniela, y Álvaro y Dani se fueron a sus respectivas casas.
Pasó un año. Todo seguía más o menos igual, excepto porque esos cinco amigos que se conocieron en una fiesta, formaron un grupo. Decidieron llamarse 'Auryn', en honor al amuleto de 'La Historia Interminable', que hacía cumplir todos los deseos que se le pidieran. Se habían hecho muy buenos amigos, y todos se habían mudado a Madrid para vivir más cerca los unos de los otros. Al principio, nada de esto fue así, Carlos y Dani no vivían en Madrid, y siempre intentaban venir, al menos, una vez al mes. Lo mejor era, que cuando venían, cada uno se quedaba en casa de otro, y pasaban muchas horas juntos. Una de esas noches, era ésta.
Terminaron de ensayar, y Daniela, Vanessa y Sara tiraron confeti y aplaudieron para alabarles por el magnífico trabajo que habían hecho.
-Por hoy ya hemos terminado, ¿no? -preguntó Dani, ansioso.- Ya vamos más que sobrados para el casting.
-Anda, sí, vete a por tu novia -dijo Blas.
-¿Dani tiene novia? -preguntó Daniela, sonriendo- ¿Quién es, pillín?
-No es mi novia -dijo alargando la última palabra.- Es una amiga.
-Ya, no es su novia, aún -sonrió pícara Sara.
-No, en serio, no es mi novia. Es mi amiga. -insistió.
Sara, Daniela y Vanessa se miraron.
-Su novia -dijeron a la vez para después reírse.
Dani se sintió un poco molesto.
-Bueno, venga, no es su novia -dijo Carlos- ¿Cómo es?
-Rubia y con ojos azules -cogió su móvil para buscar una foto- Esta es.
-Joder, cómo está la tía -dijo Carlos.- ¿Cómo se llama?
-Elizabeth.
-Pues no veas cómo está Elizabeth.
Sara comenzó a sentirse molesta, y un poco dolida.
-Bueno, creo que me iré -dijo cogiendo su abrigo.
-Espera -le dijo Carlos- ¿No íbamos a ir a comer juntos?
-No -dijo ella-, da igual.
Cogió su bolso, y se fue de casa de Blas, cerrando la puerta bastante fuerte.
-¡Sara, espera! -gritó Carlos cogiendo su chaquetón y poniéndose su gorro.
Salió por la puerta sin despedirse de nosotros. Los demás se quedaron mirándose sin saber qué hacer o decir. Al final, Álvaro rompió el hielo:
-¿Y a estos qué les pasa? -preguntó.
-Pfff. A saber. Cosas de enamorados, supongo -dijo Dani.
David fue junto a Daniela, que estaba en el extremo del sofá.
-Hazme un hueco, anda -pidió él.
-Ay, no tengo ganas -dijo ella tumbándose.
-¿Que no tienes ganas? -preguntó él, divertido.- Te vas a enterar -dijo cogiéndola en brazos, como un saco, y dejándola boca abajo.
Daniela gritaba mientras reía.
-¡David! ¡David, déjame! -dijo ella.
-Ah, no. Ahora, no. -decía él, divertido.
Se sentó en el sofá, y puso a Daniela encima de él.
-Ahora me has despeinado -se quejó ella.
-No importa. -le restó importancia- Estás guapa de todos modos -sonrió.
-No te voy a besar porque me hayas dicho eso tan bonito -protestó ella.
-Jo -dijo él.
-Vanessa, ven -dijo Blas, tendiéndole la mano.
Ella se levantó, y lo siguió hasta la habitación. Allí, Blas rebuscó debajo de la cama un paquete envuelto en papel de regalo.
-Toma -se lo ofreció- Siento no habértelo dado el día de tu cumpleaños, pero es que no pude comprarlo antes.
Vanessa sonrió. No se lo esperaba. Cogió el paquete sonriente y lo desenvolvió.
-¡Una cámara! -exclamó.- ¡Muchas gracias, Blas! -dijo abrazándole.
-Bueno... Sabía que te encantaba la fotografía, y como se te estropeó la otra...
-Gracias, Blas, me ha encantado -dijo dándole otro abrazo más fuerte.- ¿Podemos ir a estrenarla?
-¿Quieres? -preguntó él, Vanessa asintió- Y bien, ¿a dónde podemos ir?
-Mmmmm ¿Qué tal al parque?
-Vale -dijo Blas- Me cambio, y voy hacia el salón, ¿vale?
Vanessa a sintió.
-Te espero -dijo ella.
Ella fue al salón dando pequeños saltitos, con su nueva cámara en la mano. Pese a tener veintiún años recién cumplidos, aparentaba diecisiete o dieciocho, tanto por su forma de ser como por su apariencia. Blas sonrió. Le encantaba verla feliz y sonriente. Ya casi se había olvidado de Fernando, aunque algunas noches se despertaba asustada y llorando. Vanessa le llamaba por teléfono, y depende de lo que había soñado, él iba a dormir con ella o se limitaba a consolarla por teléfono. Eso alivió a Blas, ya que hace una o dos semanas comenzó a sentir algo más que amistad por ella, pero se lo apartó de la mente. Dicen que si te gusta una persona, y te gusta más de tres meses, es que estás enamorado de ella. Así que, según esta teoría, Blas tendría que esperar unos tres meses, pero lo hace tranquilo, sin prisas, todavía es joven.
Blas se cambió de ropa. Se puso una camisa blanca, un jersey rojo, unos vaqueros y el abrigo negro que le regaló Vanessa por su cumpleaños. Habían conseguido ser muy buenos amigos, y aunque no pudieran llegar a ser nada más, Blas estaba tranquilo. Llegó al salón, y vio a Álvaro, a Dani y a Vanessa hablando y comentando algo de la cámara fotográfica, y a Daniela y a David tonteando y dándose besos. David le contó cómo se conocieron: en una discoteca. David sonreía constantemente cada vez que alguno la nombraba o decía algo relacionado con ella. Sintió envidia de los dos. De cómo habían conseguido ser tanto en tan poco tiempo, y de la manera que se conocieron. ¡En una discoteca! Y porque ella derramó su bebida y estaba borracha, si no...
-Bueno, esto... -comenzó Blas- Me parece que habrá que desalojar esto, porque Vanessa y yo vamos a ir a estrenar la cámara de fotos.
-Ah, ¿sí? -preguntó Dani.
Vanessa asintió y sonrió.
-Me la ha regalado él, por mi cumple.
-¿Cuándo fue? -preguntó Dani.
-Ayer, el diecinueve. -sonrió.
-Es verdad, me lo dijiste -dijo Dani.- Siento no haberte comprado nada...
-Nah, no te preocupes, de verdad -dijo ella restándole importancia.- No importa. Con esto me vale -dijo levantando la cámara.
-Sí que te ha gustado, sí -sonrió Álvaro.
-Además, ya me cantásteis cumpleaños feliz por teléfono, osea que...
Daniela rió.
-Al principio no sabía quiénes érais.
-¡Sí lo sabía! -exclamó Vanessa, ofendida.
-No mientas, Vane -rió Daniela- Cogió el teléfono, y empezásteis a cantar, tapó el micrófono y nos dijo a Sara y a mí: ¿Y estos quiénes son? -soltó una carcajada.
Todos se rieron, y Vanessa agachó la cabeza, avergonzada.
-Bueno, pues eso, que Vanessa y yo nos vamos, así que ir desalojando esto -dijo Blas.
Todos se levantaron y organizaron el salón. Después, cada uno se fue por su lado: Vanessa y Blas, David y Daniela, y Álvaro y Dani se fueron a sus respectivas casas.
sábado, 11 de enero de 2014
Capítulo 23: '¿Por qué iba a irme?'
Capítulo 23: '¿Por qué iba a irme?'
El chico volvió a la cocina, y limpió las salpicaduras de las lentejas, mientras secaba sus lágrimas. ¿Por qué lloraba? Le dolía que su amiga haya sufrido tanto por culpa de un imbécil, pero también le dolía que Vanessa le hubiera hablado así. Le dolió, y mucho. Paró la vitro-cerámica, y se sentó un momento en alguna de las sillas a pensar. Quizás la hubiera agobiado demasiado: la música a todo volumen, la cocina, las lentejas, que son un plato difícil de preparar... Volvió a secarse las lágrimas, y se levantó a continuar con la comida.
Mientras, Vanessa estaba en su habitación llorando. Se sentó en el suelo, en una de las esquinas, rodeó sus piernas con los brazos, y estuvo llorando. ¿Cómo podía haber tratado así a su único amigo, el único que le había dado una oportunidad? Le dolía haber perdido a Fernando y a Blas, pero sobre todo, a Blas. Seguramente, ya no querría saber nada más de ella. Ya se habría ido, y con suerte, no lo volvería a ver nunca. Quizás eso es lo mejor, aunque ahora estaba sola, completamente sola... Se tumbó en la cama, y dejó que las lágrimas hicieran de somnífero, y se durmió.
Blas removió por última vez las lentejas, y las probó. Ya estaban listas. Antes de ponerlas en un plato, decidió ir a ver si Vanessa iba a comer. No quería malgastar la comida, pero tampoco dejarla sin comer. Antes de entrar en la habitación, pegó en la puerta. Al no recibir respuesta, entró, y se encontró a Vanessa dormida. Blas se sentó en la cama, y le apartó algunos mechones que caían sobre su rostro. Percibió que había llorado. Cuando dormía, Vanessa tenía una cara muy dulce e infantil, eso le hizo sonreír. Con delicadeza, la despertó.
-Vanessa, Vanessa -susurró él.
Poco a poco, ella abrió los ojos.
-La comida está lista, ¿quieres comer? -preguntó él.
-Pensé que te habías ido -se limitó a decir.
-¿Por qué iba a irme?
-Por lo que te dije, y cómo te lo dije.
-No, Vanessa, no me he ido. Y me parece que no lo haré nunca -añadió.
-¿Por qué?
<<Porque creo que me necesitas>> -pensó él.
-Porque soy tu amigo, ¿no? -sonrió- Y los amigos están en las buenas y en las malas.
-Gracias -dijo ella.- Siento haberte tratado así, es que me había puesto de los nervios.
-Vaya, no me había dado cuenta -bromeó, irónico.
Vanessa sonrió.
-Un poco más y me pegas con la zapatilla, ¿eh? -continuó Blas con la broma.- Como a los perros.
Vanessa rió esta vez.
-O con el periódico -dijo entre risas.
-Eso, eso, con el periódico, que es más para perros. -corrigió él- Ya iba a dormir yo esta noche en el rellano.
Vanessa siguió riendo, hasta que se quedaron los dos en silencio mirándose a los ojos. Vanessa observó sus ojos azules, y vio el reflejo de su cara en las pupilas de él, brillaban. Blas observó los ojos castaños de ella, brillaban. Se quedaron mirándose mutuamente, hasta que Blas carraspeó.
-Bueno, ¿qué? ¿Comemos, no? Que tengo un hambre...
Vanessa rió.
-Sí, vamos.
El chico volvió a la cocina, y limpió las salpicaduras de las lentejas, mientras secaba sus lágrimas. ¿Por qué lloraba? Le dolía que su amiga haya sufrido tanto por culpa de un imbécil, pero también le dolía que Vanessa le hubiera hablado así. Le dolió, y mucho. Paró la vitro-cerámica, y se sentó un momento en alguna de las sillas a pensar. Quizás la hubiera agobiado demasiado: la música a todo volumen, la cocina, las lentejas, que son un plato difícil de preparar... Volvió a secarse las lágrimas, y se levantó a continuar con la comida.
Mientras, Vanessa estaba en su habitación llorando. Se sentó en el suelo, en una de las esquinas, rodeó sus piernas con los brazos, y estuvo llorando. ¿Cómo podía haber tratado así a su único amigo, el único que le había dado una oportunidad? Le dolía haber perdido a Fernando y a Blas, pero sobre todo, a Blas. Seguramente, ya no querría saber nada más de ella. Ya se habría ido, y con suerte, no lo volvería a ver nunca. Quizás eso es lo mejor, aunque ahora estaba sola, completamente sola... Se tumbó en la cama, y dejó que las lágrimas hicieran de somnífero, y se durmió.
Blas removió por última vez las lentejas, y las probó. Ya estaban listas. Antes de ponerlas en un plato, decidió ir a ver si Vanessa iba a comer. No quería malgastar la comida, pero tampoco dejarla sin comer. Antes de entrar en la habitación, pegó en la puerta. Al no recibir respuesta, entró, y se encontró a Vanessa dormida. Blas se sentó en la cama, y le apartó algunos mechones que caían sobre su rostro. Percibió que había llorado. Cuando dormía, Vanessa tenía una cara muy dulce e infantil, eso le hizo sonreír. Con delicadeza, la despertó.
-Vanessa, Vanessa -susurró él.
Poco a poco, ella abrió los ojos.
-La comida está lista, ¿quieres comer? -preguntó él.
-Pensé que te habías ido -se limitó a decir.
-¿Por qué iba a irme?
-Por lo que te dije, y cómo te lo dije.
-No, Vanessa, no me he ido. Y me parece que no lo haré nunca -añadió.
-¿Por qué?
<<Porque creo que me necesitas>> -pensó él.
-Porque soy tu amigo, ¿no? -sonrió- Y los amigos están en las buenas y en las malas.
-Gracias -dijo ella.- Siento haberte tratado así, es que me había puesto de los nervios.
-Vaya, no me había dado cuenta -bromeó, irónico.
Vanessa sonrió.
-Un poco más y me pegas con la zapatilla, ¿eh? -continuó Blas con la broma.- Como a los perros.
Vanessa rió esta vez.
-O con el periódico -dijo entre risas.
-Eso, eso, con el periódico, que es más para perros. -corrigió él- Ya iba a dormir yo esta noche en el rellano.
Vanessa siguió riendo, hasta que se quedaron los dos en silencio mirándose a los ojos. Vanessa observó sus ojos azules, y vio el reflejo de su cara en las pupilas de él, brillaban. Blas observó los ojos castaños de ella, brillaban. Se quedaron mirándose mutuamente, hasta que Blas carraspeó.
-Bueno, ¿qué? ¿Comemos, no? Que tengo un hambre...
Vanessa rió.
-Sí, vamos.
lunes, 6 de enero de 2014
Capítulo 22: '¿Estás bien?'
Capítulo 22: '¿Estás bien?'
Vanessa abrió los ojos desconcertada y pestañeó varias veces. Recordó todo lo que había pasado, pero miró a su lado y no estaba Blas. Se sintió decepcionada. ¿Acaso la había dejado sola? Se levantó poco a poco, y fue al salón, allí se encontró a Blas dormido sobre su brazo.
Decidió agradecerle de algún modo lo que había hecho por ella, pese a conocerla solo de la fiesta y de dos o tres veces que hablaron por Tuenti, así que se puso a cocinar algo.
A Blas lo despertó un estruendo bastante fuerte que venía de la cocina donde estaba alojado. Recordó lo que había pasado, y también recordó que se fue al salón y se quedó dormido, así que se sobresaltó y fue a la cocina a ver qué sucedía. Allí encontró todas las cacerolas, sartenes y algún que otro plato en el suelo, además de un fuerte olor a quemado. También estaba Vanessa, con los ojos llorosos y tirada en el suelo. A su lado había una silla, también tirada. Blas se acercó rápidamente a ella.
-¡No me pegues, por favor! -exclamó ella, con las manos tapando sus orejas.
Blas se sorprendió ante su reacción y su posición. Tenía las manos en las orejas, tapadas como si quisiera huir de algo.
-Shhh -le tranquilizó-. No te voy a pegar. -dijo con una voz tranquila- Mira, me pongo las manos en la espalda, ¿vale?
Vanessa levantó la mirada, y asintió, pero no se quitó las manos de las orejas.
-A ver, cuéntame qué ha pasado. -le pidió él con la voz tranquila.
-Quería prepararte la comida, por todo lo que has hecho por mí, y como no llegaba a coger la sartén, me subí a una silla. Pero se volcó y he tirado todas las cosas. -explicó- Lo siento.
-Pero, ¿estás bien? -preguntó Blas, sujetándole la cara con una mano.
Vanessa se estremeció. Él se dio cuenta y retiró la mano.
-Lo siento -se disculpó retirando la mano- ¿Estás bien? ¿Te has hecho algo?
-No, estoy bien. Lo siento.
-¿Por qué te disculpas? -preguntó él.
-Por la que he liado. Dios, es que soy un desastre, no sirvo para nada.
-Eh, no digas eso. Solamente te has caído.
-Sí, y se me ha quemado la comida.
-Bueno, pues ya te saldrá mejor la próxima vez. ¿Quieres que te ayude yo a preparar algo?
-¿Sabes cocinar? -preguntó ella, asombrada.
-Sí, claro.
-Fernando decía que los hombres no debíais cocinar, que sólo tenemos que hacerlo las mujeres, porque para eso servimos. -explica ella.
-Oh, no, las mujeres no servís para eso, ni mucho menos. -dice Blas- Las mujeres sois las reinas de la casa -sonríe él guiñándole un ojo.
Eso a Vanessa le sacó una sonrisa.
-Anda, te ayudo a recoger esto y preparamos algo, ¿vale?
Vanessa asintió y sonrió. Él le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Al principio, Vanessa dudó, pero luego aceptó y comenzó a coger confianza en su nuevo amigo.
-¿Quieres que pongamos música? -preguntó Blas.
Vanessa dudó un poco.
-¿Qué música? No tengo muchos discos, por no decir ninguno...
-¿Puedo ver los que tienes? -preguntó él.
-Sí, mira, ven -Vanessa lo condujo hasta el salón, donde en una vitrina, tiene colocados algunos discos.- El más reciente es 'Caribe 2006', así que...
-Bueno, pues ponemos ese. ¿A ti te gusta?
-Sí, bueno, me encanta -sonrió.
-Pues no se dice más, ponemos ese.
Blas lo cogió de la vitrina y lo introdujo en un reproductor de música. Puso el volumen un poco fuerte, y a Vanessa le molestó.
-¿Puedes bajarlo un poquito? -le preguntó ella, un poco molesta.
-Sí, claro -dijo él bajándole volumen- ¿Así vale?
-Un poco más -dijo ella.
-Está bien...
Blas bajó más el volumen del reproductor de música. Se oía muy bajo, y cuando fueran a la cocina, no se oiría nada.
-¿Vamos? -le preguntó ella invitándole a la cocina.
-Sí, venga.
Blas hizo que Vanessa comenzara a andar, y aprovechó que ella se había adelantado para darle, ligeramente, más volumen.
En la cocina comenzaron a cocinar. Blas le iba indicando, y aunque a veces Vanessa lo hiciera mal, él nunca se rendía. Blas comenzó a desesperarse, y pidió un momento ir al baño. Cuando pasó delante del reproductor, le dio más volumen, y después volvió a la cocina otra vez.
Ya en la cocina, Blas insistió en que Vanessa aprendiera a hacer un paso en concreto, quería que ella supiera hacerlo. El problema era que él no notaba que Vanessa se estaba desesperando hasta que explotó.
-Mira, haces así -dijo Blas guiándola-, eso es, con mucho cuidado, ahora...
A Vanessa se le resbaló la cuchara y cayó dentro de la olla, salpicando toda la vitro-cerámica de lentejas, por cuarta vez.
-¡Joder, tío! -exclamó ella, tirando la cuchara en la encimera- Soy una inútil, no sé hacer nada.
La música seguía sonando a todo volumen.
-Oye, no digas eso... -comenzó Blas.
-Tú, cállate. Que vienes y me pones la música a todo volumen. -le interrumpió- ¡Así no hay quien se concentre, joder! -gritó.
Blas suspiró y miró al suelo. Se había sentido dolido, pero no podía abandonarla ahora, ella le necesitaba. Necesitaba a alguien que la ayudara a ser la chica de antes.
Vanessa se dio cuenta del daño que le habían hecho sus palabras a su amigo, su único amigo, así que fue corriendo a su habitación, y cerró de un portazo.
El chico fue hacia el reproductor de música, y lo apagó. La música cesó, y sus esperanzas también lo hicieron.
Vanessa abrió los ojos desconcertada y pestañeó varias veces. Recordó todo lo que había pasado, pero miró a su lado y no estaba Blas. Se sintió decepcionada. ¿Acaso la había dejado sola? Se levantó poco a poco, y fue al salón, allí se encontró a Blas dormido sobre su brazo.
Decidió agradecerle de algún modo lo que había hecho por ella, pese a conocerla solo de la fiesta y de dos o tres veces que hablaron por Tuenti, así que se puso a cocinar algo.
A Blas lo despertó un estruendo bastante fuerte que venía de la cocina donde estaba alojado. Recordó lo que había pasado, y también recordó que se fue al salón y se quedó dormido, así que se sobresaltó y fue a la cocina a ver qué sucedía. Allí encontró todas las cacerolas, sartenes y algún que otro plato en el suelo, además de un fuerte olor a quemado. También estaba Vanessa, con los ojos llorosos y tirada en el suelo. A su lado había una silla, también tirada. Blas se acercó rápidamente a ella.
-¡No me pegues, por favor! -exclamó ella, con las manos tapando sus orejas.
Blas se sorprendió ante su reacción y su posición. Tenía las manos en las orejas, tapadas como si quisiera huir de algo.
-Shhh -le tranquilizó-. No te voy a pegar. -dijo con una voz tranquila- Mira, me pongo las manos en la espalda, ¿vale?
Vanessa levantó la mirada, y asintió, pero no se quitó las manos de las orejas.
-A ver, cuéntame qué ha pasado. -le pidió él con la voz tranquila.
-Quería prepararte la comida, por todo lo que has hecho por mí, y como no llegaba a coger la sartén, me subí a una silla. Pero se volcó y he tirado todas las cosas. -explicó- Lo siento.
-Pero, ¿estás bien? -preguntó Blas, sujetándole la cara con una mano.
Vanessa se estremeció. Él se dio cuenta y retiró la mano.
-Lo siento -se disculpó retirando la mano- ¿Estás bien? ¿Te has hecho algo?
-No, estoy bien. Lo siento.
-¿Por qué te disculpas? -preguntó él.
-Por la que he liado. Dios, es que soy un desastre, no sirvo para nada.
-Eh, no digas eso. Solamente te has caído.
-Sí, y se me ha quemado la comida.
-Bueno, pues ya te saldrá mejor la próxima vez. ¿Quieres que te ayude yo a preparar algo?
-¿Sabes cocinar? -preguntó ella, asombrada.
-Sí, claro.
-Fernando decía que los hombres no debíais cocinar, que sólo tenemos que hacerlo las mujeres, porque para eso servimos. -explica ella.
-Oh, no, las mujeres no servís para eso, ni mucho menos. -dice Blas- Las mujeres sois las reinas de la casa -sonríe él guiñándole un ojo.
Eso a Vanessa le sacó una sonrisa.
-Anda, te ayudo a recoger esto y preparamos algo, ¿vale?
Vanessa asintió y sonrió. Él le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Al principio, Vanessa dudó, pero luego aceptó y comenzó a coger confianza en su nuevo amigo.
-¿Quieres que pongamos música? -preguntó Blas.
Vanessa dudó un poco.
-¿Qué música? No tengo muchos discos, por no decir ninguno...
-¿Puedo ver los que tienes? -preguntó él.
-Sí, mira, ven -Vanessa lo condujo hasta el salón, donde en una vitrina, tiene colocados algunos discos.- El más reciente es 'Caribe 2006', así que...
-Bueno, pues ponemos ese. ¿A ti te gusta?
-Sí, bueno, me encanta -sonrió.
-Pues no se dice más, ponemos ese.
Blas lo cogió de la vitrina y lo introdujo en un reproductor de música. Puso el volumen un poco fuerte, y a Vanessa le molestó.
-¿Puedes bajarlo un poquito? -le preguntó ella, un poco molesta.
-Sí, claro -dijo él bajándole volumen- ¿Así vale?
-Un poco más -dijo ella.
-Está bien...
Blas bajó más el volumen del reproductor de música. Se oía muy bajo, y cuando fueran a la cocina, no se oiría nada.
-¿Vamos? -le preguntó ella invitándole a la cocina.
-Sí, venga.
Blas hizo que Vanessa comenzara a andar, y aprovechó que ella se había adelantado para darle, ligeramente, más volumen.
En la cocina comenzaron a cocinar. Blas le iba indicando, y aunque a veces Vanessa lo hiciera mal, él nunca se rendía. Blas comenzó a desesperarse, y pidió un momento ir al baño. Cuando pasó delante del reproductor, le dio más volumen, y después volvió a la cocina otra vez.
Ya en la cocina, Blas insistió en que Vanessa aprendiera a hacer un paso en concreto, quería que ella supiera hacerlo. El problema era que él no notaba que Vanessa se estaba desesperando hasta que explotó.
-Mira, haces así -dijo Blas guiándola-, eso es, con mucho cuidado, ahora...
A Vanessa se le resbaló la cuchara y cayó dentro de la olla, salpicando toda la vitro-cerámica de lentejas, por cuarta vez.
-¡Joder, tío! -exclamó ella, tirando la cuchara en la encimera- Soy una inútil, no sé hacer nada.
La música seguía sonando a todo volumen.
-Oye, no digas eso... -comenzó Blas.
-Tú, cállate. Que vienes y me pones la música a todo volumen. -le interrumpió- ¡Así no hay quien se concentre, joder! -gritó.
Blas suspiró y miró al suelo. Se había sentido dolido, pero no podía abandonarla ahora, ella le necesitaba. Necesitaba a alguien que la ayudara a ser la chica de antes.
Vanessa se dio cuenta del daño que le habían hecho sus palabras a su amigo, su único amigo, así que fue corriendo a su habitación, y cerró de un portazo.
El chico fue hacia el reproductor de música, y lo apagó. La música cesó, y sus esperanzas también lo hicieron.
Capítulo 21: 'Con la otra vez tuviste bastante, ¿no?
Capítulo 21: 'Con la otra vez tuviste bastante, ¿no?
Daniela salió a la calle, y buscó a David con la mirada, pero no lo encontró.
-¡Bu! -le dijo él, sorprendiéndola por detrás.
-¡David! -exclamó ella- ¡Me has asustado!
-Lo siento, no quería asustarte -dijo él ocultando una risa.
A Daniela le sentó mal, así que se giró y comenzó a andar calle abajo.
-Eh, eh, espera. -dijo él riendo, todavía- Tú te vienes para acá que me tienes que dar mi beso.
La cogió del brazo delicadamente y tiró de ella hacía él. Daniela se quedó a escasos centímetros, y David tomó la iniciativa y le besó.
-¿Me perdonas? -le preguntó él, mirándola a los ojos.
-Sabes que me es imposible decirte que no -dicho esto, Daniela le cogió la cara con las dos manos y le volvió a besar.
-Te quiero -le dijo él.
-Y yo a ti -susurró Daniela.- Bueno, ¿cuál es el plan de hoy?
-Vamos a cenar a un sitio pijo.
Daniela rió.
-¿A un sitio pijo?
-Sí -confirmó él-, a un sitio pijo. Y después, vamos a ir a una discoteca. ¿Te parece bien?
Daniela asintió.
-Súper bien.
-Pues venga, vamos. -le dijo pasándole el brazo por la cintura.
Mientras caminaban hacia el restaurante, iban hablando sobre la banda que había formado David. Fue entonces cuando se enteró de que cada uno de los componentes era de una ciudad distinta. Álvaro era de Alcalá de Henares, Blas de Murcia, Carlos de Alicante, y Dani de un pueblo de Ciudad Real.
-Entonces, ¿tú y Álvaro sois de la misma ciudad, no? -preguntó Daniela.
-No. Yo soy de Granada -le corrigió- ¿No lo sabías?
-No. Pensaba que eras de aquí.
David rió.
-No. ¿No te has dado cuenta de mi acento andaluz?
-Sí, pero... ¡Yo que sé! -exclama ella.
David se rió, y Daniela se le unió. Estuvieron riendo juntos durante un largo tiempo.
-Ah, por cierto, ¿sabes que el padre de tu Dani vive en frente mía? -pregunta Daniela al cabo de un tiempo.
-¿Sí? -preguntó él- Entonces, ahora mismo tienes a Dani en frente de tu casa, ¿no?
-Sí -confirmó ella- Pero, David, no va a pasar nada, es solo un amigo -le dijo con un tono de inquietud.
-Que no pasa nada, de verdad. Tienes derecho a tener amigos, ¿no? -dijo él- Aquí es.
Entraron al restaurante, y fueron hacia la mesa que David había reservado previamente.
Al rato, un camarero vino y les tomó nota. Al ser una pizzería, pidieron una pizza para los dos. La escogieron de cuatro quesos. Podía parecer que el lugar era común y de barrio, pero no era así, era un establecimiento muy cuidado y muy pijo, como diría David.
Cuando habían terminado de cenar, David pagó la cuenta, y salieron del establecimiento poniendo rumbo a la discoteca.
Pusieron Hot, de Inna, una canción que le encantaba a Daniela, que arrastró a David a la pista de baile y le obligó a bailar. Él sentía vergüenza, porque decía que bailaba fatal, pero ella insistía.
-¡Bailas bien, David! -dijo ella.
Él rió ante el comentario de la chica.
-Si bailar bien es hacerlo de forma diferente a los demás, entonces lo hago bien.
-A lo mejor todos bailan mal, y tú eres el único que lo hace bien -reflexionó Daniela.
-Entonces tú también bailas mal, ¿no?
-No, no, yo bailo muy muy bien -dijo ella sonriendo.
-Anda, ven aquí, bebé.
Se abrazaron en mitad de la pista, y ambos se dieron cuenta de lo mucho que se querían, de lo que se necesitaban mutuamente. Se separaron a la vez.
-Voy a por una bebida. -dijo David- ¿Quieres algo?
-No, no, voy yo, que tú has pagado la cena.
-¿Y cuántas veces me la has hecho tú a mí? -preguntó él.
-¿La cena? -preguntó pícara.
-Nena, no empieces, que es muy tempranito -se sonrojó.
Daniela soltó una carcajada.
-Vale. Muchas, pero da igual, yo pago las bebidas. ¿Qué quieres?
David se lo pensó un instante, y eligió un cubata. Ambos sonrieron a la vez, ya que ésa fue la bebida que hizo que se conocieran.
-¿Tú qué te vas a pedir? -preguntó él.
-Un malibú piña. -sonrió- Es que no me quiero pasar hoy...
-Sí, con la otra vez tuviste bastante, ¿no? -rió él.
-Qué gracioso que eres, David.
David entró a su casa un poco mareado, apoyado en el hombro de Daniela.
-Menos mal que era yo la que no me tenía que pasar como la última vez -dijo Daniela.
-Tampoco me he pasado tanto -dijo él.
-No, no. -dijo irónica.- Anda, ve a darte una ducha, que yo voy destapando la cama y tal.
-¿Te vas a quedar a dormir? -preguntó él.
-No sé... -dijo, indecisa.
-Quédate, por favor. -le dijo.- Por favor, anda, ¿vale?
-Está bien... -aceptó al fin.
-Gracias, te amo -dijo él- Te amo.
Comenzó a besarla, y Daniela siguió el beso. Recordó lo que David le dijo la primera mañana después de que dormieran juntos: 'No me aprovecho de las chicas inconscientes', así que se apartó.
-No -dijo él- No pares. Sigue, por favor.
-Pero, estás...
-Estoy bien, de verdad. -aseguró- Por favor, no pares ahora.
Daniela miró sus ojos, y comprobó que lo decía en serio, así que siguió besándolo.
David acarició el cuello de Daniela, y la trajo hacia sí, besándola con fuerza. David subió a Daniela a su cintura, y la 'acorraló' contra la pared. Seguían besándose, mientras Daniela desabrochaba la camisa de él, y él acariciaba y olía el pelo de ella. Daniela se acercó al cuello de David y lo besó con fuerza, haciendo que él se estremeciera. Ambos querían que volviera a pasar lo de la última vez, lo de aquella vez, la primera vez de ella, y otra más de él.
David incorporó otra vez a Daniela sobre su cintura, y entre besos y caricias, fueron a su habitación.
Daniela salió a la calle, y buscó a David con la mirada, pero no lo encontró.
-¡Bu! -le dijo él, sorprendiéndola por detrás.
-¡David! -exclamó ella- ¡Me has asustado!
-Lo siento, no quería asustarte -dijo él ocultando una risa.
A Daniela le sentó mal, así que se giró y comenzó a andar calle abajo.
-Eh, eh, espera. -dijo él riendo, todavía- Tú te vienes para acá que me tienes que dar mi beso.
La cogió del brazo delicadamente y tiró de ella hacía él. Daniela se quedó a escasos centímetros, y David tomó la iniciativa y le besó.
-¿Me perdonas? -le preguntó él, mirándola a los ojos.
-Sabes que me es imposible decirte que no -dicho esto, Daniela le cogió la cara con las dos manos y le volvió a besar.
-Te quiero -le dijo él.
-Y yo a ti -susurró Daniela.- Bueno, ¿cuál es el plan de hoy?
-Vamos a cenar a un sitio pijo.
Daniela rió.
-¿A un sitio pijo?
-Sí -confirmó él-, a un sitio pijo. Y después, vamos a ir a una discoteca. ¿Te parece bien?
Daniela asintió.
-Súper bien.
-Pues venga, vamos. -le dijo pasándole el brazo por la cintura.
Mientras caminaban hacia el restaurante, iban hablando sobre la banda que había formado David. Fue entonces cuando se enteró de que cada uno de los componentes era de una ciudad distinta. Álvaro era de Alcalá de Henares, Blas de Murcia, Carlos de Alicante, y Dani de un pueblo de Ciudad Real.
-Entonces, ¿tú y Álvaro sois de la misma ciudad, no? -preguntó Daniela.
-No. Yo soy de Granada -le corrigió- ¿No lo sabías?
-No. Pensaba que eras de aquí.
David rió.
-No. ¿No te has dado cuenta de mi acento andaluz?
-Sí, pero... ¡Yo que sé! -exclama ella.
David se rió, y Daniela se le unió. Estuvieron riendo juntos durante un largo tiempo.
-Ah, por cierto, ¿sabes que el padre de tu Dani vive en frente mía? -pregunta Daniela al cabo de un tiempo.
-¿Sí? -preguntó él- Entonces, ahora mismo tienes a Dani en frente de tu casa, ¿no?
-Sí -confirmó ella- Pero, David, no va a pasar nada, es solo un amigo -le dijo con un tono de inquietud.
-Que no pasa nada, de verdad. Tienes derecho a tener amigos, ¿no? -dijo él- Aquí es.
Entraron al restaurante, y fueron hacia la mesa que David había reservado previamente.
Al rato, un camarero vino y les tomó nota. Al ser una pizzería, pidieron una pizza para los dos. La escogieron de cuatro quesos. Podía parecer que el lugar era común y de barrio, pero no era así, era un establecimiento muy cuidado y muy pijo, como diría David.
Cuando habían terminado de cenar, David pagó la cuenta, y salieron del establecimiento poniendo rumbo a la discoteca.
Pusieron Hot, de Inna, una canción que le encantaba a Daniela, que arrastró a David a la pista de baile y le obligó a bailar. Él sentía vergüenza, porque decía que bailaba fatal, pero ella insistía.
-¡Bailas bien, David! -dijo ella.
Él rió ante el comentario de la chica.
-Si bailar bien es hacerlo de forma diferente a los demás, entonces lo hago bien.
-A lo mejor todos bailan mal, y tú eres el único que lo hace bien -reflexionó Daniela.
-Entonces tú también bailas mal, ¿no?
-No, no, yo bailo muy muy bien -dijo ella sonriendo.
-Anda, ven aquí, bebé.
Se abrazaron en mitad de la pista, y ambos se dieron cuenta de lo mucho que se querían, de lo que se necesitaban mutuamente. Se separaron a la vez.
-Voy a por una bebida. -dijo David- ¿Quieres algo?
-No, no, voy yo, que tú has pagado la cena.
-¿Y cuántas veces me la has hecho tú a mí? -preguntó él.
-¿La cena? -preguntó pícara.
-Nena, no empieces, que es muy tempranito -se sonrojó.
Daniela soltó una carcajada.
-Vale. Muchas, pero da igual, yo pago las bebidas. ¿Qué quieres?
David se lo pensó un instante, y eligió un cubata. Ambos sonrieron a la vez, ya que ésa fue la bebida que hizo que se conocieran.
-¿Tú qué te vas a pedir? -preguntó él.
-Un malibú piña. -sonrió- Es que no me quiero pasar hoy...
-Sí, con la otra vez tuviste bastante, ¿no? -rió él.
-Qué gracioso que eres, David.
David entró a su casa un poco mareado, apoyado en el hombro de Daniela.
-Menos mal que era yo la que no me tenía que pasar como la última vez -dijo Daniela.
-Tampoco me he pasado tanto -dijo él.
-No, no. -dijo irónica.- Anda, ve a darte una ducha, que yo voy destapando la cama y tal.
-¿Te vas a quedar a dormir? -preguntó él.
-No sé... -dijo, indecisa.
-Quédate, por favor. -le dijo.- Por favor, anda, ¿vale?
-Está bien... -aceptó al fin.
-Gracias, te amo -dijo él- Te amo.
Comenzó a besarla, y Daniela siguió el beso. Recordó lo que David le dijo la primera mañana después de que dormieran juntos: 'No me aprovecho de las chicas inconscientes', así que se apartó.
-No -dijo él- No pares. Sigue, por favor.
-Pero, estás...
-Estoy bien, de verdad. -aseguró- Por favor, no pares ahora.
Daniela miró sus ojos, y comprobó que lo decía en serio, así que siguió besándolo.
David acarició el cuello de Daniela, y la trajo hacia sí, besándola con fuerza. David subió a Daniela a su cintura, y la 'acorraló' contra la pared. Seguían besándose, mientras Daniela desabrochaba la camisa de él, y él acariciaba y olía el pelo de ella. Daniela se acercó al cuello de David y lo besó con fuerza, haciendo que él se estremeciera. Ambos querían que volviera a pasar lo de la última vez, lo de aquella vez, la primera vez de ella, y otra más de él.
David incorporó otra vez a Daniela sobre su cintura, y entre besos y caricias, fueron a su habitación.
domingo, 5 de enero de 2014
Capítulo 20: '¡Con él es con el que he formado la banda!'
Capítulo 20: '¡Con él es con el que he formado la banda!'
Terminé de echarme la colonia, y llamaron a la puerta, supuse que sería Daniela, así que abrí sin mirar por la mirilla. Venía guapísima: tenía una falda morada, con un top de lunares y una chupa de cuero negra.
-Hola -dijo ella saludándole con dos besos.
-Hola. ¿Qué guapa te has puesto, no? Es que te encanto.
-Dani, de eso quería hablar, es que yo tengo novio, y no me parece bien que me hables así, porque, en fin... -explicó.
-Ah, vale, no sabía que tenías novio. De todas maneras, lo digo de broma, aunque si te molesta, paro. -dijo amablemente.
-No es que me moleste, es que... A lo mejor mi novio se puede pensar algo si oye eso, ¿entiendes?
-Sí, claro, no te preocupes. -dijo él- Por cierto, ¿cómo se llama tu novio?
-David -respondió ella.
-¿David Lafuente? -preguntó él.
-S-Sí, o eso creo, ¿por qué?
-¡Qué fuerte! ¡Con él es con el que he formado la banda! -exclamó.
-¿Sí? ¡Qué bien! -exclamó Daniela.
-Bueno, vente y hablamos, ¿no? -dijo llevándola al salón.
Allí hablaron de la banda, y de lo que se querían dedicar. Incluso Dani le pidió consejo a Daniela para conquistar a una chica de Ciudad Real que le tenía loco.
Llegó la hora de comer, y Daniela se fue a su casa, donde la esperaba su madre, que estaba leyendo un libro.
-Hola, mamá. ¿Qué tal?
-Bien, ¿a dónde has ido tan arreglada? -preguntó ella.
-A ver al vecino. -respondió- Es que luego he quedado con un chico, por eso me he puesto así.
-Por casualidad, ¿el chico con el que has quedado después es el de aquella noche que vino a buscarte al bar? -preguntó.
-Sí -sonrió ella.
-Me gusta ese chico -comentó Irene.- Se le ve una buena persona.
-Sí, la verdad es que lo es.-sonrió Daniela.
Terminé de echarme la colonia, y llamaron a la puerta, supuse que sería Daniela, así que abrí sin mirar por la mirilla. Venía guapísima: tenía una falda morada, con un top de lunares y una chupa de cuero negra.
-Hola -dijo ella saludándole con dos besos.
-Hola. ¿Qué guapa te has puesto, no? Es que te encanto.
-Dani, de eso quería hablar, es que yo tengo novio, y no me parece bien que me hables así, porque, en fin... -explicó.
-Ah, vale, no sabía que tenías novio. De todas maneras, lo digo de broma, aunque si te molesta, paro. -dijo amablemente.
-No es que me moleste, es que... A lo mejor mi novio se puede pensar algo si oye eso, ¿entiendes?
-Sí, claro, no te preocupes. -dijo él- Por cierto, ¿cómo se llama tu novio?
-David -respondió ella.
-¿David Lafuente? -preguntó él.
-S-Sí, o eso creo, ¿por qué?
-¡Qué fuerte! ¡Con él es con el que he formado la banda! -exclamó.
-¿Sí? ¡Qué bien! -exclamó Daniela.
-Bueno, vente y hablamos, ¿no? -dijo llevándola al salón.
Allí hablaron de la banda, y de lo que se querían dedicar. Incluso Dani le pidió consejo a Daniela para conquistar a una chica de Ciudad Real que le tenía loco.
Llegó la hora de comer, y Daniela se fue a su casa, donde la esperaba su madre, que estaba leyendo un libro.
-Hola, mamá. ¿Qué tal?
-Bien, ¿a dónde has ido tan arreglada? -preguntó ella.
-A ver al vecino. -respondió- Es que luego he quedado con un chico, por eso me he puesto así.
-Por casualidad, ¿el chico con el que has quedado después es el de aquella noche que vino a buscarte al bar? -preguntó.
-Sí -sonrió ella.
-Me gusta ese chico -comentó Irene.- Se le ve una buena persona.
-Sí, la verdad es que lo es.-sonrió Daniela.
Capítulo 19: 'Anda, ponte guapa para mí'
Capítulo 19: 'Anda, ponte guapa para mí'
Sara llegó a la universidad corriendo. Ya se había perdido la primera clase, pero no le importó, su amiga se merecía más que una clase. Se iba a sentar en la primera fila, cuando un chico le llamó. Al girarse, se dio cuenta de que era Ale.
-Ven, Sara, siéntate aquí -le dijo él dándole palmadas a la silla de al lado.
Sara hizo caso, no quería peleas con él, y no tenía mucha confianza. Podía ser que incluso le daba miedo, así que aceptó.
-Buenos días -saludó ella amablemente.
-Hola, ¿qué tal? -preguntó él.
-Bien, ¿y tú?
-Bien, bien. -sonrió él- Oye, ¿tú por qué estás aquí?
-¿Perdón?
-Que por qué estás aquí. Yo, porque no estudié durante el curso, ¿y tú?
-Porque estuve trabajando, y no pude. -respondió ella- Y tú, ¿por qué no viniste?
-Estuve en el hospital. Sufrí un accidente.
-¿En serio? -preguntó, sorprendida- ¿Qué pasó?
-Iba en moto, una noche con lluvia, y se me resbaló -respondió él- Estuve en coma.
Sara se sintió un poco sorprendida e incómoda.
-Lo siento -dijo.
-Nah, no te preocupes -dijo él. Ambos se quedaron en silencio- Ahora es el momento en el que te vas porque te da mal rollo hablar con alguien que ha estado muerto.
-No. -dijo ella- No me da mal rollo. Además, tú no estuviste muerto, sólo en coma.
Ale se sorprendió con respecto a la respuesta que recibió. Iba a decirle algo, pero llegó el profesor y cada uno se tuvo que sentar en su sitio.
Daniela llegó a su casa y tiró la bandolera al suelo, después entró a su habitación y cerró la puerta de un portazo.
Estaba cabreada. Había llegado tarde a las clases de apoyo, y no la habían dejado entrar. Había gastado gasolina del coche para nada, y además, no iba a cobrar el día de hoy.
Se cambió de ropa, y se puso su chándal de estar en casa, después se hizo una coleta alta y se puso los cascos para escuchar música.
-Bueno.... -dijo un chico desde la ventana de en frente de su habitación- ¿Qué te pasa hoy, 'Ela'?
-¿Qué haces tú ahí? -preguntó ella, sorprendida.
-¿No lo sabías? Nuestras ventanas están una en frente de la otra. -explicó el chico rubio de ojos azules.
-N-no... -dijo ella.
-Venga, a ver, dime, ¿qué te pasa? -volvió a preguntar.
-Que por culpa de un imbécil, he llegado tarde al trabajo, y no me han dejado entrar -dijo ella, con tono enfadado.
-¿El imbécil ese es tu novio?
Daniela pensó en David, y en lo que había hecho por ella.
-No, ¡qué va! -dijo.
-¿Quieres pasar, te preparo algo, y hablamos? -le preguntó desde su ventana.
-No, da igual.
-Anda, ven.
Daniela se lo pensó un momento, volvió a mirar a Dani y vio que él sonreía.
-Bueno, si insistes... ¿Te importa esperar a que me cambie de ropa? Es que estoy horrible, y claro...
-Anda, ponte guapa para mí -bromeó él.
-Payaso... -rió ella.
Daniela bajó el stor de su habitación, y abrió su armario. Cuando estaba a medio vestir, le sonó el teléfono móvil, se acercó rápidamente y miró la pantalla: era David. Sin pensarlo dos veces, descolgó.
-Hola, bebé -le dijo él cariñosamente desde la otra línea.
-No me digas bebé -dijo ella, con tono serio, pero sonriendo.
-Pero si te gusta -replicó entre bromas.
-No.
-Sí.
-¿Cómo lo sabes? -pregunta ella.
-Porque estás sonriendo. Te lo noto.
-Jolín, David -protestó ella con tono infantil.
-¿Ves como eres un bebé?
-Bueno, dime, ¿qué quieres?
-Te llamaba para decirte que te quiero.
Daniela se quedó pasmada. ¿De verdad solo le llamaba para decirle eso? ¿Había gastado saldo tontamente para eso?
-¿En serio que sólo me has llamado para decirme eso? -preguntó, al fin.
-No, quería hacerte la pelota para quedar esta noche. Te invito a cenar -dijo él.
-No hace falta, David, te puedo invitar yo, si quieres.
-Que no, que no, que te quiero invitar yo. -insistió él.
-Pero, ¿por qué?
-Es que me ha tocado la lotería -dijo él.
-Al tenerme a mí como novia, ¿no? -bromeó ella.
Él se rió.
-También, también, pero que me han tocado trescientos euros.
-¿En serio? ¡Enhorabuena, cariño! -exclamó. Parecía que la suerte por fin le sonreía.
-Entonces, ¿qué? ¿Me paso a recogerte esta noche?
-Vale -aceptó ella.
-Perfecto, a las ocho estoy allí.
-¿Puede ser, mejor, a las siete y media?
-¿Por qué?
-Porque quiero pasar más tiempo contigo.
-Claro que sí, bebé. Te quiero.
-Y yo.
Daniela colgó, y decidió cambiarse de ropa, así la tendría preparada para esta noche. Se vistió, y se puso una chaqueta. Después, llamó a casa de su nuevo amigo, Daniel.
Sara llegó a la universidad corriendo. Ya se había perdido la primera clase, pero no le importó, su amiga se merecía más que una clase. Se iba a sentar en la primera fila, cuando un chico le llamó. Al girarse, se dio cuenta de que era Ale.
-Ven, Sara, siéntate aquí -le dijo él dándole palmadas a la silla de al lado.
Sara hizo caso, no quería peleas con él, y no tenía mucha confianza. Podía ser que incluso le daba miedo, así que aceptó.
-Buenos días -saludó ella amablemente.
-Hola, ¿qué tal? -preguntó él.
-Bien, ¿y tú?
-Bien, bien. -sonrió él- Oye, ¿tú por qué estás aquí?
-¿Perdón?
-Que por qué estás aquí. Yo, porque no estudié durante el curso, ¿y tú?
-Porque estuve trabajando, y no pude. -respondió ella- Y tú, ¿por qué no viniste?
-Estuve en el hospital. Sufrí un accidente.
-¿En serio? -preguntó, sorprendida- ¿Qué pasó?
-Iba en moto, una noche con lluvia, y se me resbaló -respondió él- Estuve en coma.
Sara se sintió un poco sorprendida e incómoda.
-Lo siento -dijo.
-Nah, no te preocupes -dijo él. Ambos se quedaron en silencio- Ahora es el momento en el que te vas porque te da mal rollo hablar con alguien que ha estado muerto.
-No. -dijo ella- No me da mal rollo. Además, tú no estuviste muerto, sólo en coma.
Ale se sorprendió con respecto a la respuesta que recibió. Iba a decirle algo, pero llegó el profesor y cada uno se tuvo que sentar en su sitio.
Daniela llegó a su casa y tiró la bandolera al suelo, después entró a su habitación y cerró la puerta de un portazo.
Estaba cabreada. Había llegado tarde a las clases de apoyo, y no la habían dejado entrar. Había gastado gasolina del coche para nada, y además, no iba a cobrar el día de hoy.
Se cambió de ropa, y se puso su chándal de estar en casa, después se hizo una coleta alta y se puso los cascos para escuchar música.
-Bueno.... -dijo un chico desde la ventana de en frente de su habitación- ¿Qué te pasa hoy, 'Ela'?
-¿Qué haces tú ahí? -preguntó ella, sorprendida.
-¿No lo sabías? Nuestras ventanas están una en frente de la otra. -explicó el chico rubio de ojos azules.
-N-no... -dijo ella.
-Venga, a ver, dime, ¿qué te pasa? -volvió a preguntar.
-Que por culpa de un imbécil, he llegado tarde al trabajo, y no me han dejado entrar -dijo ella, con tono enfadado.
-¿El imbécil ese es tu novio?
Daniela pensó en David, y en lo que había hecho por ella.
-No, ¡qué va! -dijo.
-¿Quieres pasar, te preparo algo, y hablamos? -le preguntó desde su ventana.
-No, da igual.
-Anda, ven.
Daniela se lo pensó un momento, volvió a mirar a Dani y vio que él sonreía.
-Bueno, si insistes... ¿Te importa esperar a que me cambie de ropa? Es que estoy horrible, y claro...
-Anda, ponte guapa para mí -bromeó él.
-Payaso... -rió ella.
Daniela bajó el stor de su habitación, y abrió su armario. Cuando estaba a medio vestir, le sonó el teléfono móvil, se acercó rápidamente y miró la pantalla: era David. Sin pensarlo dos veces, descolgó.
-Hola, bebé -le dijo él cariñosamente desde la otra línea.
-No me digas bebé -dijo ella, con tono serio, pero sonriendo.
-Pero si te gusta -replicó entre bromas.
-No.
-Sí.
-¿Cómo lo sabes? -pregunta ella.
-Porque estás sonriendo. Te lo noto.
-Jolín, David -protestó ella con tono infantil.
-¿Ves como eres un bebé?
-Bueno, dime, ¿qué quieres?
-Te llamaba para decirte que te quiero.
Daniela se quedó pasmada. ¿De verdad solo le llamaba para decirle eso? ¿Había gastado saldo tontamente para eso?
-¿En serio que sólo me has llamado para decirme eso? -preguntó, al fin.
-No, quería hacerte la pelota para quedar esta noche. Te invito a cenar -dijo él.
-No hace falta, David, te puedo invitar yo, si quieres.
-Que no, que no, que te quiero invitar yo. -insistió él.
-Pero, ¿por qué?
-Es que me ha tocado la lotería -dijo él.
-Al tenerme a mí como novia, ¿no? -bromeó ella.
Él se rió.
-También, también, pero que me han tocado trescientos euros.
-¿En serio? ¡Enhorabuena, cariño! -exclamó. Parecía que la suerte por fin le sonreía.
-Entonces, ¿qué? ¿Me paso a recogerte esta noche?
-Vale -aceptó ella.
-Perfecto, a las ocho estoy allí.
-¿Puede ser, mejor, a las siete y media?
-¿Por qué?
-Porque quiero pasar más tiempo contigo.
-Claro que sí, bebé. Te quiero.
-Y yo.
Daniela colgó, y decidió cambiarse de ropa, así la tendría preparada para esta noche. Se vistió, y se puso una chaqueta. Después, llamó a casa de su nuevo amigo, Daniel.
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